miércoles, 12 de octubre de 2011

ARGENTINA 2011 (24ª PARTE)

DÍAS 24 Y 25. 10 Y 11 DE OCTUBRE. VUELTA A CASA

Después de una noche muy tranquila, en la que hemos dormido como marmotas a pesar de ser un bus, nos levantamos con el desayuno en la bandeja que nos trae el chico que se encarga del servicio. Son las 7.00 de la mañana y enseguida llegaremos a Córdoba, el punto de partida de esta aventura y también el final. Llegamos a la estación de autobuses y para hacer tiempo nos tomamos algo en la cafetería, aprovechando también para asearnos un poco.

Sobre las 9 (el vuelo sale en cinco horas), decidimos ir para el aeropuerto, ya que no nos queda nada que hacer y Córdoba lo conocemos ya del primer día. Vamos a montarnos en un taxi, pero nos dicen que no entramos los cuatro con el equipaje (muchos taxis llevan una bombona de gas en el maletero). Pasamos de pagar dos taxis (en la ida nos cobraron 88 pesos, así que serían 176) y preguntamos en información. Nos dicen que hay un bus, que va a Agua de Oro, por Río Ceballos, que nos deja al lado del aeropuerto.
Así pues, vamos al stand de la compañía Ciudad de Córdoba y sacamos los billetes por 5 pesos por barba muchísimo más barato. En media hora, el cacharro, viejísimo, nos deja al lado del aeropuerto, eso sí, nos deja en un sitio donde no hay entrada peatonal así que tenemos que cruzar con las maletas y con todo por una enorme pradera.

Una vez en el aeropuerto, como ya teníamos reservados asientos en salida de emergencia para estirar las patas que hice por Internet, facturamos las maletas y vamos a la zona de tax free a quenos devuelvan impuestos de algunos regalos que hemos comprado. Pero menuda odisea.  Hay un mostrador sin nadie, y te dicen que lo hagas por Internet. Así que preguntamso, vamos a información y llaman a los de aduanas para que vengan. Como no venían, insistimos. Aparece por allí una mujer, comprueba las facturas y el género (los hoteles, como pensábamos, no entran) y se tiene que ir porque se le ha olvidado el matasellos.

Vuelve y nos dice que para cobrar tenemos que ir a una especie de locutorio que hay en el aeropuerto. Allí nos dicen que lo hacen los del puesto de golosinas, todo un show... Finalmente, el tendero nos coge los datos y nos dice que nos llegará un cheque por correo, aunque lo dudo.
Pasamos el control de policía (nos hacen abrir algunos bombones), tomamos un sandwich y una cerveza carísimos, compramos tabaco muy barato y a las 15.55 subimos al avión de Iberia. No va lleno, y tenemos buenos sitios. La comida y el desayuno están bastante bien, nos ponen películas..., pero no hay quien duerma ni con pastilla por el cambio horario. Llegamos a Barajas a las 7 de la mañana, que son las dos en Argentina, y nos dividimos ya que unos vamos de allí a Logroño y otros tienen que hacer escala en Barcelona.

Tras coger los buses, por fin llegamos a Logroño a las 14.45, donde nos espera mi padre. Estamos muertos, pero muy felices por haber disfrutado de unas vacaciones espectaculares. Eso sí, recorrer Argentina como lo hemos hecho es agotador. Han sido más de 30.000 kilómetros en 26 días entre aviones, autobuses, taxis, furgonetas, barcos... Pero nos llevamos una buena impresión del país, por su comida, su gente y sus paisajes. Eso sí, tal y como siguen escalando los precios, los españoles o vamos ya a conocerlo o no podremos en el futuro (al menos el inmediato), porque es caro, sobre todo excursiones y comer. Los hoteles, el tabaco o los taxis están bien de precio, pero lo que es puramente turístico está por las nubes. Hay una inflación enorme que el Gobierno camufla, pero todos los argentinos te aseguran que es del 20 o 30%, aunque muchos sueldos también suben ese porcentaje cada año. Por cierto, en unos días hay elecciones, así que veremos qué pasa.

domingo, 9 de octubre de 2011

ARGENTINA 2011 (23ª PARTE)

DÍA 23. 9 DE OCTUBRE. MENDOZA

A las 9 de la mañana nos reunimos lo cuatro en Mendoza, guardamos las maletas y mochilas en el guardaequipajes (doce pesos el día, muy barato, y abre hasta las 23.00) y nos lanzamos a conocer la ciudad. El centro está cerca de la estación, a menos de un kilómetro, así que vamos andando. Por el camino encontramos una cafeteria que tiene pinta de muy limpia, así que nos tamos algo y aprovechamos para asearnos un poco: ponernos las lentillas, peinarnos un poco y lavarnos los dientes. ¡Dios sabe cuándo volveremos a hacerlo en las próximas horas!
De la cafétería, ya si, andamos para la plaza de la Independencia, centr neurálgico de esta ciudad famosa por su producción de vino y sus bodegas. La intención es, al menos, probar uno, aunque vemos que los precios on bastante caros, hablando de los que son buenos; los malos, como aquí, son baratos, pero no se pueden beber ni con coca cola.

Primero pasamos por la plaza de España. donde hay stands de las diferentes zonas de España, pero son las doce y no aparece nadie, se ve que madrugan poco. Después vemos la plaza de San Martín, la de Chile, la iglesia más famosa de Mendoza..., pero hace mucho calor, y eso unido al cansancio hace que no tengamos mucha gente de andar. Vemos tiendas para comprar los últimos recuerdos y vamos a un restaurante a comernos una buena parrilla.

No andamos bien de efectivo, así que buscamos uno que tenga visa (en Argentina hay muchos restaurantes que sólo aceptan efectivo, y es un fastidio). Vemos uno con muy buena pinta y, como no tiene pago con tarjeta, decidimos sacar dinero para las últimas horas y comemos allí. Sergio y yo nos comemos una parrillada enorme por 85 pesos, Land opta por el pescado y MJ por la comida italiana. Comemos de maravilla y lo mejor de todo es que se olvidan de apuntarnos la parrillada en al cuenta, así que pagamos con celeridad y nos vamos.
Por la tarde seguimos viendo alguna cosilla, como la plaza de España ya sí con bastante ambiente (¿la paella es el plato típico de todo el país?), nos tomamos unos cafés frappe en una terraza y cuando quedan un par de horas para coger el bus nos vamos a cenar a un local tipo hamburguesería. Son casi las diez de la noche, así que cogemos el equipaje de la consigana y enseguida de estar esperando aparece el autobús de la empresa Andesmar, sin duda el mejor en el que hemos ido, ya que es clase suite. Se reclina 180 grados y a los diez minutos, para cuando vienen a traernos la cena, ya estamos los cuatro fritos, o en proceso, así que no recenamos. A dormir.

sábado, 8 de octubre de 2011

ARGENTINA 2011 (22ª PARTE)

DÍA 22. 8 DE OCTUBRE. DE BARILOCHE A MENDOZA

Después de haber dormido plácidamente en nuestras camas de la cabaña en San Carlos de Bariloche, llega el principio del fin de nuestro viaje. Todavía nos quedan un par de días por Argentina, pero el hecho de tener que dejar hechas ya las maletas, que no volveremos a deshacer porque no pisamos un hotel más, indica que esto se empieza a acabar después de tres semanas largas por aquí.

Para las 8 nos levantamos a encajar el puzzle del equipaje y los recuerdos, y nos vamos a Bariloche para las 10.00, donde daremos un paseo y comeremos, ya que hasta las 15.30 no sale el bus. ¡Y qué bus! Son 1.206 kilómetros que tardaremos en recorrer la friolera de 17 horas. Gracias que llevamos provisiones y que los asientos son super cómodos que si no... La faena es que para hacerlo en avión había que volar primero a Buenos Aires y después a Mendoza, lo que nos salía no por menos de 400 euros. Es un poco faena, pero en fin, otra aventurilla más que contar.

Nos vamos al pueblo y, por si las moscas, decidimos imprimir los billetes de bus. Y más vale, porque resulta que a Sergio y Lan no les han hecho la reserva, así que nos vamos a la estación de buses. Preguntamos y, en efecto, no salen sus nombres en las listas de pasajeros y, lo peor, no quedan plazas para ir a Mendoza. Al menos encuentran plazas en otro de la misma empresa, aunque son dos horas más de trayecto y salen antes.

Compramos chocolates, nos despedimos y cada uno come por un lado, ya que hacemos planes distntos. Ellos comen rápidamente porque si bus sale a las 13.30, y MJ y yo vemos la ciudad, donde se está realizando un curioso encuentro de jóvenes cristianos con música rock. Vemos el centro cívico, una iglesia muy curiosa, y nos marchamos a comer. Con una hora de tiempo cogemos el taxi hasta el hotel, donde nos habían guardado el equipaje, nos despedimos de Carlos, el que lo gestiona, y nos vamos a la estación.

El bus tarda en llegar, así que nos inquietamos un poco, pero aparece. Los asientos son comodísimos (solo 35 plazas en dos plantas) y el servicio está muy bien, tanto que preferiríamos ir 17 horas en un bus argentino que cuatro en uno español. Nos dan de merendar, de cenar y desayunar, sin grandes lujos pero bien. Nos ponen tres películas, jugamos al bingo... El tiempo pasa deprisa. Y a las doce de la noche apagan las luces y nos dormimos, casi del tirón, hasta las 7.

No es lo mismo dormir en una cama que aquí, pero está bastante bien, y al menos te ahorras la noche de hotel, la cena y el desayuno... un pequeño consuelo. Tras parar a coger psajeros en la ciudad de Neuquén, nos dirigimos hasta Mendoza, donde llegarmos a las 8.20 de la mañana. Nos bajamos MJ y yo para esperar a Iñaki y Sergio, y en poco más de media hora aparecen, cargados como sherpas, al fondo del pasillo.

ARGENTINA 2011 (21ª PARTE)

DÍA 21. 7 DE OCTUBRE. SAN CARLOS DE BARILOCHE


Para no perder la costumbre, a las 7.30 nos levantamos, y desayunamos zumo, huevos revueltos, salchicas, batido, galletas...Y para las 8.30 salimos de excursión rumbo al sur. Esta zona tiene unos paisajes increíbles por todos los sitios. Lo más turístico es la ruta de los siete lagos, por el norte, pero nosotros, sabiendo que hay paisajes parecidos, tiramos rumbo al sur.
A unos 60 kilómetros de Bariloche, logramos llegar, tras diez kilómetros de un camino de cabras, al Lago Steffen, un lago enorme y un placer para la vista. Cantan los pájaros, luce el sol, se ve el reflejo de las montañas nevadas en el agua... y lo mejor, estamos solos, no hay nadie, salvo una pareja de patos que no hacen más que provocarnos con sus ruidos. Luego nos damos cuenta de que estamos al lado de su nido, donde hay tres huevos, y que quizá intentan echarnos para no poner en peligro a sus crías.

De allí, tirando hacia Bariloche, nos internamos en el parque nacional Nahuel Hupai, mismo nombre que tiene el precioso lago que rodea la ciudad. No es difícil darse cuenta de por qué a esta zona, preciosa, le llaman la Región de Los Lagos, y es que está llena de ellos, con mucha agua fruto del deshielo de las enormes montañas que los rodean. Pagamos la entrada (50 pesos) y vemos la Laguna Negra, un mirador del Lago Manso y a unos 30 kilómetros por un camino de tierra paramos a comer en uno de los escasos restaurantes que tiene el parque.

Ya comidos nos lanzamos hacia el final del recorrido, al impresionante Monte Tronador, donde se encuentra el Glaciar Manso. Cuando llegamos nos quedamos perplejos, ya que el glaciar por arriba es normal, pero en su parte baja, junto a la laguna, la nieve es negra fruto de la erosión y de la tierra que la rodea. ¿Un glaciar negro? Pues sí, y es espectacular, con una vista panorámica que te deja boquiabierto.
Desde allí decidimos ir hasta la basa del Monte Tronador. No se puede ir en coche, pero es apenas un kilómetro andando. Eso sí, hace frió y hay bastante nieve, y eso que estamos a solo 1.150 metros de altitud sobre el nivel del mar. Es menos espectacular que el glaciar, bastante menos, y encima a los cinco minutos se pone a llover, luego a diluviar y acaba granizando, así que nos vamos corriendo hasta el coche hasta que amaine el temporal. En poco rato nos hemos empapado, así que como son más de las cuatro de la tarde decidimos volver a Bariloche.

Pero no es tan fácil, porque hasta la salida del parque son 49 kilómetros y como el camino es tan malo, tardamos más de una hora. Dudamos si ir a ver las cascadas cercanas, pero como estamos mojados y queremos hacer cosas en la ciudad, nos volvemos. Echamos gasolina, devolmemos el coche (Dios mío cómo está de barro...) y nos cambiamos para ir a Bariloche.

Cogemos un taxi (son 25 pesos hasta el Centro Cívico, la bajada de bandera es de 4,60, menos que en otros sitios) y llegamos hasta allí, unos edificios curiosos, con arquitectura de montaña y rodeados de adolescentes que están celebrando una especie de fiesta. Lo primero que nos llama la atención es que hay gente que cobra por hacerte fotos con sus perros San Bernardos, típicos de la región. Aquí se inventan trabajos de todos los sitios.

Como tenemos que hacer compras y sacar dinero, nos dirigimos a la calle principal. Allí comprobamos por qué le llaman a Bariloche la capital del chocolate. Hay un montón de tiendas, todas seguidas, con promociones especiales y con gente que te invita a probarlo y a entrar a su tienda. No entendemos, y sabemos que hay unas artesanales y otras industriales, pero todos los chocolates están muy buenos. Los más famosos tienen forma de rama. Algunos compramos y otros, con toda la información, esperaremos a mañana.
Lo que sí hacemos es ir a un supermercado a comprar productos típicos de aquí para llevar a casa y, de paso, comprar el desayuno para mañana. Para cenar repetimos en el Santana, ya que ayer nos dieron muy bien y muy barato. Hoy pedimos pizza, con el mismo nivel de comida y buen precio. De ahí cogemos un taxi al hotel y empezamos a organizar las maletas. ¿Cómo meter lo mismo que trajimos más todo lo que hemos comprado? Buena pregunta, pero todavía no tengo la respuesta. Y es que, hoy es la última noche que dormimos en hotel, y eso que hasta el lunes no cogemos el avión para España. Por medio tenemos dos autobuses (Bariloche-Mendoza, mañana a las 15.30 y dura 17 horas; y Mendoza-Córdoba, el domingo por la noche, con ocho horas de duración). Lo que no tendremos es ni una ducha, así que oleremos a Calvin Klein cuando lleguemos a casa. Por supuesto, no creo que tengamos conexión a Internet, así que el fin del relato del viaje tendrá, seguramente, que esperar unos días. Lo pondré lo antes posible.

viernes, 7 de octubre de 2011

ARGENTINA 2011 (20ª PARTE)

DÍA 20. 6 DE OCTUBRE. SAN CARLOS DE BARILOCHE

Hoy es un día de cierto relax turístico, ya que prácticamente vamos a empeñar toda la jornada en llegar a San Carlos de Bariloche, 1.300 kilómetros al norte y capital del chocolate. Nos levantamos a las 8.30, desayunamos, pagamos el hotel y hacemos tiempo en el hall conectados a Internet. La idea era ir a dar una vuelta a la ciudad antes de coger el vuelo a Esquel, pero ha estado toda la noche jarreando, y sigue, así que preferimos quedarnos a cubierto.
Pasadas las once llamamos a un taxi (100 pesos al aeropuerto), y nos lleva por primera vez una mujer taxista, que nos comenta que el límite de velocidad en el país suele ser de 100, pero que en la Patagonia, donde no hay nada (ayer sólo vimos dos paradores en 220 kilómetros, ni una casa ni una gasolinera), se controla todavía menos. Facturamos y, como nos esperábamos, Aerolíneas Argentinas nos desvía a Esquel, 280 kilómetros al sur de Bariloche, porque el aeropuerto sigue cerrado por las cenizas del volcán. Desde julio sólo ha funcionado lós días 17, 18 y 19 de septiembre, pero después se volvió a cerrar y no saben hasta cuándo.
Eso sí, no te dan ninguna explicación, y gracias a que el gobierno de la provincia de Río Negro pone buses a Bariloche (viven del turismo), que si no, te quedas ahí empantanado. Lo lógico es que te dieran a elegir si vuelas, si te devuelven el dinero o si quieres volar a otro destino, pero no, si quieres pasar por el aro y si no, también.

En nuestro último vuelo dentro de Argentina hemos vuelto a volar con mucha puntualidad, incluso hemos salido quince minutos antes de lo previsto, cosa rara, pero hemos tenido suerte, ni demoras, ni pérdidas de equipaje... Nos dan algo de comer y en una hora y veinte minutos aterrizamos en Esquel, donde el aeropuerto se parece bastante a la vieja estación de autobuses de Pamplona, enano y viejísimo.

Allí nos espera un bus hacia Bariloche, donde vamos casi todo españoles. La mujer que nos acompaña nos dice que son 280 kilómetros, pero casi cuatro horas. Al final han sido tres y algo, pero lo mejor es que nos han dejado en el aeropuerto de Bariloche en vez de en la ciudad, a 15 kilómetros. ¿Pero si está cerrado el aeropuerto para que coño queremos ir allí? Pues para que luego tengas que coger un taxi o un remise a la ciudad; vamos, para que los taxistas no se queden sin curro. Incomprensible, más aún después de la paliza en bus, eso sí, un bus cómodísimo, tipo cama.

Nada más llegar hemos cogido un remise (62 pesos), a nuestro hospedaje, las cabañas Chesa Engadina, a las afueras de la ciudad. Nos cuesta 75 euros la cabaña al día y caben seis personas. Son 90 metros cuadrados, en dos plantas, con dos baños, cocina y cuarto de estar con chimenea, dos habitaciones y todo de madera, decorado super chulo. Las mesas, mesillas, el colgador... todo tiene un diseño muy curioso.

Desde el mismo hotel, donde nos atienden de maravilla, nos gestionan el alquiler de un coche para mañana  a 240 pesos el día (unos 43 euros) y, además, nos lo traen hasta el hotel, lo que se agradece, ya que estamos un pelín cansados. Según nos cuenta aquí todo el mundo, las cenizas del volcán hicieron auténticos estragos y se cargaron la temporada de turismo. Y es que, el volcán chileno está a apenas 100 kilómetros en ínea recta superados Los Andes y se ve arena y ceniza acumulada por todos los sitios.

Casi a las 9 de la noche cogemos el coche de alquiler, compramos algo para desayunar en la cabaña y nos marchamos a cenar. Vemos en un local, sin lujos, que tiene buena pinta. Se llama Santana y está en la calle Perito Moreno, bajando una pequeña cuesta. La comida no es muy variada pero está todo buenísimos y comemos por 148 pesos (unos 30 euros), los cuatro. De allí cogemos nuestro coche y, sin ver nada de pueblo, volvemos a la cabaña, a 4 kilómetros, a descansar.

jueves, 6 de octubre de 2011

ARGENTINA 2011 (19ª PARTE)

DÍA 19. 5 DE OCTUBRE. EL CALAFATE

Para no perder la costumbre, el despertador suena muy pronto, aunque ninguno de los dos lo hemos oído y ha tenido que ser Lan quien nos despierte. Empezamos a acusar ya el cansancio de tanto madrugón y tanto viaje, sin apenas descanso, y las pocas horas de sueño. Nuestra intención era partir hacia El Chaltén a las 8.00 de la mañana después de haber desayunado, pero necesitamos coger los billetes de bus de Bariloche a Mendoza con urgencia y no hay forma de hacerlo por Internet. Al final lo logramos, pero perdemos 45 minutos preciosos para andar por la montaña.
Antes de las 9.00 nos montamos en nuestro coche de alquiler que conduce Lan y en dos horas nos plantamos en el pequeño pueblo de El Chaltén, de 600 habitantes. Son 220 kilómetros de camino por rectas increíblemente largas y aburridas, rodeando dos largos enormes, pero con un paisaje típicamente patagónico, desolador, sin un árbol, y sólo arena y arbustos de pequeño tamaño. Conducir por aquí es un auténtico coñazo, además de que no pasa ni un coche. Vamos un rato por la famosa Ruta 40, que atraviesa todo el país de norte a sur.
Al llegar a El Chaltén, una de las capitales mundiales del trekking, paramos para conocer el estado de las sendas en el puesto de los guardas, y allí nos explican que el último tramo del trekking que queremos hacer, La laguna de los tres, está cerrado por peligro ya que ha nevado mucho. Así pues, nos lanzamos a la aventura, son 10,4 kilómetros de ida y vuelta. El inicio, los primeros veinte minutos, son durillos, con mucha pendiente, aunque el trazado está muy trillado. Después es muy ameno el camino, atravesando arroyos, un par de campamentos con tiendas (uno con llamas atadas a un árbol), y la impresionante panorámica de los montes andinos de frente llenos de nieve. Cuando las nubes quieren hay una espectacular vista del más famoso, el Fitz Roy, y es que hemos tenido mucha suerte con el tiempo, ya que de vez en cuando brilla el sol.
El trekking está previsto hacerlo en los mapas en más de seis horas, pero en cinco acabamos (incluida la comida), y cogemos el coche de vuelta a El Calafate, otras dos horas de trayecto. Antes de devolver el vehículo nos pasamos por el Glaciarium, un museo del que hemos oído hablar, que está a ocho kilómetros del pueblo en dirección al Perito Moreno, y donde hay información muy curiosa sobre los glaciares. Como son más de las 7 y cierran a las ocho, la chica de recepción nos dice que no merece la pena porque son dos horas de visita. Pero, eso sí, nos comenta que hay un bar todo hecho de hielo que podemos visitar. Nos hemos mirado los cuatro, como diciendo, es que veníamos a eso.
Tras apoquinar 70 pesos por barba, y ponernos unas capas con gorro y unos guantes, hemos entrado al bar de hielo, que se mantiene a cinco grados bajo cero. Entrábamos en grupos de unas diez personas, y cuando entras alucinas. La música es la de un bar normal, pero la barra, el suelo, las paredes, las mesas, las sillas y hasta los vasos están hecho de hielo de glaciar. Impresionante. Además hay barra libre, así que nos tomamos unos cuantos fernet con coca cola mientras nos echamos unas risas. En teoría sólo te dejan estar veinte mnutos por el tema del frío, pero hemos estado como 50, y porque teníamos prisa para devolver el coche del alquiler.
Eso es justo lo que hemos hecho nada más salir del Glaciarum. Entregamos el vehículo, subimos al hotel a cambarnos, y nos vamos a cenar. Si el otro día estuvimos en La Lechuza Pizza, hoy hemos ido a uno de los mismos dueños, La Lechuza Restaurant. Pero nada que ver, ni en atención ni en servicio ni nada. La comida estaba muy buena (rissotto, salmón...), pero han tardado como 50 minutos en sacar los platos, una eternidad, y más con lo cansados que estábamos. De allí nos hemos ido al hotel, donde podremos descansar a gusto, ya que mañana no madrugamos. Hasta las nueve todos en la cama.

miércoles, 5 de octubre de 2011

ARGENTINA 2011 (18ª PARTE)

DÍA 18. 4 DE OCTUBRE. EL CALAFATE

El de hoy ha sido, sin duda, uno de los mejores días de todo el viaje, ya que una maravilla de la naturaleza como es el glaciar Perito Moreno es algo que no se puede describir con palabras, hay que verlo y sentir el estruendo de sus desprendimientos para vivir realmente lo que es. A las 6.30, un día más, ha sonado el despertador. Nos hemos arreglado y hemos ido al comedor a desayunar. Por cierto, que el buffet del Pota Sur es, seguramente, el mejor y más variado de todos los que nos hemos encontrado hasta ahora en esta ruta por Argentina.

Para las 7.30 ya estábamos esperando el autobús de la única empresa que tiene la concesión para explotar los trekkings por el glaciar, Hielo y Aventura. Nos hemos subido casi los primeros, y como hemos tenido que pasar a recoger gente por otros hoteles, nos ha costado casi dos horas llegar al Parque Nacional de los Glaciares, situado a 80 kilómetros de El Calafate. Eso sí, a 26 kilómetros del destino se ha subido un chico al bus y ha empezado a cobrarnos a todos los pasajeros la entrada al parque: 100 pesos los extranjeros y 40 los argentinos. A ver si en España empezamos a hacer lo mismo, que cuando sales fuera siempre discriminan al que no es de casa.
Nada más bajarnos del bus, un pequeño catamarán nos ha recogido en una de las orillas del Lago Argentino para desembarcar tras diez minutos junto a la cara sur del glaciar. Conforme íbamos avanzando se aparecía enfrente de nosotros esa maravilla que llamaron Perito Moreno en honor a Francisco Moreno, un argentino enamorado de la Patagonia y que hizo un montón de expediciones y de acciones en favor de su país.
Tras descendes, dejar el equipaje en un refugio y atravesar un pequeño bosque, los guías nos han colocado a todos un crampones artesanales, más fáciles de utilizar para neófitos que los que se venden en las tiendas de deporte. El minitrekking por encima del glaciar ha durado como un par de horas, aunque no es ninguna paliza física, ya que hay gente de todas las edades y vas parando continuamente para hacer fotos y que los guías te expliquen cómo se forma todo aquello. El glaciar este se mantiene estable en cuanto a masa, a diferencia de la mayoría, y se calcula que el hielo que se derrite hoy lleva ahí entre 300 y 400 años.

Es increíble ver el color del agua turquesa en las ranuras del glaciar, o las cuevas que forma esa enorme masa creada por la humedad una vez que supera Los Andes. Si bien es cierto que es una excursión cara, también es verdad que en ningún sitio en el mundo puedes caminar por encima de un glaciar y ver toda su belleza. Después de hacer cientos de fotos (unas 600 más o menos), nos han parado en un rincón del glaciar donde había una mesa. Allí nos han servido un whisky con hielo del glaciar y nos han dado un alfajores para saciar el hambre dando por finalizado el pequeño trekking.

Hemos regresado al refugio a comer, y a la hora ha venido a recogernos de nuevo el barco para llevarnos hasta la orilla, y de allí hasta las pasarelas desde las que se ven las tres caras al descubierto del glaciar, una enorme lengua de hielo. Sólo nos han dejado unos 50 minutos para verlo, pero es que ningún tiempo es suficiente para admirar el Perito Moreno, uno se cansa nunca. Y sobre todo cuando empiezan a caer trozos del glaciar al agua, ya que hacen un ruido enorme, como si fueran una explosión que te hacer sobrecogerte.

El regreso a El Calafate ha sido más corto, de hora y media. Al llegar al hotel nos hemos tomado un café, nos hemos dado una ducha y hemos ido a ver el Museo de la Municipalidad de El Calafate, donde una señora nos ha explicado amablemente, con fotos o animales disecados de la zona, la historia de este pueblo fundado a finales del siglo XIX y que en principio se llama Lago Argentino. Los españoles que llegaron a partir de 1913 compraron las tierras a los franceses, que llegaron antes, y le cambiaron el nombre por la gran cantidad de arbustos llamados así que dan una especie de bayas. La entrada es gratuita, pero le hemos dejado una pequeña propina por las molestias. Entre los animales había disecados pingüinos, pumas, gatos monteses, águilas enormes...
Después nos hemos ido a dar una vuelta por la ciudad, y nos hemos encontrado con los chicos de Valencia que conocimos en Buenos Aires. Hemos estado contando nuestras anécdotas, hemos conocido a otra pareja de Navarra y nos hemos ido a recoger el coche de alquiler que solictamos ayer. De allí, ya en nuestro Volkswagen Gol rojo, nos hemos ido a comer a La Marca, una parrillada libre bastante buena (tienen un cordero muy saboros) yque ha salido bien de precio. Para las once ya estábamos descansando, que mañana  las 7 hemos quedado para desayunar para ir a El Chaltén. Son como tres horas de viaje (220 kilómeros) para hacer un trekking por allá.

martes, 4 de octubre de 2011

ARGENTINA 2011 (17ª PARTE)

DÍA 17. 3 DE OCTUBRE. EL CALAFATE

Hoy es un día que se podía llamar de transición, ya que no tenemos ninguna salida o excursión prevista, sólo el traslado en avión a El Calafate, un poco más al norte. Son 985 kilómetros desde Ushuaia, pero salimos temprano, así que para las 6.45 nos levantamos, desayunamos y nos vamos en taxi hasta el aeropuerto Malvinas Argentinas de la ciudad más austral del mundo para facturar las maletas en apenas cinco minutos.

Nos cobran 28 pesos de tasa de salida, embarcamos, y puntualmente llegamos a El Calafate a las 10.30 horas después de hora y cuarto de vuelo. La verdad es que nuestra experiencia con la compañía LAN no ha podido ser mejor, puntualidad total en los tres aviones que hemos cogido y en todos, a pesar de que eran trayectos más o menos cortos, nos han dado algo para picar y beber, que siempre se agradece para paliar la rutina.

El nuevo aeropuerto de el Calafate está a 23 kilómetros de la ciudad. Preguntamos precio y nos sale mejor coger un remís para los cuatro (100 pesos), que el ticket del bus (33 pesos por persona). La carretera está muy poco transitada, así que llegamos pronto, ya que el taxista, que nos va ofreciendo excursiones, va a 120-130 kilómetros por hora. Es curioso que para llegar al hotel se pasa por la pista el antiguo aeropuerto, convertida en calle en este pequeño pueblo de 25.000 personas que sólo vive del turismo.

Nos despedimos del taxista, que nos ofrece un descuento el 30% si vamos con él al aeropuerto el último día, y nos plantamos en la Hostería Posta Sur (38 euros noche habitación doble con desayuno). Al igual que las hosterías de Ushuaia, es como una casa rural, en este caso muy grande, ya que tiene un montón de habitaciones.
Nos vamos a conocer el pueblo, a cinco minutos andando del hotel, y preguntamos precios para alquilar coches y hacer excursiones, a ver qué nos sale mejor. Cambiamos dinero, comemos en La Lechuza Pizza unas hamburguesas gigantes y nos pesa tanto la tripa que echamos una siesta, de las pocas del viaje.

Para las cinco salimos de nuevo del hotel rumbo al pueblo, y tomamos la solución intermedia. Contratamos la excursión al Perito Moreno para mañana y para el miércoles un coche, un volkswagen Gol (como el Golf de allá pero adaptado). La excursión al glaciar sale por 540 pesos por barba (casi 100 euros), pero son diez horas. Vas en barco, ves el Perito Moreno desde las pasarelas y haces un trekking de un par de horas con crampones por encima del glaciar. Había otra opción, el llamado Big Ice. Vale 800 pesos y son cuatro horas de trekking. No había plazas, así que las dudas de cuál hacer se esfuman.En este caso las excursiones también han subido mucho desde el año pasado, igual que la entrada al parque, que no va incluida y son 100 pesos más. Vamos, que aquí no pierden ni en lejía.
Tras preguntar precios en  varias agencias de viajes, cogemos el más barato para ir el miércoles a El Chaltén, una de las capitales mundiales del trekking al abrigo del mítico monte Fritz Roy. Está a 220 kilómetros de aquí, y nos cuesta alquilar el auto, con 500 kilómetros, 450 pesos, mejor que el bus y con el añadido de que podemos ir y venir cuando nos plazca.

De allí vamos a un supermercado a comprar víveres para mañana, ya que durante el trekking no hay ningún sitio donde comer,vamos a llevar todo al hotel y los chicos nos vamos media hora a correr por la ciudad, a pesar de que hace un frío que pela, unos 4 grados. Nos duchamos y nos vamos a cenar al restaurante Vere Cruz, terminando con unos licores de dulce de leche y Calafate, un fruto parecido al arañón que da nombre a este pequeño y turístico pueblo en el que no hay demasiado que hacer. Sólo sirve de campamento base para hacer las excursiones.

lunes, 3 de octubre de 2011

ARGENTINA 2011 (16ª PARTE)

DÍA 16. 2 DE OCTUBRE. USHUAIA

Hoy toca hacer traslado de hotel. Hay que dejar el que estamos a las 10.00 para ir a uno que está muy cerca, pero al cambiarnos el vuelo, como dije, tuvimos que reservar una noche en un sitio diferente. MJ y yo, como no salismos ayer, nos levantamos a las 8.30 para desayunar y preparar todo, pero a Lan y Sergio se les alargó la noche bastante, así que a las 10.00 todavía estaban en la cama y ha costado lo suyo despertarlos. ¡Menuda resaca!
Lo primero que hacemos es coger un taxi a la Hostería del Recodo (12 pesos, 14 euros la noche por persona con desayuno en habitación de cuatro), y luego ir a que estos dos figuras desayunen algo en el pueblo, que se mueren de hambre. Después tomar cafés y hamburguesas, decidimos hacer una excursión rápida al cercano Cerro Castor. Vamos a la estación de líneas regulares de furgonetas, como ayer, y nos cobran 40 pesos cada uno por llevarnos y traernos.
Llegamos en media hora, y nada más llegar vemos que en la cafetería está la selección francesa de esquí entrenándose para la próxima competición internacional que tienen. Aquí hoy hace un frió horrible y, como hay más nieve que en Europa, se vienen aquí a preparar la competición. Las vistas desde allí son muy buenas de los cerros nevados de alrededor, pero es sólo una estación de esquí alpino, con telesillas y varias pistas.

Como nosotros no tenemos intención de esquiar (casi ninguno sabemos), nos damos una pequeña caminata hasta el cercano centro llamado Las Cotorras. Allí se puede esquiar con paletas, trineos, motos de nieve e ir en un trineo tirado por perros husky siberianos. Optamos por eso, ya que además nos habían dicho que alía unos 130 pesos y vemos que allí vaía 80. Es un centro donde tienen cerca de cien perros de tiro, los acariciamos, jugamos con ellos un rato (son muy cariñosos) y después de tomar un café y unas pastas a las que nos invitan mientras esperamos, nos montamos en los trineos.
Hace un frío que pela, y nos montamos dos en cada trineo con doce perros tirando en cada uno y un conductor, por llamarlo de alguna manera. Hay tramos en los que nos llevan a 20 kilómetros, y es una experiencia interesante, aunque no hay demasiada nieve para gozarla con mucha velocidad. Volvemos tras hacernos unas fotos y nos dicen que vale 150 pesos por persona, cuando en el cartel pone 80. Nos hubierda dado igual pagarlos si desde el principio te dicen ese precio, pero esos carteles son, como mínimo, publicidad engañosa para la gente. En fin.
Nada más terminar comemos en el conocido restaurante de Las Cotorras (churrasc o, pasta, salmón...), nos damos un paseo y nos volvemos al hotel, todo hecho de madera, parece la casa de Los Picapiedra. Son las seis, pero a alguno le está pasando factura la juerga, así que nos relajamos y nos tomamos algo en el bar antes de cenar e irnos a la cama. Mañana nos levantaremos para las 7, ya que a las 9.15 sale el vuelo para El Calafate, que dura poco más de una hora. A ver si hace un poco menos de frío que aquì y no llueve, que parece que lleva unos días diluviando.

domingo, 2 de octubre de 2011

ARGENTINA 2011 (15ª PARTE)

DÍA 15. 1 DE OCTUBRE. USHUAIA

A las 8.00 suena el despertador, que para ls 9.45 queremos estar cerca del puerto para coger el autobús al Parque Nacional Tietta de Fuego. Desayunamos un sandwich de jamón y queso, zumo de naranja, yogur, algún dulce y café, y pedimos un taxi desde la hostería, donde tenemos todas las comodidades y unas vistas buenísimas del canal Beagle, hasta el puerto.

El día se presenta soleado a pesar del frío intríseco que tiene esta zona, rodeada de cerros de Los Andes con los picos nevados. Donde da el sol hace calor, pero a la sombra no hay quien aguante. Una vez en el puerto contratamos un transporte hasta el parque, protegido y que se encuentra a doce kilómetros. Nos cuesta 85 pesos, ida y vuelta, por barba, un poco caro, pero como todo en Argentina. Ahora mismo el nivel de vida, y más en el sur, es como en España, así que venir de vacaciones en dos o tres años va a estar imposible para nuestros bolsillos, especialmente si continúa la crisis.

La furgoneta, a la que llama linea regular al parque (operan tres empresas) nos para en el control de acceso, donde abonamos otros 85 pesos del ala. Tras pagar, avanzamos unos cuantos kilómetros más hasta dejarnos en uno de los puntos de estacionamiento del parque. Hay muchos, pero recién terminado el invierno la mayoría están cerrados. De todos modos, en un día no da tiempo de recorrer todo, ni tampoco en dos días.
Nuestra intención es patear todo lo que está abierto, y lo conseguimos, recorriendo en cinco horas unos 15 ó 16 kilómetros, ya que a las cinco de la tarde sale la última furgoneta hasta Ushuaia. Vamos recorriendo senderos, rodeados de lagos, con vistas chulas, aunque tampoco nada que exija semejante canon de entrada. En España sería impenesable pagar por andar, por ejemplo, por el Pirineo, pero está muy explotado turísticamente y te sacan los duros de donde sea. Sobre todo a los extranjeros, ya que los argentinos tienen precios especiales, otra discriminación que, personalmente, no me gusta nada.

Después de andar por el bosque, lleno de árboles caídos, visitamos una castorera, una especie que no es oriunda de aquí, pero que se introdujo hace algunas décadas con interés peletero, para producir tejidos, y que está afectando gravemente al ecosistema. Después vemos la laguna negra, que tiene ese color por la turba que hay acumulada, la laguna verde, y paramos a comer algo rápido en el centro de atención al visitante. Cuando salimos todavía nos quedan dos horas para coger el bus de vuelta, así que nos lanzamos al sendero Hito XXIV. A mitad de camino Lan y Sergio aceleran el ritmo para intentar llegar hasta el final del camino, casi en el límite con Chile, pero nosotros dos preferimos ir más tranquilos y disfrutar de las excelentes vistas del Lago Roca con Los Andes nevados al fondo.

Poco antes de la hora nos juntamos de nuevo los cuatro y cogemos el transporte de vuelta Ushuaia. Sacamos dinero de un cajero (las casas de cambio escasean y su horario es limitado), tomamos algo, hacemos unas compras y vamos al hotel a cambiarnos para salir a cenar. Por cierto que aquí en los cajeros te cobran una comisión extra a la de tu banco, en este caso,  4 euros por sacar unos 180 (1.000 pesos). El día se empieza a poner muy gélido, y también hay que coger ropa.

Sobre las 9.00 de nuevo cogemos un taxi para repetir cena en El Turco, donde nos comemos unas milanesas y lasagnas muy buenas mientras vemos por televisión el partido de rugby entre Los Pumas (la selección argentina) y Georgia. Acamos la cena con un Fernet, licor de aquí al que le vamos cogiendo gusto. De ahí nos acercamos a tomar algo al Dublin Pub, donde hay buen ambiente de jóvenes y turistas. Pero ya es casi la una, hace dos grados en la calle, y Mj y yo cogemos un taxi para el hotel, que mañana para las diez hay que hacer el check-out y  movernos a otro cercano.
Una incomodidad, pero al retrasarnos la aerolínea el vuelo un día no pudimos ampliar la reserva aquí en el Mirabeagle, que por cierto es muy recomendable, y nos quedaremos la última noche en la Hostería del Recodo, aún más barata pero compartiendo los cuatro habitación. A ver si Los Tres Tenores no roncamos mucho, porque MJ lo pasará un poco mal.

sábado, 1 de octubre de 2011

ARGENTINA 2011 (14ª PARTE)

DÍA 14. 30 DE SEPTIEMBRE. USHUAIA

Como para las 9.30 teníamos que estar hoy en el puerto marítimo de Ushuaia, hemos tenido que levantarnos una hora antes para desayunar (sandwiches, tostadas, dulces, zumos, cafés..) para prepararnos y llegar puntuales a la ciudad. Nuestro pequeño barco zarpaba a las 10.00, pero antes hay que pagar una pequeña tasa de 7 pesos por cabeza en el puerto para poder embarcarte. Con el recibo ya podías cruzar el cordón de seguridad y llegar hasta el barco.
El nuestro, de la empresas Las Tres Marías, era pequeñito, un antiguo barco de pesca, pero cómodo y con gente muy simpática, tanto el capitán como el guía que venía con nosotros. Al salir al canal Beagle ya se notaba sentir el frío, 0,6 grados, pero íbamos bien tapados y no hemos sufrido apenas. La primera parada ha sido junto a la llamada Isla Alicia, llena de lobos marinos.Nos hemos quedado impresionados sobre todo por el tamaño y la facha de los machos, enormes, y dando gritos ensordecedores. Ahí no te puedes bajar del barco, pero los ves de cerca a los animales y, lo aseguro, puedes sentir su hedor, insoportable como huelen los muy capullos.
Después de un rato allí hemos seguido navegando por las frías aguas del Beagle mientras el guía nos contaba curiosas aventuras del canal, su fauna, su flora... También nos han invitado a café varias veces y alfajores. Enseguida hemos llegado también a la Isla H, en la que sólo este barco puede parar y con personal limitado, diez personas. Es una pequeña isla protegida donde hemos visto cormoranes (varias colonias), asentamientos de la tribu originaria de aquí, los yámanas (sólo vive una mujer que sabe hablar su lengua hoy en día), moluscos, algas que se utilizan para hacer cremas... Ha sido un paseo de algo más de una hora y muy curioso.
Desde alli hemos emprendido el camino de regreso al puerto, llegando casi cuatro horas después de partir. Como eran las dos, y aconsejados, hemos ido rápido a comer, ya que aquí a partir de las 3 cierran las cocinas de los restaurantes. Hemos ido a El Turco, y hemos probado entre otras cosas abadejo con roquefort, muy bueno.
Al salir del bar hemos dudado si ir al hotel a descansar o hacer un pequeño trekking por nuestra cuenta que nos habían comentado. Así que hemos decidido bajar la comida andando por un bosque y luego regresar al pueblo andando. En total habremos hecho unos 12 kilómetros en tres horas calculo yo, con paisajes curiosos, muy húmedos, con pocoa vegetación y árboles muy torcidos por el viento.
Cuando nos quedaban 2,5 kilómetros para llegar a Ushuaia (hasta el bosque hay unos seis), hemos parado un taxi y hemos ido a un bar, ya que por la excursión del canal nos invitaban a unas cervezas allí, además de a unas copas de champán en el bar donde cenamos y a un descuento del 10% en el que hemos ido hoy a cenar.
Hemos tomado algo, dado un breve paseo por la ciudad, y de nuevo a llenar el buche, esta vez a La Casa de los Mariscos. Allí los chicos nos hemos decantado, por sugerencia de la camarera, por una cazuela de centolla y pulpo que estaba buena, pero se podía mejorar. MJ ha pedido langostinos al navarro, como empanados, y estaban muy ricos, la verdad. Lo que nos hemos dado cuenta aquí es que no tienen café en la mayoría de restaurantes, así que si quieres terminar una comida o cena con una buena taza (el frío lo pide), lo tienes claro. Justo salir del restaurante hay una parada de taxis, así que a las 22.30 hemos cogido uno rumbo al hotel a descansar, que ha sido un día largo y mañana queremos hacer un par de trekkings por el Parque Nacional Tierra de Fuego, uno de los grandes reclamos de Ushuaia y que comparte territorio entre Argentina y Chile.