DÍA 13. 3 DE SEPTIEMBRE. LLEGADA A SINGAPUR
Hoy nos pegamos otro madrugón con el objetivo de llegar pronto y poder subir al skybridge de las Petronas (el puente que une las dos torres a unos 170 metros del suelo). Para las 7.15 ya estamos haciendo cola y hay ya unas 50 personas por delante. Después de esperar media hora, nos da por preguntar a qué hora dan los tickets y empiezan las visitas, porque para las 10.00 tenemos que estar en el hotel desyunados y con todo listo para partir. Nos dicen que a las 8.30 comienzan a repartir tickets y que a las 9.00 es la visita, así que, sintiéndolo mucho, decidimos no arriesgarnos y volvernos a casa con las orejas gachas. No es que nos muriéramos por subir, pero ya que estábamos ahí, no queríamos desaprovechar la oportunidad.
De regreso al hotel, nos damos otros festín en el buffet del desayuno y nos preparamos para marchar al aeropuerto, que, ya confirmado, está a 80 kilómetros de la ciudad, increíblemente lejos. Pagamos la estancia y pedimos allí un taxi. Nos dice que nos cobra casi 30 euros (120 RM), pero es que la carrera es muy larga y no nos apetece parar taxis por la calle, aunque nos salieran más baratos. El problema es que como en la ida nos cobraron 75, sólo teníamos algo más, 110. No le decimos nada al taxista hasta que llegamos al aeropuerto, ya que hay cajeros.
Al llegar, le damos los 110 y vamos al cajero, con tan mala suerte de que a MJ no le va la tarjeta. Entonces se queda ella con el taxista y voy yo. Tampoco me funciona ni la Visa ni la de débito, recorro parte del aeropuerto y encuentro otros cuatro cajeros de cuatro bancos distintos. Tampoco me funcionan y sale una alerta de que los extranjeros tengamos cuidado porque se duplican tarjetas. Así que vuelvo donde el taxista y le digo que es imposible sacar. Miramos y nos quedan cuatro euros, más de lo que le debemos, pero él no quiere euros, quiere que se los cambiemos. Voy a cambiarlos y me dicen que no aceptan monedas...., menudos sudores que pasamos. durante esa media hora. Y es que, lo que no es normal es que ni la VISA ni la otra tarjeta no funcionen, porque la gran mayoría de los extranjeros dependemos de ella en vacaciones, no te vas a llevar todo el dinero en efectivo por si te roban. Al final, logramos que el taxista aceptase los euros con nuestros mil perdones. Eso sí, los querrá para colección, porque no sé si podrá cambiarlos. Luego nos acordamos que nos queda moneda tailandesa, unos 25 euros, y que la podíamos haber cambiado para pagarle, pero en ese momento, con los nervios, el tío esperando con todos los bultos que llevamos, no se nos ocurrió.
Habíamos pasado la primera prueba, pero después de facturar las maletas, pasar el control de pasaporte y todo eso, seguíamos con la mosca detrás de la oreja. ¿Y si en Singapur tampoco podemos sacar pasta? ¿Qué hacemos los diez días que nos quedan por aquí? Probamos a comprar unas chocolatinas con la VISA y ahí sí que funciona, igual que al pagar el hotel en Kuala Lumpur. En definitiva, no entendemos nada de nada de lo que está pasando pero menuda gracia.
Hasta la tarde el día estuvo lleno de complicaciones, ya que, para colmo, se retrasó el vuelo. Fue apenas media hora y en 45 minutos estábamos en Singapur. Lo primero, antes incluso de recoger la maleta, fue ir al primer cajero automático que vimos. MJ prueba su tarjeta y le dice lo mismo que en Malasia, con lo que se nos hundía el mundo. Habría que llamar a la Caja, decirles qué no estaba pasando y que nos dieran una solución. Todo eso contando que es viernes, que en España eran las 7.00 de la mañana y no había nadie trabajando... Por si acaso, probamos mi tarjeta, y cuando apareció mi nombre en la pantalla y nos salió la opción de poder sacar pasta, sacamos para todo el viaje.
A partir de ese momento, todo sobre ruedas. Cogimos un taxi que en 15 minutos nos dejó en el hotel y dejamos los bártulos. El hotel, 81 Star, no tiene nada que ver con los anteriores. Es mucho más corrientucho y está en un barrio chino de la ciudad (distrito de Geylang, East Coast), pero por 30 euros la noche poco o nada puedes encontrar en Singapur, una ciudad llena de rascacielos, de Porsches y Ferraris que no había visto en mi vida tales modelos, de edificios que quitan el hipo, donde el tabaco vale casi 7 euros y la gasolina 1 euro, más del doble que en Bali. De todas formas, poco tiempo vamos a pasar en la habitación, ya que tenemos día y medio aquí y hay mucho que ver. Como curiosidad, Singapur es un país modernísimo, con una fuerte herencia cultural británica por su ocupación, pero demasiado estricto y con una intensa guerra contra el tabaco. Además de su precio, 8 veces más que en Indonesia o Tailandia, que son prácticamente limítrofes, apenas hay lugares en los que se pueda fumar. Se prohíbe hasta en la mayoría de los sitios de la calle, como en las colas del taxi por ejemplo. Y tirar una colilla al suelo tiene una sanción de 1.000 dólares singapureños, casi 600 euros (un euro, 1,7 dólares).
A algunos les puede parecer bien esta guerra al tabaco, pero es que también la hay contra el chicle. Por otros 600 euros te puede salir la broma. Se ve que antes las calles estaban llenas de chicles, así que para que todo está limpio, lo han prohibido. Y la verdad es que está todo limpísimo. Por esto también te meten buen palo si tirar algún papel al suelo. Pero lo mejor de todo es que te pueden sancionar con hasta 300 euros si no tiras de la cadena después de usar el baño en los sitios públicos..., vamos, un show que aquí se toman con humor en forma de souvenirs.
Lo primero que hicimos, tras coger un taxi por 3 euros a la zona de Little India, fue entrar en un par de centros comerciales llenos de electrónica y productos de fotografía del que había oído hablar, el Sim Lim Square y el Sim Lim Tower (éste tiene menos productos, pero es muy curioso, sobre todo las luces de neón que venden). Tras negociar con el vendedor, acabé comprándome un gran angular con macro extraíble para la cámara de fotos por 160 euros, rebajados desde los 235 iniciales que me pedía. El mismo lo habíamos visto en España por 240 euros y dos días atrás en Malasia por 230 y allí no se podía regatear, así que me lo quedé. Además, el hombre me limpió la cámara y me explicó un par de cosas interesantes. Al no llevar demasiadas referencias, es difícil comprar precios porque ahí las cosas no tienen precio, es regateo puro y duro. Pero la cámara que tengo yo, la Canon EOS 450, valía en esa tienda 400 euros de precio inicial (regateable cien por cien) y en España ronda ahora los 550. A mí me costó 670 hace un par de años. Vamos, que es un sitio recomendable. Además, nos dio la factura y en el aeropuerto nos devolverán otros diez euros, ya que Singapur es un puerto libre de impuestos, por eso es todo más barato. Al final, 90 euros que nos ahorramos y el resultado de las fotos es una pasada.
Después fuimos dando una vuelta por los lugares más espectaculares de la ciudad, el Chijmes, el Hotel Raffles, el monumento en homenaje a las víctimas de la ocupación japonesa del país (1942-1945), el City Hall y, lo mejor, la bahía, con su fuente del león echando agua y sus impresionante rascacielos, por no decir lo que impresiona la noria y, especialmente el Marina Bay Sands, hotel y casino que consta de tres rascacielos con un barco que corona los tres edificios. Algo espectacular, como la imagen de la bahía al anochecer, con todo iluminado. Por eso volvimos, increíble, después de cenar en un centro comercial en el que era dificíl saber dónde se estaba en cada momento, menudas dimensiones.
A la vuelta al hotel en taxi, el señor nos comentó por qué está la ciudad patas arriba, y es que hay muros de hormigón y vallas rodeando las calles principales. La razón es que el último fin de semana del mes se celebra aquí el Gran Premio de Fórmula 1. Por cierto, que hoy por la mañana hemos pasado también por el circuito de Sepang, en Malasia, que está justo al lado del aeropuerto.
Lo primero que hicimos, tras coger un taxi por 3 euros a la zona de Little India, fue entrar en un par de centros comerciales llenos de electrónica y productos de fotografía del que había oído hablar, el Sim Lim Square y el Sim Lim Tower (éste tiene menos productos, pero es muy curioso, sobre todo las luces de neón que venden). Tras negociar con el vendedor, acabé comprándome un gran angular con macro extraíble para la cámara de fotos por 160 euros, rebajados desde los 235 iniciales que me pedía. El mismo lo habíamos visto en España por 240 euros y dos días atrás en Malasia por 230 y allí no se podía regatear, así que me lo quedé. Además, el hombre me limpió la cámara y me explicó un par de cosas interesantes. Al no llevar demasiadas referencias, es difícil comprar precios porque ahí las cosas no tienen precio, es regateo puro y duro. Pero la cámara que tengo yo, la Canon EOS 450, valía en esa tienda 400 euros de precio inicial (regateable cien por cien) y en España ronda ahora los 550. A mí me costó 670 hace un par de años. Vamos, que es un sitio recomendable. Además, nos dio la factura y en el aeropuerto nos devolverán otros diez euros, ya que Singapur es un puerto libre de impuestos, por eso es todo más barato. Al final, 90 euros que nos ahorramos y el resultado de las fotos es una pasada.
Después fuimos dando una vuelta por los lugares más espectaculares de la ciudad, el Chijmes, el Hotel Raffles, el monumento en homenaje a las víctimas de la ocupación japonesa del país (1942-1945), el City Hall y, lo mejor, la bahía, con su fuente del león echando agua y sus impresionante rascacielos, por no decir lo que impresiona la noria y, especialmente el Marina Bay Sands, hotel y casino que consta de tres rascacielos con un barco que corona los tres edificios. Algo espectacular, como la imagen de la bahía al anochecer, con todo iluminado. Por eso volvimos, increíble, después de cenar en un centro comercial en el que era dificíl saber dónde se estaba en cada momento, menudas dimensiones.
A la vuelta al hotel en taxi, el señor nos comentó por qué está la ciudad patas arriba, y es que hay muros de hormigón y vallas rodeando las calles principales. La razón es que el último fin de semana del mes se celebra aquí el Gran Premio de Fórmula 1. Por cierto, que hoy por la mañana hemos pasado también por el circuito de Sepang, en Malasia, que está justo al lado del aeropuerto.
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