martes, 14 de septiembre de 2010

ASIA 2010 (23ª PARTE)

DÍA 23. 13 DE SEPTIEMBRE. LLEGADA A CASA

Después de un viaje maratoniano de once horas, a las 6.30 de la mañana (11.30 en Tailandia) hemos llegado a Copenhague. Ha sido un viaje largo, aunque nos hemos metido un pastillazo que nos ha ayudado a dormir prácticamente la mitad del tiempo. Eso sí, hacía un frío horrible. Como en la ida, el aviòn de SAS muy cómodo, y nos han dado la cena y el desayuno. Me ha hecho gracia, no me habia fijado en días anteriores, la leyenda que reza a la entrada al aeropuerto de Bangkok. Long live the king (Larga vida al rey). Y es que, aquí la familia real es casi sagrada.

En Copenhague teníamos una escala de dos horas y media, así que entre que hemos desayunado y tal, tampoco nos ha dado tiempo de mucho más. A las 9.00 cogíamos el avión a Madrid, un vuelo que es más largo de lo que pueda parecer, 3 horas y 15 minutos. A la llegada a Barajas, hemos recogido las maletas que llegaban desde Bangkok (por cierto, en ningún otro aeropuerto hemos tenido que esperar tanto tiempo) y hemos cambiado de terminal para facturar hasta Pamplona después de comer. A las 16.30 salíamos de Madrid y tres cuartos de hora después hemos llegado a Noaáin, donde nos esperaba mi hermano para volver a casa cargados como mulas. Es lo que tiene ir de vacaciones a Tailandia, otto país que nos gustaría visitar en un futuro no muy lejano.

domingo, 12 de septiembre de 2010

ASIA 2010 (22º PARTE)

DÍA 22. 12 DE SEPTIEMBRE. CHIANG MAI (TAILANDIA)

Aunque sabíamos que este momento llegaría, y no queríamos pensar en él, ha llegado la hora de hacer las maletas de forma definitiva para volver a casa. Hoy, a las 20.00 horas, cogemos el avión desde Chiang Mai hasta Bangkok, una horita de vuelo, y pasadas las doce de la noche cogeremos el que nos llevará a Madrid, adonde llegamos mañana a las 12 del mediodía después de una corta escala de dos horas en Copenhague, como en la ida.


Aunque ha sido el último día (bueno, en realidad es mañana), lo hemos disfrutado a lo grande, como merece toda despedida. Hoy hemos alargado un poco más el sueño, aunque la intranquilidad de tener quee hacer el equipaje (llevamos como 15 kilos más que en la ida) nos ha hecho levantarnos antes de lo previsto, para las 8 de la mañana. Para las 9.00 ya estábamos duchados, cambiados y con todo preparado, y antes de las diez ya nos dirigíamos a nuestra penúltima excursión del viaje, el Tiger Kingdom (reino de los tigres). Después de negociar cion tuk-tuk y taxis, hemos terminado contratando una furgoneta para cuatro horas por 300 baths. El plan era ir al Tiger Kingdom y después el templo más famoso de la zona, el Doi Suthep.

En media hora estábamos en el espectáculo de tigres, donde hemos compartido diez minutos con varios cachorros y  unos veinte con tigres adultos de unos 150 kilos. Lo bueno de aquí es que puedes fotografiarte con ellos, tocarles, tumbarte encima... es una pasada,  nunca nos hubiéramos imaginado poder abrazar a un tigre. De todas formas, hay que reconocer que da muchísima impresión entrar en su espacio con cuatro tigres, que aunque parecen mansos, no dejan de ser animales feroces con unos dientes enormes y unas patas gigantes. Al principio daba cosa, pero enseguida te hacías a ellos y ha sido una gozada. Para MJ; puede que lo mejor de todo el viaje, está alucinada.


De allí, tras otra media hora de camino, hemos llegado al templo de Doi Suthep, donde dicen que descansa una reliquia de Buda. Es diferente al resto, ya que hay campanas y gongs por todos los sitios. Para subir hay un funicular, pero hemos preferido ascender los casi 300 escalones que hay para admirar toda la decoración, que es una pasada. Desde lo alto, la subida al templo es larga y llena de curvas, había unas muy buenas vistas de Chiang Mai, y arriba había un montón de monjes rezando oraciones.


A la bajada, nos hemos ido a comer, como despedida, al restaurante Casa Antonio, que nunca falla con sus menús, y antes de ir al hotel a recoger todo el equipaje (se han portado de maravilla guardándonoslo gratis casi ocho horas) hemos tenido tiempo de ver el Sunday Walking Street, un mercado interminable con todo tipo de productos y que tiene mucha fama en el norte. En más de una hora hemos sido incapaces de recorrerlo, es tremendo y, por cierto, no se puede fumar, aunque es al aire libre. Los precios, hay de todo: cosas regaladas y otras más caras que en el Night Bazar. 
Para las 6.30 ya estábamos en el aeropuerto esperando a volver a casa después de diez minutos de carrera de taxi. Como nos esperábamos, hemos tenido que pagar exceso de equipaje, nos pasábamos en tres kilos y han sido seis euros. Como siempre, lo peor de estos viajes son los vuelos de vuelta, pero es una peaje que estamos dispuestos a asumir las veces que haga falta. En hora y diez estábamos en Bangkok, en cuyo aeropuerto hemos cenado. Y a las 00.25 de la noche cogíamos el avión hacia Copenhague, con once horas por delante.

sábado, 11 de septiembre de 2010

ASIA 2010 (21ª PARTE)

DÍA 21. 11 DE SEPTIEMBRE. CHIANG MAI Y LAOS

Hoy ha sido una auténtica paliza de día, con una excursión de más de trece horas, aunque ha merecido la pena, ya que hemos visitado dos países además de Tailandia, Laos, y la frontera de Myanmar (antigua Birmania). Y es que, los tres países tienen frontera natural en el río Mekong, que nace en China, cerca del Tíbet, y desemboca 4.900 kilómetros después en Vietnam después de atravesar seis naciones: China, Myanmar, Laos, Tailandia, Camboya y Vietnam.
Para las 6 de la mañana ya estábamos levantados, y una hora después nos dirigíamos hacia el norte de Tailandia, la provincia de Chiang Rai, para hacer un viaje maratoniano. La primera parada la hemos hecho, a una hora de camino, en un hot spring (como llaman aquí a las aguas termales). De una especie de fosas salía agia caliente y la gente se cocía allí sus huevos para luego comérselos, curioso.
Hora y media después hemos llegado al famoso templo blanco (Khun Wat Rong), situado cerca de Chiang Ra, en una pequeña población. Su arquitectura exterior es espectacular, con muchísimo adornos y estatuas que son una alegoria del infierno. Es todo blanco y en su interior hay un gran buda y unas paredes con curiosos murales en los que se mezclan figuras de fantasía con protagonistas de películas modernas como Avatar, Matrix, Saw, así como de otras más antiguas como Spiderman, Superman o la Guerra de las Galaxias. Sólo contemplar el templo ya merece la pena el viaje, es curioso y único, por lo que hemos podido ver de Tailandia, que es mucho. Es obra de un artista contemporáneo llamado Chalermchai Kositpipat, empezó a construirse en 1998 y todavía no está terminada. Se estiman varias décadas más para que está finalizada.
Unos 90 minutos después, y casi 250 kilómetros al norte de Chiang Mai, hemos alcanzado, por fin, el conocido como Triángulo de Oro, la frontera entre Tailandia, Laos y Myanmar, que es el río Mekong. Le llaman así a la zona porque hace unos años aquí se vendía gran parte del opio que se consumía en el mundo y daba mucho dinero a los agricultores de la zona, que obviamente lo cultivaban. Hoy en día, según la versión oficial, ya no hay, aunque sígue existiendo en la clandestinidad. Para cruzar a Laos hemos cogido una barco de unas 30 personas (300 baths), que primero nos ha dado un paseo por el río. Hemos podido ver cómo en las fronteras de Laos y Myanmar hay, curiosamente, sendos casinos, ya que en Tailandia estàn prohibidos y la gente va hasta allí a jugarse los duros.
Finalmente hemos llegado a una aldea fronteriza de Laos. La gente es, como podéis imaginaros, muy similar a la del norte de Tailandia (muchos de descendencia china), aunque por su forma de vestir parecen más pobres. Los productos que vendían eran más baratos, y hemos aprovechado para comprar tabaco (5 euros el cartón de Marlboro) y algún que otro souvenir. Entre las cosas curiosas que se vendían había licor de cobra y de escorpión con los animales muertos incluidos en la botella. Algunos se han atrevido a probarlos, pero la verdad es que daban bastante asquete...
Tras un rato, hemos regresado al lado tailandés para comer en un buffet libre donde había muchísima variedad, incluida ensalada mixta y espaguettis, un lujo. Cómo no, después de 20 días nos teníamos que encontrar con alguien conocido, y allí estaba un chaval de Estella, cuyo nombre no conocemos, pero al que sí hemos visto muchas veces por allí. Somos la leche, estamos en todos los sitios.
Nuestra siguiente parada ha sido en la frontera de Tailandia con Myanmar, en la población de Mae Sai. No hemos llegado a tocar Myanamar porque iban a ser diez minutos y era un poco jaleo de tiempo conseguir el visado para pasar, pero hemos estado como a 40 ó 50 metros dando un paseo por un curioso mercadillo antes de dirigirnos al poblado de una tribu Akha, que se distingue por la peculiar vestimenta de las mujeres, con ropa chillona y unos gorros singulares. Como en el poblado de ayer, estas tribus son poco auténticas, ya que al contacto con el resto de gente han perdido gran parte de su identidad y aprovechan (o se aprovechan otros) para explotar la visión romántica de las tribus que tienen algunos turistas. Aun así, es curiosa la vestimenta que llevan, y algunas costumbres que todavía mantienen, como la de comer perro. Ya nos extrañaba que hubiera tantos por allí danzando..., nos han dicho que cada familia tiene unos diez, en vez de cerdos, estos tienen perros y gallinas.

Esa ha sido nuestra última parada del día antes de volver a casa, un viaje de 3 horas y media que hemos compartido con otros chicos españoles majísimos que estaban de Luna de Miel. Pasadas las 8.30 de la tarde, y después de sortear en la calle un intenso aguacero, hemos llegado a Chiang Mai pensando ya que hay que apurar los minutos y que deberemos hacer varios tetris para cuadrar las maletas. Aun así, nos hemos ido a ver por última vez el Bazar Nocturno, a hacer alguna última compra y a cenar en Tailandia por última noche (bueno, será mañana pero en el aeropuerto de Bangkok, que no es lo mismo). Queríamos ir a un bar que recomienda mucha gente por su ambiente con música en directo, el River Side, pero nos nos ha dado tiempo ni había muchas ganas; los días son los que son para poder ver todo.

Como curiosidad, hoy nos hemos enterado que los thais no llaman a su capital Bangkok sino Kuntrep, aunque en realidad el nombre se tarda como unos quince segundos en pronunciarlo de lo largo que es y, en resumen, significa algo así como Ciudad de los Ángeles. Tampoco Chiang Mai, capital del norte del país, es así a secas. Como dato significativo, Chiang Rai es unos 30 años más antigua que su ciudad vecina.

Otra cosa que nos ha sorprendido esta noche, es que en Tailandia cualquier cosa es susceptible de pasar, como ver un elefante andando por medio de una calle al lado del mercado o divisar a pocos metros a una rata del tamaño de un gato gordito y que corría como Usain Bolt; menudo asco.

viernes, 10 de septiembre de 2010

ASIA 2010 (20ª PARTE)

DÍA 20. 10 DE SEPTIEMBRE. CHIANG MAI (TAILANDIA)

Hoy ha sido un día intenso gracias a la excursión que contratamos ayer, y aunque la mayoría de las actividades no han merecido demasiado la pena, otras sí. Para las 7.30 ya estábamos desayunando en el comedor del hotel un buffet más limitado que en días anteriores, pero suficiente, y para las 9.00 ya estábamos de camino en la furgoneta después de haber recogido a nuestros compañeros de excursión, entre ellos una pareja española de Madrid muy simpática.
La primera parada, a pocos kilómetros de Chiang Mai, ha sido en una granja de orquídeas, con flores muy llamativas de colorines, y en un pequeño mariposario, o como se llame, donde estos animales campan a sus anchas. Curioso, pero no para dedicarle más de media hora. Después, nos han llevado al río para hacer un descenso en una barca de bambú, también una actividad un pelín flojilla, ya que dura poco y tampoco ves demasiadas cosas, salvo río y apenas animales, si eliminamos los insectos. Por si acaso, nos han recomendado dejar la cámara y la mochila en el coche. Otros grupos iban con salvavidas, nosotros no, aunque todavía no sé por qué.
La siguiente parada, de una hora, ha sido en una cataratas enanas, vamos que se ve que paras ahí porque pilla de camino, ya que la caída es de apenas tres o cuatro metros, y el Nacedero del Urederra le da mil vueltas. Lo único bueno es que abajo te puedes bañar, pero ha llovido últimamente y el agua estaba un pelín color chocolate, así que no nos hemos metido.

Después ha llegado, sin duda, lo mejor del día y una de las cosas más divertidas de todo el viaje, montar en elefante. Primero te hacen subirte a una especie de plataforma para, desde allí, situarte a la altura de la silla que lleva incorporada el animal. En principio, no hay ningún problema, ya que llevas un "conductor" o domador que guía al elefante subido en su cuello, pero aún así se pasan momentos de tensión ya que se tambalea una barbaridad, no siempre hace caso aunque va despacio y el recorrido tiene unas pendientes embarradas con un desnivel que rondará el 20% o más. Así que había que agarrarse más que fuerte, como en una montaña rusa.. Además, nuestro animal (tiene 37 años)  ha sido durante la primera mitad del recorrido el más insumiso, se paraba donde quería a mear, a comer, había momentos que parecía que no quería arrancar en medio de una gran bajada...

Después se ha tranquilizado un poco más, en la zona llana, y así hemos llegado hasta otra plataforma donde por apenas 20 baths (50 céntimos) podías comprar como una docena de plátanos pequeños para darle de comer al animal. Nada más comprarlas, nuestro domador me ha hecho ponerme en su sitio para darle las bananas mientras él se bajaba al suelo a hacernos fotos con nuestra cámara. Como ya el otro día le di a un bebé elefante, más o menos lo tenía dominado. Pero era darle un plátano y a los 5 segundos otra vez levantaba la trompa hacia donde estaba yo para que le siguiera dando, así que hasta que se los ha zampado, en apenas un minuto. El guía, un chaval joven, se ha portado muy bien y nos ha hecho un montón de fotos desde todos los ángulos, aunque se nota que se dedica a llevar elefantes y no a hacer fotos.
Después, cuando tocaba regresar al punto de partida, he tenido la suerte (al principio pensé que la desgracia), de que el guía se montase al lado de MJ y me dejase a mí ir sobre el cuello de elefante manejándolo de alguna forma, aunque él iba atrás hablándole. Yo pensaba que iba de coña, ya que en el resto de elefantes nuestros compañeros iban todos atrás, y que enseguida me cambiaría el sitio, pero qué va. He ido todo el regreso sobre la cabeza del animal. Agitaba un montón la cabeza y sus pelos, duros como escarpias, se me clavaban por todas las piernas, pero ha sido una sensación única y que no olvidaré nunca. Al principio iba con mucho miedo y con las piernas en tensión, mientras con los brazos me agarraba a la silla de atrás. Y eso que era en llano, pero cuando pensaba que teníamos que volver a pasar por las cuestas del principio, me entraban los sudores fríos.He tenido suerte, porque apenas se ha hecho el remolón en la vuelta y no se ha parado en las ascensiones. Y no sé cómo lo hacen, pero en algunos tramos parecía imposible pasar, no había espacio.
Además, el paquidermo de al lado iba con una cría que hacía lo que le daba la gana, asi que la madre se paraba continuamente, y una vez que se ha caído el bebé (se ha dado un golpe terrible), se han empezado a revolucionar todos los elefantes y pensábamos que la habíamos liado, pero no, ha habido suerte. Al final yo iba ya casi sin agarrarme y acariciándole la cabeza, pero por desgracia cuando más he empezado a disfrutar se ha terminado una experiencia que merece mucho la pena.


A la salida vendían una foto que nos han hecho subidos en el elefante con un marco muy chulo que está hecho con caca del animal reciclada (deben tener mucha materia prima, porque menudos regalitos dejan los amigos a su paso). Es un bonito recuerdo, y creo que el precio era de 150 baths. A pocos metros de allí hemos comido con los compañeros de excursión en un buffet sin gran variedad pero la comida estaba buena, sobre todo el arroz picante y el pollo con salsa picante, aquí todo es picante.

Nada más terminar, la siguiente actividad era dar un paseo de unos veinte minutos en un carro tirado por bueyes. Ha sido una de las cosas más sosas del día, pero nosotros no la habíamos contratado, así que no nos íbamos a quejar de nada, digo yo. Antes de volver al hotel, algo antes de lo esperado, hemos ido hasta el campamento donde vive una tribu del norte de Tailandia y que, parece ser, llegó aquí desde China pasando por Laos. Son las conocidas mujeres jirafa, que llevan un montón de anillos dorados en el cuello. Según nos han dicho, pueden llevar hasta seis kilos en el cuello, una barbaridad.

Al parecer, antiguamente llevaban los anillos para protegerse el cuello de los animales, y al llevar los collares tienen un cuello super alargado. Hoy en día ya lo hacen sólo por belleza, aunque no toda la tribu los lleva. Nos han dejad coger un collar y la verdad es que pesaba un huevo y la yema del otro, no sé cómo pueden soportar tanto peso. La guía nos ha dicho que el primer anillo se pone a los cinco años, y luego otro más cada dos años.

La realidad es que el campamento está muy montado para el turismo y las propias chicas (no hemos visto ni a un hombre) te venden artesanías y otras cosas, pero es muy curioso. A pesar de que mucha gente cree que no pueden quitarse el collar porque se les rompería el cuello, no es verdad, lo que pasa que se les queda tan alargado (en las fotos de abajo, sin y con collar), que por estética no se lo quitan. Allí había también mujeres con unos pendientes gigante que les deforman las orejas, las tenían muy grandes.

Esta visita ha sido la última del día antes de regresar al hotel, despedirnos de nuestros compañeros de expedición y echarnos un rato a descansar, que mañana nos espera otro día largo repleto de actividades y esta noche queremos salir de compras a tope. Antes, seguramente, nos demos un masaje tai. Te enredan todo el cuerpo, desde los dedos de los pies hasta las orejas, a ver qué tal. ¡Ah!, que no se me olvide comentar una anécdota de la conducción aquí, en Chiang Mai. Nuestro chófer de hoy parece que se las sabe todas, ya que es capaz de andar medio kilómetro de desvío para evitar un semáforo en rojo y volver por el otro lado; lo bueno es que le salía bien la jugada, porque siempre adelantábamos a varios coches. Además, llegando a la ciudad, cuando había un atasco enorme, coge el tío y se ha subido con la furgoneta por la acera, más ancho que largo, y se ha saltado el atasco. Un fenómeno.

Después de reposar un rato y cambiarnos de ropa, hemos sacado un hueco en nuestra apretada agenda (es broma) para darnos, por fin, un masaje. Nos habían dicho que el thai, por todo el cuerpo, duele un poco, así que MJ ha optado por el de los pies, aunque al final le han enredado hasta la cabeza. Yo he optado por el tailandés. Empiezan por los pies, apretando músculos y tendones, suben por las piernas haciendo un estiramientos increíbles y después te dan la vuelta, enredándote la espalda (ahí sí que dolía, te clavan las rodillas con mucha fuerza) y bajando de nuevo hasta los pies. También te tocan los brazos, las manos, todos los dedos, la cabeza y, finalmente, te pones de espalda a la masajista y te estira la espalda y te saca toda las tabas, igual que en el cuello. Es una experiencia muy agradable, porque notas cómo manejan tu cuerpo, aunque duele un pelín eso es verdad. Sales como nuevo, aunque los gemelos los tenía doloridos, ya que aprietan siempre con mucha fuerza. Te ponen una toalla para que notes menos la presión, y antes de tumbarte en la camilla te cambias de ropa, poniéndote un pantalón ancho tai que te llega hasta casi los sobacos (como Julián Muñoz) y una camiseta también tipo tailandesa de manga corta y muy fina.
Como ya sabíamos, muchos masajes en este país acaban con Happy end (final feliz) en el caso de los hombres, vamos, con sexo. En mi caso, aunque no hemos ido a un cuchitril, sino a un sitio serio y muy higiénico, también me han dejado entrever, con mucha sutileza, si quería un Happy end. La verdad es que me he quedado un poco flipado, pero por lo que veo aquí es algo normal, y hay mucha demanda, si no no se haría. También por la calle, en las entradas de los bares, ves un montón de chicas en minifalda con hombres mayores, y no tan mayores. Y eso que la prostitución está prohibida, que si no... A nosotros nos parece que esto le quita encanto a un país precioso, pero se ve que deja mucho dinero y atrae a muchísimos turistas. Otra cosa que nos ha chocado en los últimos días es la cantidad de lady boys (travestis de chicos a chicas) que hay, una pasada. Y está super asumido, vamos, que trabajan igual que el resto de los mortales sin tener que dedicarse necesariamente al negocio del sexo. Ahí están más avanzados que en España.

Después del masaje, hemos ido a pagar la excursión a Chiang Rai y el triángulo de oro (frontera con Laos y Birmania) que reservamos ayer. La chica se ha estirado un poco más y nos ha dejado el precio en 85 baths persona (21 euros). Es regalado, ya que son trece horas de viaje hasta el punto más al norte de Tailandia. La única pega es que no se podía pagar con tarjeta de crédito, como en muchísimos sitios en los que hemos estado. Ese es un fallo que tiene Tailandia, pero también Indonesia.


Más tarde hemos regresado al Night Bazar para hacer el grueso de las compras y regalos para la familia y amigos. Hoy era el día, ya que mañana llegaremos tarde de la excursió y quizá no tengamos ganas de nada. Como ya sabíamos más o menos lo que queríamos, hemos decidido, y creo que ha sido un acierto, comprarle prácticamente todo al mismo venderos, y así lograr un mejor precio. Ha sido una negociación larga ya que hemos comprado muchas cosas. Le podíamos haber sacado todo por menos dinero, pero es que el hombrecillo era muy gracioso, te decía todo el rato que "por favor, por favor" no rebajases más. Nos ha caído bien y no le hemos apretado mucho más las tuercas, aunque cada precio tenía que consultarlo con su boss (su jefa), que estaba en el puestecillo de enfrente. Luego otra odisea era encontrar las tallas entre tantas cosas que tenía, vamos que nos hemos pegado un buen rato allí. Al final no sabía cómo agradecernos que le hayamos dejado semejante compra, y como todos los tailandeses cuando estás en su negocio, nos saludaba con las dos manos juntas y bajando levemente la cabeza a la vez que decía "apulha", o algo parecido, que debe de significar gracias.

Finalmente, hemos sacado mucho mejores precios aún que lo que cuenta la gente en los foros de Internet, asi que se ve que tantos días por aquí, y haber pagado ya el pato con antelación, nos ha dado mucha práctica. Para terminar el día, hemos regresado a Casa Antonio, ya que ayer cenamos muy bien y hoy casi mejor por apenas 20 euros, entre otras cosas, un solomillo de buey que estaba exquisito, se deshacía en la boca. Ha sido la despedida a nuestro antepenúltimo día en Tailandia, un país que dejaremos con mucha pena el domingo.

jueves, 9 de septiembre de 2010

ASIA 2010 (19ª PARTE)

DÍA 19. 9 DE SEPTIEMBRE. CHIANG MAI (TAILANDIA)

Bueno, pues ya estamos en las montañas del norte de Tailandia, para muchos en la zona más bonita del país. Nuestra sede hasta el domingo, cuando cojamos el avión de vuelta a casa, será la ciudad de Chiang Mai, que no llega a 200.000 habitantes, nada que ver con Bangkok y mucho más verde, con, dicen, gente mucho más amables y precios más baratos que en el resto de la antigua Siam.
El viaje hasta aquí no se ha hecho pesado. Tras desayunar, hemos cogido la van al aeropuerto junto con otra ocho personas, una de ellas un valenciano muy simpático, Pol, con el que hemos estado charlando hasta la hora de embarcar. El viaja solo por aquí y hemos compartido experiencias y recomendaciones. A las 9.00 ya estábamos en el aeropuerto de Phuket, muy pequeñito comparado con otros que hemos visitado. Nuestro vuelo con Air Asia a Chiang Mai salía a las 10.35 y, aunque parecía que saldría con mucho retraso, hemos empezado a embarcar a las 10.25 y nada más montarnos ha arrancado el avión, así que ha cumplido el horario escrupulosamente. No sé por qué en otros vuelos se tarda tanto en arrancar, porque está visto que es suficiente este tiempo. Desde luego, la experiencia que hemos tenido con esta compañía low-cost (son ya cinco vuelos con éste), es magnífica.

El avión nuevamente iba medio lleno, así que hemos podido cambiarnos de asientos para ir más cómodos y echar una cabezada. Antes de la hora prevista, en unas dos horas, aterrizábamos en Chiang Mai y ya desde el avión se podía ver un paisaje montañoso. En cinco minutos, increíble en Europa, ya teniamos las maletas en la mano y el taxi al hotel, el Imm Thapae, nos ha costado sólo 3 euros y unos 10 minutos desde el aeropuerto, así que para la 1.15 ya estábamos comiendo en el bar de abajo. Por cierto que el hotel está muy bien, sin grandes lujos, pero incluye desayuno, está nuevo, tiene pantalla plana, aire acondicionado y está muy céntrico, casi en la Old City (la ciudad antigua). La noche nos sale por 23 euros a los dos.

Después de comer hemos negociado con un tuk-tuk para que nos lleve al zoo, que está a cinco kilómetros. Nos lleva por dos euros. Más que todo, queremos visitar el zoo porque nunca hemos visto un oso panda y nos apetece verlos y pasar allí un buen rato. La entrada al zoo es regalada, 100 baths personas, y hay que abonar otro tanto por ver a los pandas, tres que tienen hasta aire acondicionado en su estancia. Merece la pena la visita, porque también hay koalas (que duermen 20 horas al día), leones, tigres blancos y tigres normales, leones, pumas, panteras, elefantes, cocodrilos, reptiles, todo tipo de aves..., vamos, que es un zoo muy completo y que se puede ver en cuatro o cinco horas yendo en coche o moviéndote por allí en un trenecillo. Nosotros lo hemos visto en dos horas y media, porque no había tiempo para más ya que cerraban.

Para volver al hotel, a un cuarto de hora en vehículo, lo hemos hecho con una furgoneta compartida con otros chicos y un conductor muy simpático, aunque no hablaba ni papa de inglés. Me ha dejado montarme adelante con él porque iba fumando, y al resto les ha hecho ir atrás. Cuando llegamos al hotel nos sorprende lo cerca que tenemos el Night Bazar, está justo en la otra acera del hotel, así que hay que aprovechar. Pero antes tenemos que reservar las excursiones para mañana. Al llegar, el conductor del tuk-tuk de antes nos ha dado su tarjeta para que le llamemos si necesitamos ir a algún sitio. Se gana la vida así, pero lo hace con mucha simpatía y sin agobios, no como en Bangkok. Y cada vez que pasamos a su lado, tiene el puesto en la puerta del hotel, nos saluda con la mano. Un artista.

Lo primero que hemos hecho nada más salir por la tarde es mirar dos o tres agencias de excursiones para ver cuál era la que más nos convenía. Nos han recomendado un trekking de dos días por la selva, pero hay que dormir en una cabañas en el poblado de una tribu, y MJ no estaba por la labor, le dan mucho asco los bichos y no quiere pasarse la noche sin dormir. Así pues, hemos optado por una que dura unas ocho horas e incluye visitar a la tribu de las Mujeres Jirafa (Karen long neck), un paseo en elefante por el bosque, media hora de descenso por el río en balsa de bambú, la visita de unas cataratas, una horita de trekking y de una granja de orquídeas. No sé si me dejo algo. Más o menos todas las agencias ofertan lo mismo con alguna variante, pero la chica nos ha caído simpática y encima nos ha hecho un descuento de buenas a primeras. Entre eso y que teníamos prisa, hemos aceptado (son 20 euros por persona y estaremos con ellos desde el punto de la mañana hasta las cinco de la tarde), así que nos espera un día entretenido. También hemos reservado con ella la excursión de pasado mañana a Chiang Rai por 100 baths más, aunque son doce horas y será un gran palizón.

Con los deberes hechos, hemos ido a sondear un poco los precios del Night Bazar (Bazar Nocturno), ya que aquì tenemos que hacer todas las compras que nos faltan y tiene los mejores precios de toda Tailandia, según dicen. Las camisetas, por lo que hemos visto, sí que se pueden sacar a mejor precio que en Bangkok, pero hay cosas como los relojes de imitación que se columpian mucho comparado con Bali. Al mirar un puesto de relojes, el chico, que chapurreaba cuatro palabras en español, nos ha dicho que le acompañásemos a la trastienda. De entre medio de la pared donde colgaba mucha ropa ha aparecido una cerradura y dentro cientos de relojes. Eso sí, no había quien le bajase de 35 euros, igual que con los bolsos, que pedía otros 35 y se reía de nuestras ofertas.

El Bazar tiene un montón de puestos, pero el género varía poco entre ellos, y los precios tampoco. Empiezan pidiéndote el doble o más de lo que te piden cuando haces ademán de marcharte. Entra dentro del show del regateo, pero aquí parece la gente muy simpática, y si le vacilas un poco, ellos se ríen también, sin malas formas.

Caminando por los puestos, hemos visto de repente un restaurante que recomienda la Lonely Planeta, Casa Antonio, y que como os podréis imaginar es de un español, con comida típica (aunque tampoco hay mucho, pan con tomate o tortilla de patata) y también con menús propios de Alemania, tipo cervecería. Recordando Munich, me he pedido un codillo a la brasa que no he podido terminar, mientras que MJ se ha decidido por el escalope. Era gracioso, porque los camareros hablan algo de español y, además, el servicio es buenísimo, también el precio.
De allí, y antes de regresar al hotel, hemos picado alguna cosa: un fular, un cinturón y una mochila de monte para llevar mañana al trekking. Es imitación de Norh Face y la hemos sacado por unos 10 euros, aunque seguramente podríamos haber regateado más. Es chula y nos viene de perlas para mañana. Nuevamente nos toca madrugar, pero madrugar para disfrutar no es lo mismo que cuando suena el despertador para otra cosa. Y hay que aprovechar a tope, que ya nos queda muy poco.

miércoles, 8 de septiembre de 2010

ASIA 2010 (18ª PARTE)

DÍA 18. 8 DE SEPTIEMBRE. PHUKET (TAILANDIA)

Hoy, nuestro último día en la isla de Phuket, por fin el sol se ha dignado a salir, noticia que sería portada de periódico aquí. Después de tres días aguantando tormentas y chaparrones, estamos disfrutando de un día playero en toda regla, y eso que cuando nos hemos levantado, antes de las 9.00 de la mañana, todo apuntaba a que se mantendría la tónica general de lluvia de estos días. De hecho, los suelos estaban mojados, por lo que ha caído una buena esta noche.

Como no presagiábamos nada bueno, nos hemos tomado el desayuno con má tranquilidad de lo habitual, probando un poco de esto y un poco de aquello. Después, hemos subido a la habitación a enredar un poco en Internet y a decidir qué planes podíamos hacer hoy: si pasear un rato hasta la playa para, al menos, verla, y al gimnasio, o darnos por fin un masajito tailandés (los estábamos reservando para cuando vayamos al norte). Mientras decidíamos, ha empezado a salir el sol a lo lejos, así que enseguida nos hemos puesto los atuendos veraniegos, y nos hemos ido hacia la playa, que está a sólo 250 metros del hotel pero que no habíamos visto porque siempre nos tocaba el callejón de acceso por la noche y con muy poca luz.

Como nosotros, yo creo que todos los turistas han hecho lo mismo. El agua también es bastante transparten aquí, aunque arrastra hojas y hasta algún tronco hasta la orilla. Como la marea estaba alta, no había mucho sitio para plantar la toalla, y casi todo estaba ocupado por hamacas de pago. Hemos sido sin dinero ni nada, así que hemos plantado la toalla en un huequillo que había por ahí. Sin ser un día espléndido de sol, sí calienta Lorenzo y hemos disfrutado, porque había unas olas gigantes también aquí. Mucha gente ha optado por alquilar motos de agua (1.500 baths una hora), nosotros nos hemos pegado dos horitas a la bartola: toalla, agua, toalla, agua...
De ahí nos hemos ido a la piscina del hotel, que somos más de agula dulce, y así hemos pasado la mañana, sin acordanos ni siquiera de comer, queremos aprovechar todos los rayos de sol posibles, ya que no habrá más días de playa y piscina estas vacaciones. En Chiang Mai,, último destino y al que llegamos mañana al mediodía, haremos varias actividades, pero nada de tumbarnos a la bartola a ponernos morenitos.

Al final, nos hemos pegado hasta las 4 de la tarde en la piscina (fotografiándonos mientras hacíamos el chorra), con un breve descanso para comer algo en el bar que hay frente al hotel, donde por cierto nos han dado muy bien unos sandwiches y unos fritos de gambas, qué vidorra. Claro que tantas horas de sol, y a pesar de la crema, nos han dejado un poco colorados, por eso nos hemos aguantado hasta el final. Una cosa es ponerse moreno y otra es quedarse rojo y con todo el cuerpo escocido. Después hemos aprovechado para organizar las maletas por penúltima ocasión en este gran viaje por Asia y salir a la calle a tomar algo para refrescarnos y a buscar un transporte que nos lleve mañana, sobre las 7.30 de la mañana, al aeropuerto.  A ver si hay suerte. Lo que sí hemos descartado es el masaje, ya habrá tiempo en los próximos días.

Al final, encontramos una furgoneta que nos lleva a los dos al aeropuerto, una  hora de camino, por 500 baths (250 por persona) junto a otros turistas. El taxi nos pedía 750, pero esta opción es igual de cómoda, porque viene a recogernos a la puerta del hotel. Además, hemos aprovechado para hacer alguna compra de última hora, tomarnos varios refrescos, que estábamos deshidratados, cenar en un restaurante italiano y hacernos unas fotos con un bebé elefante, de nombre Nadia, al que podías alimentar con plátanos por 20 baths. Y cómo comía el jodido, no paraba... Ha sido una buena despedida de Phuket, ya que después del dia tan bueno que nos ha hecho, nos vamos con muy buena sensación, como de todos los lados.


martes, 7 de septiembre de 2010

ASIA 2010 (17ª PARTE)

DÍA 17. 7 DE SEPTIEMBRE. PHUKET (TAILANDIA)

Hoy, por fin, hemos visitado las famosa islas Phi-Phi y, de paso, hemos conocido a otro de los fenómenos más característicos de este país, el Monzón. Hemos pasado ratos de miseria absoluta con la lluvia, pero las islas merecen la pena, y no quiero ni pensar lo que serán en un día soleado, una pasada. La arena es fina y blanca; el agua, en los primeros metros de costa, es azul clara y a la vez deja ver el fondo; los paisajes selváticos, como en la serie de Perdidos, y además hay miles de peces de colorines. Una experiencia que sin duda merece la pena, aunque en estas fechas la lluvia puede, nunca mejor dicho, aguarte la fiesta.


 Para las 7.00 de la mañana ya estábamos en pie, y después de ver el cielo nos las prometíamos felices. Pensamos que el tiempo nos daba una tregua, no es que brillase el sol, pero no había muchas nubes y algún rayo parecía intuirse en la distancia. Con esos ánimos hemos bajado a desayunar y a las 8.20 ya estaba nuestra furgoneta en el hotel para recogernos junto a otros cuanto turistas de varias nacionalidades.

El viaje hasta el puerto ha durado apenas diez minutos, hemos tenido suerte porque los de nuestro hotel hemos sido los últimos en montarnos y nos hemos ahorrado tener que ir recogiendo a la gente por sus hoteles. Sobre las 9.00, nos montábamos en nuestra lancha rápida unas veinte personas. Nosotros hemos optado por ir adelante (en la proa, creo que se llama), al aire libre para ver bien los paisajes y que nos diera el aire, evitando los mareos. Después de una hora, más o menos, hemos llegado a la íncreíble Maya Bay, donde se rodó la película La playa. Es como en las postales, una joya paisajística, aunque estaba infestada de turistas y eso le quita un poco de magia; y eso que es temporada baja, no quiero ni pensar lo que será en enero o febrero. El agua, además, estaba caliente y hemos hecho una pequeña incursión en la isla, aunque enseguida se ha puesto a jarrear y ya no nos ha dado tregua hasta el final de la excursión. Ha diluviado durante prácticamente cinco horas y en la lancha, que era semicubierta, había goteras, por lo que íbamos todos como parajaritos, congelados.
Después hemos visto desde la lancha la Cueva de los Vikingos y otra pequeña cala antes de hacer esnorkel. Han parado la speed-boat a pocos metros de la orilla, y ahí nos hemos lanzado al medio de mar a ver peces de colores. Ha sido una de las mejores cosas de la excursión, ya que desde el barco nuestro conductor lanzaba pan donde estábamos, y venían cientos de peces a comer a nuestro lado. Aunque seguía lloviendo a mares, dentro del agua no importaba y se estaba muy calentito.
Tras media hora, nos han llevado a Phi-Phi Don, otra isla donde todas las excursiones paran a comer un buffet incluido en la excursión: había espaguettis, arroz, aros de cebolla y carne con salsa, además de sandía y piña de postre. La bebida, salvo el agua, no estaba incluida, pero no ha estado mal. A la una del mediodía ya habíamos comido y nos dirigíamos a la siguiente parada: la isla de los monos. Algunos se han bajado a darles plátanos (es una minicala) y uno, al menos, se ha llevado un buen arañazo. Nosotros, entre la lluvia y que queríamos evitar cualquier arañazo o mordedura de los macacos, los hemos visto desde el barco.

Desde allí nos hemos dirigido a nuestro último destino, Khai Nai. Está como a una hora y se hace un paco largo el trayecto, sobre todo cuando la lancha pega unos botes que parece una montaña rusa. El mar estaba picado en algunas zonas y la barca parecía que volaba.  Además, íbamos calados, algunos hasta tiritaban. Al llegar a Khai Nai, nos hemos refugiado en el primer bar que hemos visto a tomar un buen café caliente a precio caro, pero hubiéramos pagado lo que pidieran para entrar en calor. Teníamos una hora para ver la isla, cuando había pasado la mitad del tiempo ha habido suerte, ya que la lluvia ha parado y hemos podido darle una vueltilla al islote. Hemos estado echando pan al mar y venían los peces como locos, también hemos visto erizos de mar, una especie de medusa gigante... y el agua seguía siendo limpísima, así que el menos hemos tenido un rato de disfrute y hemos empezado a secarnos.

Cuando mejor lo estábamos pasando, ha llegado la hora de volver a embarcar, y en poco más de media hora ya estábamos en el puerto, donde nos esperaba la furgoneta para traernos al hotel. La excursión le hemos hecho con Siam Seacanoe, creo que se llama la empresa, y la verdad es que la gente que iba en el barco, los currelas, eran super simpáticos, siempre con una sonrisa en la boca. Además, te daban refrescos gratis durante todo el viaje. Eso sí, supongo que todas las empresas serán similares, incluyendo las mismas cosas y visitas. Al llegar al hotel, sobre las 4.30, lo primero que hemos hecho ha sido darnos una ducha caliente, y qué bien nos ha sentado, nos hemos recuperado, aunque el cuerpo sigue jotero, como si fuésemos todavía en el barco, sentimos vaivenes de vez en cuando.

Tras arreglarnos, nos hemos ido a cenar pronto, -estamos hechos unos guiris y para las 7.00 ya hay hambre-, y luego de compras. MJ se ha hecho con un bikini que tenía ojeado desde hace días, y también hemos comprado, por fin, el bálsamo de tigre, un producto muy conocido en Tailandia, tipo medicamento, que sirve, según dicen, para aliviar las picaduras de insectos, para lumbago, dolores musculares, quemaduras..., esperemos no tener que probarlo. El tarrito grande nos ha costado como unos 95 baths, aproximadamente.

A estas alturas, las 9.30, ya estamos en el hotel, un poco cansados de tanto ajetreo y casi rezando para que mañana, nuestro último día en la playa, haga por fin un día en condiciones. Sabíamos que septiembre es época de lluvias aquí, pero que llovía la mitad de los días o menos, o si no, un ratillo por la mañana y otro por la tarde. Nos habían dicho que casi todos los días había ratos de sol..., pero creo que hemos tenido mala suerte. Seguimos esperando.

lunes, 6 de septiembre de 2010

ASIA 2010 (16ª PARTE)

DÍA 16. 6 DE SEPTIEMBRE. PHUKET (TAILANDIA)

Ayer caímos rendidos en la cama pronto, así que hoy, de forma involuntaria, hemos amanecido poco después de las 7 de la mañana, y eso que no teníamos nada que hacer. Por desgracia, el tiempo no mejora, y sale un rayo de sol cinco minutos, y acto seguido se pone a llover, por momento de forma torrencial. Me parece que poco color vamos a coger por aquí, de donde nos iremos el jueves pronto por la mañana.

Teníamos hambre, así que hemos bajado pronto a desayunar. El buffet es bastante variado, desde huevos fritos con bacon, a ensaladas, tostadas, pastelitos, cafés, zumos, batidos..., está muy bien, aunque el bacon debe de llevar horas frito, porque está más duro... Como sigue lloviznando, decidimos probar el jacuzzi de nuestra terraza para relajarnos un poco. La monotonía nos puede y mientras MJ sigue arrugada en el jacuzzi yo me quedo frito en una de las camas de la habitación como una hora, el tiempo justo para hacer hambre y buscar un sitio donde comer. Ayer comimos a gusto en uno que está muy cerca del hotel, así que decidimos repetir con diferente menú. Tienen de todo, incluido marisco, aunque decidimos dejarlo para la cena de uno de estos días.

Nada más terminar, de regreso al hotel, optamos por estrenas la piscina, con tan mala suerte de que a los diez minutos empieza a jarrear. Todo el mundo se va menos nosotros, ahí nadando mientras llueve, pero cada vez cae más, así que decidimos irnos a la habitación a la espera de que escampe. Mientras vemos la tele, intuimos un rayo de sol, y ahí que vamos a la terraza.

Esta tarde no sabemos muy bien qué hacer, si ir al gimnasio del hotel a hacer un rato de ejercicio después de tantos días de hacer el vago o dar un paseo hacia la playa. Nos estamos acostumbrando a dar largos paseos, tanto que me ha vuelto a salir mi sexto dedo del pie, una ampolla junto al dedo pequeño que aparece de vez en cuando, sobre todo en vacaciones...jeje También tenemos dudas sobre qué hacer con respecto a la excursión a las islas Phi-Phi, ya que el tiempo es tan inestable que seguramente nos llueva. Hay dos opciones, una en barco que dura 6 horas y cuesta 45 euros por barba, u otra en lancha rápida que cuesta 70 y es de 10 horas. Por supuesto, las dos incluyen comida y en la más cara ves más cosas..., claro que siempre que nos llueva, porque ya nos han advertido que si cae bastante la lancha es un poco peligrosa. Nos daría pena irnos de aquí sin ver una de las maravillas de Tailandia, como son las islas, pero no sabemos qué decidir.

Al final, nos hemos animado a ir al gimnasio unos 45 minutos para empezar a recuperar la forma, y de allí a la piscina a darnos el último baño del día (estábamos solos) antes de dar una vueltilla por la zona para reservar, al final sí, la excursión a Phi-Phi Island. Sólo nos queda cruzar los dedos para que no tengamos un día de perros. A las 19.3o nos hemos ido a dar una vuelta, y enfrente del hotel hemos visto que vendían excursiones, muchas, entre ellas la de Phi-Phi en speed boat (lancha rápida). El precio marcado en el folleto era de 2.800 bahts persona (traducido, 70 euros), pero le hemos dicho que era caro, y al ser última hora del dia y temporada baja, con el mal tiempo y todo eso, nos ha hecho sin más un descuento que nos ha hecho decidirnos, ya que sabemos que es el precio normal: 1.500 baths (37 euros). Además, si mañana nos levantamos y está jarreando, le tenemos que avisar media hora antes de que no queremos la excursión, que la dejamos para el día siguiente. Es un buen detalle, ya que las lanchas parten haya sol, nubes, agua y hasta granizo si hace falta.


Nos recogen en el hotel a las 8.15-8.30 y nos devuelven sobre las 5 de la tarde, así que echamos el día en la excursión, nueve horitas. Incluye la comida, así como bebidas frías, fruta y dulces durante toda la jornada. En la excursión te recogen en el hotel, te llevan al puerto de Chalong Bay, y de allí en una hora, más o menos, empiezas a ver cosas: la famosa Maya Bay (donde se rodó parte de la película La playa, de Leonardo di Caprio)  y donde puedes bañarte y tomar un poco el sol o lo que haya. Después nos llevan a Loh Samah Bay a hacer esnorkel y alimentar a los peces de colorines. Más tarde se visita también la Pileh Cove, una especie de laguna, y la Cueva Vikinga. Después te llevan a la playa de los monos, donde puedes darles plátanos (a nosotros nos dan bastante asquete), nadar y hacer esnorkel en el arrecife de coral, que debe de ser una pasada. Al final te lle va la isla Phi Phi Don, donde se para a comer una especie de buffet. A última hora, antes de regresar, veremos la isla Khai Nai, donde se puede nadar, hacer esnorkel, alimentar a los peces... A las 16.00, más o menos, partiremos para aquí.

Con este programa, nos toca madrugar así que ahora que son las 11.00 nos vamos ya para el sobre, que estamos cansados de no hacer nada. Cuanto menos haces, menos quiere el cuerpo. Y, qué narices, son vacaciones, una oda a la vagancia.

domingo, 5 de septiembre de 2010

ASIA 2010 (15ª PARTE)

DÍA 15. 5 DE SEPTIEMBRE. DE REGRESO A TAILANDIA

Hoy de nuevo toca hacer las maletas, aunque ya le hemos cogido el truco y nos cuesta poco tiempo. No madrugamos mucho, nos aseamos y vamos corriendo al Seven Eleven que hay a 50 metros del hotel para compran el desayuno: un par de batidos de chocolate (aquí la marca Milo triunfa como el Cola-Cao allí), un Nescafé frió en late y un par de bollos para empezar con energía la mañana.

Acabamos todos los preparativos antes de tiempo, así que entregamos las llaves y mientras fumo un cigarrilo fuera se baja un cliente de un taxi, así que aprovechamos para decirle al conductor que nos lleve al aeropuerto. Son apenas 15 minutos de trayecto desde Geylang y unos 14 dólares la carrera (9 euros). Por primera vez en estas vacaciones, vemos llover a cántaros. Esperamos que en Phuket, la isla de Tailandia a la que vamos, cambie la cosa, aunque es temporada de lluvias y seguro que algún chaparrón cae. Eso sí, octubre debe ser todavía peor.


Facturamos las maletas, nos aseguramos de que el vuelo del último día de Chiang Mai a Bangkok no ha cambiado el horario otra vez, pasamos el control de pasaportes muy rápido y nos vamos al mostrador donde presentas el justificante de productos que has comprado allí y te devuelven prácticamente todos los impuestos. Tardamos cinco minutos. Se ve que Singapur es un paraíso de las compras, porque allí hay gente con varias televisiones, ropa de marca, colonias... Y el aeropuerto es de lo mejorcico que hemos visto, tiendas de fotografía y electrónica con precios rebajados, pequeños cuartos de estar con sofás y tele para los niños, mucha decoración y una sala para fumadores que no hay en otros sitios. Subes unas escaleras y accedes a una gran terraza con vegetación y un bar, y ahí se puede fumar al aire libre, no como en esas cámaras de gas que hay, por ejemplo, en Barajas.

Como nos sobra tiempo, tomamos un supercafé de esos que sirven en los Starbucks y pasamos por el detector de metales que hay para cada sala de embarque. Antes de la hora ya estamos todos montados, aunque sale con media hora de retraso el vuelo, no sé por qué. Como en casi todos los trayectos que hemos hecho con Air Asia, sobra un montón de sitios, vamos que te puedes tumbar a lo largo en una fila entera de tres para echar una cabezada. El vuelo sale al final a las 13.45 de Singapur y en una hora y 45 minutos estamos en Phuket, una gran isla al suroeste de Tailandia. Aquí son las 14.30, ya que es una hora menos que en Singapur.

Recogemos enseguida el equipaje (qué rápidos son, da gusto), pasamos el control de pasaportes donde los funcionarios son amables (y mira que es raro) y a la salida volvemos a toparnos de bruces con lo que es Tailandia. Vienen decenas de taxistas a vendernos sus servicios, excursiones... Después de haber estado en Malasia y Singapur, esto es como regresar de nuevo a la caza del turista. Por llevarnos al hotel, que está a unos 35 kilómetros del aeropuerto, los taxistas nos piden 750 baths (casi 20 euros). Al ignorarlos nos bajan a 600 (15 euros), pero al lado vemos un mostrador donde salen furgonetas de diez plazas que van dejando a los turistas por los hoteles. El viaje por persona cuesta 4 euros (el más largo) y es una van de lujo con aire acondicionado, así que optamos por este trayecto, que tarda como una hora, ya que somos los últimos en bajarnos, Nos alojamos en el Sugar Palm Grand Hillside, en Kata Beach.

Esta isla, a la que tanto golpeó el Tsunami en 2004 (creo recordar, en la foto de más arriba se ve una señal de alerta) es super turística, tipo Bali. Está llena de hoteles, restaurantes y tiendas.  Nuestro hotel es una pasada, con habitaciones gigantes (en la nuestra que está en el último piso caben 4 personas), una ducha grande, jacuzzi en la terrazas, dos piscinas comunicadas increíbles, una decoración genial, dvd, tele plana, wi-fi gratis, frigorífico, albornoz, zapatillas y, para colmo, unas vistas del mar increíbles. El hotel lo reservamos en abril y nos cuesta, a pesar de que ha perdido poder el euro, 37 euros la noche para los dos con desayuno incluido. Otra ganga.

Nada más dejar las maletas, con casi las 5 de la tarde, salimos a comer algo a un restaurante cercano, el primero que pillamos, ya que hay mucha hambre y pocas ganas de andar. La tarde la dedicaremos a la piscina, aunque el tiempo no acompaña. Mucha nube, alguna gota de agua y un calor asfixiante. Estos cuatro días que vamos a estar por aquí van a ser los últimos de relax absoluto antes de ir para el norte del país a ver cosas. En principio, van a ser unos días de playa, piscina y una excursión en barco a las islas Phi-Phi, que son una preciosidad, así que no habrá mucho que contar. Esperemos que mejore el tiempo.


Sobre las 7 de la tarde salimos a ver un poco la ciudad. Hay muchísimos restaurantes y tiendas, y nos sorprende que la playa está bastante más lejos de lo que pensábamos, a unos 25 minutos andando. Eso sí, aquí también hay tuk-tuk, como en Bangkok, y además, mucho más modernos, más grandes y con mejor carrocería. Pero sin duda, lo que más nos sorprende es la cantidad de locales de señoritas que hay por aquí, sobre todo llegando a la playa. Bueno, señoritas con minifalda y bailando y también algún que otro lady-boy (travestis). Se ve que mucha gente viene aquí a disfrutar del sexo barato.

El calor, a pesar de que ya es de noche, es asfixiante, y hay que estar continuamente hidratándose. Aprovechamos también para cambiar nuestro dólares de Singapur por baths, para ojear cuánto valen y cómo son las excursiones a las Phi-Phi, y para cenar en el Dino Burguer, un restaurante muy curioso, todo decorado como los dibujos de los Picapiedra y donde, como reclamo, tienen un pequeño elefante en la puerta. Mientras, por la calle te ofrecen todos continuamente ropas, masajes, cenas..., hay muchísimos sastres, pero con mucha peor pinta que el de Bangkok. Será difícil que aquí piquemos, quizá en Chiang Mai. A ver con qué ánimo nos levantamos mañana.