Sin saber muy bien dónde estamos, amanecemos a las 7.15. Decidimos ir a comprar los billetes del ferry a la isla de Cozumel (280 pesos ida y vuelta) y los del bus al aeropuerto de Cancún, pero de este último desistimos ya que el hombre nos dice que se puede comprar el mismo día de partir. Allí nos dicen que un taxi del ferry al hotel de Cozumel nos va a cobrar 40 dólares; es mentira, lo que pasa es que quiere vendernos un tour en la isla, pero se le ve venir de lejos.
Desayunamos en un bar con todo billetes de un dólar pegados por las paredes y firmados, y vamos a hacer las maletas. Son las 8.50 y hasta las 11.00 no sale el ferry. Tras hacer la maleta me dice mi novia que podemos comprar cinta aislante para arreglar mi maleta, ya que está hecha unos zorros. Llegamos a un supermercado que tiene de todo. Compramos la cinta, dos mecheros y un portafotos de paso. Tiene de todo, pero las maletas de tamaño medio valen 70 o incluso 80 euros, así que pasamos. Total, para lo que queda de viaje...
En cinco minutos ya estamos en el Park Royal Cozumel. Todo el personal es amabilísimo, nos reciben con un zumo y nos explican todo. Nos llevan hasta la habitación y es grandísima y espectacular. Sacamos todo lo de las maletas, ya que es el último destino, y así ordenamos un poco. Damos una vuelta por el hotel: una pasada las piscinas, el mar, los jardines, los bares con todo incluido… Comemos en el buffet super bien y nos vamos a bañar.
Visitamos el jacuzzi y la piscina entablando relación con el camarero, que se llama Luis, y luego jugamos a volley con varios turistas mexicanos y venezolanos como nosotros que nos invitan a ir a la noche al karaoke a divertirnos Antes nos tomamos tres piñas coladas y dos daikiris mirando al Atlántico y al mar Caribe. Esto sí que es vida...
Nos duchamos y vamos a cenar, todo muy bueno. Después llegamos al karaoke, donde estaban los geniales Henner y Raúl, a los que habíamos conocido en el volley, con sus respectivas mujeres. Cantamos con mucho ímpetu varias canciones, intercambiamos direcciones (Henner ya se iba para Miami), hablamos un poco y a dormir después de cinco tragos cada uno. (Por lo menos...)
DÍA 21. COZUMEL. 14 DE SEPTIEMBRE
A las 8.35 nos levantamos para desayunar y asistir a la charlita promocional, que dura como hora y media.
La comida está muy buena (yo rissotto de camarones y los dos res a la pimienta roja, como solomillo, además de postres, tiramisú). Es un restaurante muy elegante, pero demasiado formal, con velas y todo. Acabamos y vamos al casino. Nos reparten dinero ficticio para jugar y perdemos todo enseguida, no es lo nuestro y no nos gusta. Nos vamos a tomar el aire y conocemos a los hijos de Raúl, Alan, y el pequeño, Sebastián, que se está quedando dormido en el sofá del hall. Al final volvemos al casino y resulta que con el dinero ficticio podemos pujar por varios objetos: alcohol, camisetas, colgantes…Nosotros no tenemos un clavo, así que rumbo para la cama.
DÍA 22. COZUMEL. 15 DE SEPTIEMBRE.
Nos levantamos a las 9, vamos a reservar el snorkel para las 11.00 y a desayunar. Después, para hacer tiempo, vamos a escribir a casa por Internet. Estamos esperando desde las 10.50 hasta las 11.45 para ir, pero como no vienen a buscarnos, nos vamos para la piscina mosqueados. Decidimos alquilar el snorkel gratuito del hotel, que dura una hora, y vemos mogollón de peces de colores.
Después vamos un rato a la piscina a tostarnos y subimos a la habitación a ver un rato el partido del Madrid contra el Zurich. Bajamos de nuevo y volvemos a la piscina infinita. Allí coincidimos con Raúl y su familia y estamos hasta las 19.00 hablando y fotografiando el atardecer. Nos vestimos y bajamos a cenar al buffet, que era mexicano por ser el Día de la Independencia. Yo como tinga, pollo con mole, empanada, papas, cochinita pibil y para postre, tarta con motivos de la bandera mexicana. De allí nos vamos a ver el show mexicano que hay en el teatro del hotel con bailes regionales y, como colofón, la azafata viene a buscarme para salir de voluntario a hacer el friki. Tengo que montar un caballo de madera, beber tequila, dar un grito mexicano y bailar alrededor de un gorro, todo con sombrero mexicano y poncho puesto. No gano (tengo dura competencia, cuatro personas más), pero me defendiendo, jeje
Cuando termina vamos con la familia de Raúl en taxi a ver el espectáculo de la Independencia en el ayuntamiento de San Miguel de Cozumel. Nos asustamos un poco porque nos dicen que hay amenaza de bomba de un grupo protestante; hay mucha policía vigilando y el ejército también (hace unos años en Michoacán hubo un atentado ese mismo día y murió bastante gente). Vemos la actuación de un grupo musical y luego el alcalde lee el famoso grito de la independencia de Miguel Hidalgo.
Más tarde hay un espectáculo pirotécnico. De allí vamos a la feria con la familia de Raúl y jugamos al camellero. Vemos un rato los mariachis y enseguida nos volvemos al hotel. De regreso Raúl nos regala un llavero con motivos del DF. Apenas nos conocen y te hacen un regalo; eso nos emociona un poco. También me da una tarjeta con sus datos personales, les invitamos a España y ellos nos dicen que tenemos abiertas las puertas de su casa para cuando queramos. Quedamos, eso sí, para despedirnos al día siguiente.
DÍA 23. COZUMEL. 16 DE SEPTIEMBRE.
Nos levantamos a las 8.45 para despedirnos de Raúl. Ellos se van y es nuestro último día allí. Desayunamos con Alan. Estamos un rato en la piscina y nos despedimos deseándonos buen viaje y que ojalá volvamos a vernos. Estamos un rato más en la piscina, aunque a ratos se nubla un poco. Yo me voy a consultar internet, cojo unos nachos y trozos de pizza, y a la piscina otra vez después de reservar en el restaurante mexicano para cenar esa noche. Subimos a cambiarnos y vemos que ya nos han hecho la habitación y entregado mi sudadera de la lavandería. Bajamos a comer un buffet italiano y yo pruebo de todo (cogí cuatro kilos en vacaciones).
La tarde la pasamos íntegramente en la piscina infinita y en el jacuzzi, tomando los últimos daikiris de las vacaciones (sin alcohol) y haciendo las fotos de rigor, incluidas las del atardecer. A las 19.00 subimos a la habitación, nos duchamos y organizamos un poco las maletas antes de bajar a cenar al mexicano. Teníamos hora para las 21.00. Yo como una cazuela de mariscos y fajitas, y ella, arrachera y sopa de camarones. Tomamos la última piña colada en el lobby, nos hacemos alguna foto y a la habitación para las 22.30, para terminar de hacer las malditas maletas e irnos a dormir.
DÍAS 24, 25 Y 26. COZUMEL-CASA. 17, 18 Y 19 DE SEPTIEMBRE
Nos levantamos a las 7.00 para acabar de hacer las maletas. Bajamos enseguida a desayunar y prácticamente no hay nadie. Intentamos arreglar la maleta otra vez, pero en cuanto salimos por la puerta muere otra vez. Pagamos la lavandería (72 pesos), nos quitan las pulseritas y cogemos un taxi hasta el ferry (80 pesos). Llegamos pronto, yo me quedo medio dormido esperando por la pastilla contra el mareo y mi novia compra varios collares (5 por 5 dólares).
En el ferry vamos a cubierta y casi ni me entero, voy medio sopa. Llegamos a Playa del Carmen y pacto con un taxista que nos lleve de Playa al aeropuerto de Cancún por 500 pesos. Tarda 45 minutos. Al llegar un hombre nos dice si nos puede ayudar, decimos que buscamos el mostrador de Aviacsa, y nos dice que esa compañía lleva dos meses ya sin operar. Tremendamente nerviosos, preguntamos en información y nos dicen lo mismo (maldita sea, y no han hecho ni avisar). El hombre va de lado a lado buscándonos un vuelo y sólo podemos coger por horario uno, que es de Aeroméxico pero que vale para ir a DF 2.700 pesos cada uno (unos 165 euros, el otro nos había costado 40). Al menos podemos volar. Facturamos a toda leche y casi sin tiempo nos montamos en el avión con el susto todavía en el cuerpo.
Llegamos al Distrito Federal arrastrando las dos maletas porque a mi novia le han dejado una rueda dañada. Queremos reclamar a la compañía por lo del vuelo y damos un montón de vueltas: policía, información, reclamaciones, y al final llegamos al mostrador de Aviacsa.
Al día siguiente llegamos a las 12.00 al aeropuerto de Londres tras varias peripecias para sacar dinero con el taxista (el cajero estaba escondido en una tiendilla). Comemos algo en el aeropuerto y a las 16.00 cogemos el avión para casa hechos un trapo. Llegamos a Bilbao y allí nos espera la familia para llevarnos de vuelta a casa, otras dos horitas de coche. Por fin, porque el viaje de vuelta había sido agotador y reconforta ver a los tuyos. Se les echa mucho de menos, aunque un sueño menos que nos queda por cumplir.
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