DÍA 16. 26 DE SEPTIEMBRE. NUEVA
YORK
El día de hoy, para variar, ha
sido también agotador. Antes de las 8 ya estábamos en pie, y para las 9:20
callejeando por Manhattan. Nuestra primera visita, rumbo a Central Park, hacia
el norte esta vez, ha sido en la juguetería de Fao, donde hemos podido tocar
con los pies aquel famoso piano enorme que Tom Hanks tocaba en el clásico Big,
big, big, película con la que muchos crecimos. Lo único que te piden es que te
descalces, pero hay que hacer cola, sobre todo si te encuentras a algún niño,
como nosotros, que no se quiere ir. La juguetería está llena de cosas curiosas,
incluso los empleados te hacen demostraciones muy sorprendentes.
Seguidamente hemos ido a conocer
el enorme Central Park, con decenas de hectáreas de zona verde e instalaciones
deportivas, y con muchísimos neoyorquinos ejercitándose por allá. Nosotros,
para adelantar tiempo, lo hemos hecho en bici, ya que el alquiler lo teníamos
incluido con el NY Pass para 3 horas, y las bicis se recogen muy cerca. Eso sí,
para la hora y media ya nos habíamos cansado, y es que hay cuestas durillas por
el camino y también muchas cosas que hacer por la ciudad.
Hemos hecho algunas paradas para
fotografiarnos, en la reserva de Jacqueline Kennedy o en el mosaico que hay de
homenaje a John Lennon a pocos metros de donde lo mataron, en la puerta del
edificio Dakota, su casa. Tras devolver las bicis, hemos seguido andando hacia
el norte, en dirección a nuestro siguiente destino, el Museo Metropolitano, el
más visitado de Nueva York. Hemos parado a comer algo por el camino, y antes de
llegar al museo, sorpresa. Había un montón de fotógrafos y seguridad en la
puerta de un hotel, nos hemos quedado mirando, y en ese instante sale hacia su
coche Bill Clinton, el ex presidente. ¡Pues si que hay famosos por NY! Mj dice
que a la mañana ha visto también al protagonista de Cariño, he encogido a los
niños…, yo no me he fijado, así que no lo puedo asegurar.
Enseguida hemos llegado al
Metropolitano, cuya fachada ya impresiona. Y por dentro es espectacular, aunque
necesitas una semana para poder ver bien todas las colecciones. Nosotros solo
hemos estado dos horas, porque estábamos ya fundidos. Pero hay tantas cosas
espectaculares que a los 10 minutos ya ni las valoras, joyas de los imperios
griego y romano, de Egipto, medievales, armas y armaduras, obras de arte de
Europa, Oceanía, y América… y en el segundo piso, un tanto de lo mismo, además
de cuadros de algunos de los mejores pintores europeos de los últimos siglos:
Rembrandt, Rubens, Goya, Murillo, Zurbarán, esculturas de Giacometti, y tampoco
faltaba Picasso por allá.
Lástima no tener más tiempo y no
estar más frescos, porque lo que hay allá es digno de admiración. Estábamos tan
cansados que ni siquiera hemos ido hacia Harlem a probar suerte en alguna de
las iglesias que, además de los domingos, también los miércoles celebran misas
de gospel. Así tenemos excusa para volver otra vez…
Con las piernas ya rotas, hemos
decidido comprar la tarjeta pay-per-ride del metro, e ir desde la calle 86
hasta la 42 en un voleo (cada viaje cuesta 2,25 dólares y la hemos rellenado
con 20). De paso, hemos parado junto a la estación Grand Central, otra obra
arquitectónica de NY que merece mucho la pena.
Ya no teníamos ganas de andar
nada, así que hemos vuelto a Times Square, ya que hay unas ventanillas, la
empresa se llama TKTS, donde todos los días venden entradas de musicales para
ese mismo día con descuentos muy grandes. Suele estar llenas de turistas, y
recomiendan ir a las 3.00, cuando abren. Pero eran casi las 6.00. Nos hemos
acercado a ver lo que había, y hemos tenido suerte, había como 15 obras con
descuentos. De las más conocidas estaban El fantasma de la Ópera, Evita, Mamma
Mía y Mary Poppins, esta con un descuento del 50% (de 120 a 60 dólares, unos 48
euros), así que la hemos elegido. Aunque había otras con el mismo descuento,
esta empezaba a las 7.00 en el teatro Nuevo Amsterdam de Broadway, muy cerca,
así que nos venía genial y además nos sabemos la historia jeje
Parecía que la sala no se iba a
llenar, pero sí, y el teatro era una joya del diseño. La obras, los artistas,
sus bailes y música, han estado genial, nos hemos quedado sin palabras,
prendados de nuestro primer musical en Broadway. Suele ser lo habitual entre
todos los que vamos por primera vez, pero es que el algo que hay que ver, yo
diría que una de las cosas más imprescindibles en las visitas a la ciudad. Un
diez por el musical.
Ha durado unas 2 horas y media,
con un parón de 15 minutos entre medio, pero nos ha dado el tiempo suficiente
para en tres minutos llegar a Port Authority y coger el bus de vuelta al hotel,
al que hemos llegado en menos de quince minutos con pocas ganas de nada, solo
de echar un bocado y de irnos a dormir. Todavía quedan dos jornadas
maratonianas en la sorprendente ciudad que nunca duerme.