martes, 16 de marzo de 2010

MÉXICO 2009 (7ª PARTE)

DÍA 18. MÉRIDA-PLAYA DEL CARMEN. 11 DE SEPTIEMBRE

Nos levantamos pronto de nuevo, a las 7.45. Hacemos las maletas y nos bajamos a desayunar otra vez al hotel. Con la tripa llena cogemos un taxi a la estación de autobuses CAME y una vez allí, los billetes hasta Playa del Carmen (288 pesos cada uno).

Apenas hemos tenido que esperar para montarnos en el autobús. Eso sí, teníamos casi cinco horas de camino por delante. Yo duermo un poco y me bajo a estirar las piernas en la parada de diez minutos que hacemos en Valladolid, a mitad del camino. Al llegar a Playa del Carmen decidimos ir andando al hotel, que está cerca, con tan mala suerte que las ruedas de mi maleta se rompen del todo (ya iban tocadas de tanto trajín). La recepcionista el Hotel Nina nos cobra diez dólares más de lo pactado (faltaría algún impuesto, 35 euros/noche), pero nos da unos brazaletes para poder acceder a una piscina y a un reservado en la playa, que parece Benidorm.


Desde luego, visitar Playa del Carmen no es visitar México. La esencia del país aquí se diluye y es una ciudad que podría confundirse tranquilamente con cualquier municipio costero de España. Sólo hay tiendas, una calle principal, hoteles, millones de guiris y marcha nocturna. Para eso me quedo en Canarias o en Salou, pero no me meto once horas de vuelo entre pecho y espalda. Eso sí, respeto a quien lo hace, pero yo no lo haría. Lo que me sabe malo es que digan que han estado de vacaciones en México. Es como cuando alguien te dice que conoce España porque estuvo un fin de semana de juerga en Ibiza. En fin..., nosotros a lo nuestro.

Comemos un bocata en la calle principal, en un Subway (131 pesos) y llegamos al Hotel Tucán, donde está “nuestra” piscina, pedimos una toalla y tomamos un rato el solo tras dar un pequeño paseo por la playa. Tenemos tan mala suerte que en la piscina se pone a diluviar, así que decidimos irnos de compras para comprar una maleta. Tomamos unos refrescos y recorremos varias calles hasta llegar al Supermercado Mega. Todo es regalado (los caramelos halls valen cuatro pesos, 0,25 céntimos de euros) y compramos una crema para calmar las picaduras de insectos.
A la salida compramos los billetes para ir el día siguiente a Xcaret, (con el transporte nos cobran 101 dólares por persona, caro pero es lo que hay). Volvemos al hotel a cambiarnos, vemos un documental sobre el 11 de septiembre en la tele y nos vamos a ver de dónde sale el ferry a Cozumel para cogerlo en dos días. Vemos los horarios y los que hay para ir en autobús hasta el aeropuerto de Cancún el último día. Después cenamos en la 5º avenida en un local donde hay un trío cantando y que se llama Karen’s (nachos y pizza de salami, 260 pesos). Nos regalan unas piñas coladas. Antes de volver al hotel compramos por fin el sombrero mexicano que le había prometido a mi hermano. Cómo no, de tres colores: roja, verde y blanco, la bandera.


DÍA 19. PLAYA DEL CARMEN. 12 DE SEPTIEMBRE.
Nos levantamos a las 7.30 para ir a Xcaret (un parque natural que tiene de todo) con un tour contratado con la empresa Tours Ixe. Desayunamos frente al hotel Nina, aunque es un desayuno un poco desagradable porque el local no está del todo limpio. Yo tomo café y mi novia molletes con miel (y hormigas rojas que se suman al festín). Ambos tomamos batidos de plátano gigantes; están muy buenos. A las 8.20 viene a buscarnos el chico de la agencia, pero tardamos como una hora en recoger a todos y llegar a Xcaret, demasiado tiempo porque está muy cerca (es aconsejable ir en taxi por cuenta propia).

Al llegar otro guía nos explica qué hacer y nos quiere vender de todo: crema biodegradable, cámaras de fotos desechables y nos dice que no dejásemos de hacer actividades acuáticas: snorkel 41 dólares, paseo marino 45, y nadar con delfines 149 dólares, una pasada. Si nos lo paga él, encantados.

Las entradas son algo caras (unos 80 euros), pero más tarde ya entendimos el porqué. Tenemos una super comida buffet gratis, no había visto algo así nunca, y optamos por La Caleta, donde hay pescado y marisco. Como salmón, pescado empanado, un montón de camarones (langostinos), hay carnes de todo tipo, sopas, verduras, ensaladas y unos postres magníficos con unas vistas inmejorables al mar. También hay un pajarillo gorrón por ahí que hace gracia porque se comer los restos y hasta pela los langostinos, un buscavidas.

También la entrada incluye el alquiler de un equipo de snorkel gratis (te quedas el tubo), dos refrescos por persona y un 10% de descuento en las actividades (salvo en los delfines), además de un espectáculo que se sale ("Está padrísimo", como dirían allí).

Empezamos viendo el poblado mexicano, el juego de pelota, los jaguares, los pumas, una playa paradisíaca increíble, los delfines y vamos al río subterráneo. Para mí eso es un poco martirio ya que no me caben las aletas y el chaleco es, luego lo vi, XXXXL. Me roza la piel por todos los sitios. También vemos a los famosos voladores de Papantla y vamos un rato a la playa, donde pierdo las gafas de sol al meterme al mar y dar vuelta con el neumático. Buceo para recuperarlas pero está todo muy profundo. Al menos veo decenas de peces de colores, algas… un paraíso.

Tras comer cogemos el paseo en barca, vemos el acuario y las tortugas, otros animales, nos hacemos fotos con una pareja de guacamayos y a última hora vemos el show de caballos, charros, lazos…, qué destreza. De allí, a las 18.20, nos vamos al teatro gigante para ver el show sobre México. Sin duda lo mejor, tanto que acabo comprando el dvd (eran tres) para tener un bonito recuerdo.

Primero explican cómo era el México de los mayas (juego de pelota, hockey con bola de fuego..), luego se recrea la llegada de los españoles y la conquista y, finalmente, bailes regionales de los diferentes estados mexicanos: Veracruz, Michoacán, el norte… Es una pasada a pesar de que estamos muertos. Participan cerca de 300 artistas y el show acaba con un baño de patriotismo con todo el público cantando con ferviente pasión el "Viva México". A pesar de que algunas fuentes desaconsejan Xcaret, a nosotros nos parece una cita ineludible.
Hago unas 1.500 fotos, con eso digo todo. A las 21.20 cogemos la furgoneta para volver, aunque tenemos que esperar veinte minutos al resto de gente y tardamos media hora en llegar. Estamos tan cansados que caemos rendidos en la cama para las 22.30 y sin cenar. Una jornada, sin duda, agotadora.

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