domingo, 28 de marzo de 2010

ASIA 2010 (3ª PRÓLOGO)

Mapas de los países que vamos a visitar este verano. Todos los mapas están extraídos de la web de Lonely Planet, están bastante bien explicados e incluyen las regiones o ciudades más importantes de cada país. Una cosa curiosa de este viajer es que vamos a tener que cambiar hasta cuatro veces de divisa: en Tailandia la moneda es el bath (45 bath es un euro); en Bali, la rupia (un euro equivale a 12.500); en Malasia se lleva el ringgit o dólar malayo (1 euro son unos 5); y en Singapur la moneda es el dólar singapureño (2 son un euro, aproximadamente).


Tailandia: veremos Bangkok, Ayutthaya, Kachanaburi, Phuket, Koh Phi Phi, Chiang Mai, Chiang Rai y Sukhothai.




Indonesia: Veremos la isla de Bali, desde las playas de Kuta hasta el centro, en la localidad de Ubud. Es una región muy rica y diversa.


Malasia: es un país moderno que visitaremos durante apenas dos días, centrándonos en la capital, Kuala Lumpur, y haciendo alguna breve excursión por los alrededores.



Singapur: este pequeño país asiático, desconocido para el turismo de masas, es un ejemplo de cohabitación entre culturas. Visitaremos la capital exclusivamente, aunque es una isla de muy pequeñas dimensiones.

viernes, 26 de marzo de 2010

ASIA 2010 (2ª PRÓLOGO)

Bueno, ya tenemos decidido el plan de viaje para nuestra primer incursión en el Sudeste Asiático, que visitaremos de finales de agosto a mediados de septiembre de este año.

No ha sido fácil enlazar los vuelos ya que en 23 días queremos ver demasiadas cosas y relajarnos, y aunque habrá que pasar por algunos destinos de forma un poco precipitada, creo que lo hemos encajado todo bastante bien.
Volaremos de Madrid a Bangkok vía Copenhague (igual nos da tiempo de hacer una escapada a la capital danesa), y en la ciudad tailandesa pasaremos los primeros días, que serán un poco caóticos por lo que cuentan de Bangkok pero seguro que también bastante divertidos. De allí nos trasladaremos hasta Bali, uno de los paraísos de Indonesia tras un vuelo de unas tres o cuatro horas. Pese a la creencia popular, Bali no es un destino que tenga las mejores playas del mundo (aunque son bonitas), pero es una isla con grandes paisajes (como el de la foto) y con un interior y una cultura que merece la pena descubrir.

Allí pasaremos cinco días antes de coger otro avion rumbo a la capital de Malasia, Kuala Lumpur, una ciudad moderna, con rascacielos y que es conocida mundialmente por las Torres Petronas, el edificio más alto del mundo durante algunos años. Tras dos días de estancia visitaremos la vecina Singapur, un país pequeño pero lleno de riqueza cultural y gastronómica. Además, se le conoce como uno de los gigantes asiáticos por su desarrollo económico y financiero, aunque quizá es un país demasiado desconocido.

Tras visitar Singapur cogeremos rumbo a Phukhet, la isla más grande de toda Tailandia. Allí aprovecharemos de nuevo para recargar baterías y visitar la isla de Koh Phi Phi, un paraíso natural donde se rodó la peli La Playa (esa en la que Di Caprio salía fumándose un canuto).
El viaje terminará en el norte de Tailandia, en Chiang Mai, donde los paisajes selváticos son increíbles. Haremos un trekking, montaremos en elefante, veremos las tribus de las mujeres jirafa, bajaremos un río en una balsa de bambú y la idea es visitar también Sukhotai antes de regresar a Bangkok para coger el avión que nos traerá a casa.
Lo dicho, un viaje intenso, pero lleno de emociones y que estamos deseando empezar. Ahora toca mirar los alojamientos (tienen precios muy bueno)...., pero esa será otra historia.

sábado, 20 de marzo de 2010

ASIA 2010 (1º PRÓLOGO)

Después de visitar México, un país al que sin duda volveremos algún día (quizá para una estancia mayor que unas vacaciones), este año hemos apostado por descubrir otro continente totalmente distinto y una zona mágica, a juzgar por los que han estado, como es el Sudeste Asiático. Durante 23 días recorreremos todo lo que nos dé tiempo. Tailandia, seguro, y es probable que también nos adentremos en Malasia, Singapur e Indonesia. Veremos a ver si somos capaces de hilar un viaje tan "complejo". Son demasiados sitios en pocos días, pero ganas no nos faltan.

Para el futuro dejaríamos otros muchos lugares que nos encantaría descubrir, como Myanmar, Camboya (sobre todo Angkor) o Vietnam. De momento ya tenemos los vuelos para finales de agosto: Madrid-Bangkok 620 euros. Es un comienzo, pero hay que estrujarse mucho los sesos para organizarnos los días. Pronto tendremos más detalles.

miércoles, 17 de marzo de 2010

MÉXICO 2009 (PRÓLOGO)

Viajar a México era una de esas cosas que siempre había querido hacer en la vida. Es un país que, desde fuera, tiene muchos encantos: la alegría callejera, la comida, las ruinas mayas, las playas, esas canciones que todos hemos entonado medio cocidos en las fiestas del pueblo... Así pues, en febrero de 2009 me lancé a una librería a comprarme la guía de Lonely Planet. La estudié minuciosamente durante un par de semanas y enseguida me di cuenta que de que conocer un país tan extenso (es como ocho veces España y tiene 100 millones de habitantes) iba a suponernos, a mí y a mi novia, como tres meses de viaje.

El tema laboral no está como para cogerse permisos, así que la opción más viable era decidir qué queríamos conocer exactamente y pedir al menos un mes seguido de vacaciones. Después de mucho insistirle a mi chica, logramos cuatro semanitas de vacaciones. Lo que teníamos claro es que había que volar al DF, entre otras cosas porque desde Europa o vas allí o a la Riviera Maya, y queríamos conocer el verdadero México.

Tras mucho investigar por Internet encontramos una muy buena oferta, nada comparable con los vuelos desde España: Londres-México DF 505 euros. Lo siguiente fue comprar el de Bilbao a Londres (vivimos en Navarra), y ahí empezó la primera complicación, había que pasar una noche en Gran Bretaña. El vuelo era baratillo (110 euros cada uno), pero cambiar el Caribe por Londres...

Lo siguiente fue organizar el recorrido sabedor de que las distancias en México son enormes y que habría que tirar mucho de autobús (eso sí, comodísimos y muy baratos). Podríamos haber ido hacia el norte (Guanajuato, San Miguel de Allende...), pero optamos por el sur para finalizar en la Riviera Maya y poder descansar los últimos días. En un par de días ya tenía la ruta: México DF-Puebla-Oaxaca-Chiapas-Campeche-Yucatán y Quintana Roo (estado más conocido como Riviera Maya por su zona costera).


Si tenéis curiosidad, a continuación os narro las peripecias vividas durante 26 días inolvidables, porque la verdad es que, volviendo al inicio del relato, México es su comida, su música, su ambiente callejero, sus restos arqueológicos, pero sobre todo es su gente. Aquí nadie invita a su casa a alguien que acaba de conocer dos horas antes; allá está a la orden del día y, para que no se te olvide, te dan sus señas. Increíble. Como dice la canción: ¡Viva México!


PD: Incluyo en el diario los precios de servicios como las comidas, los hoteles o las excursiones. Es un poco peñazo para el lector, pero seguramente lo más importante para quienes se animen a viajar. Se podrán hacer una idea del presupuesto. (Nosotros nos gastamos alrededor de 2.000 euros cada uno incluido todo y sin apretarnos para nada el cinturón).

martes, 16 de marzo de 2010

MÉXICO 2009 (8ª PARTE)

DÍA 20. PLAYA DEL CARMEN-COZUMEL.
13 DE SEPTIEMBRE

Sin saber muy bien dónde estamos, amanecemos a las 7.15. Decidimos ir a comprar los billetes del ferry a la isla de Cozumel (280 pesos ida y vuelta) y los del bus al aeropuerto de Cancún, pero de este último desistimos ya que el hombre nos dice que se puede comprar el mismo día de partir. Allí nos dicen que un taxi del ferry al hotel de Cozumel nos va a cobrar 40 dólares; es mentira, lo que pasa es que quiere vendernos un tour en la isla, pero se le ve venir de lejos.

Desayunamos en un bar con todo billetes de un dólar pegados por las paredes y firmados, y vamos a hacer las maletas. Son las 8.50 y hasta las 11.00 no sale el ferry. Tras hacer la maleta me dice mi novia que podemos comprar cinta aislante para arreglar mi maleta, ya que está hecha unos zorros. Llegamos a un supermercado que tiene de todo. Compramos la cinta, dos mecheros y un portafotos de paso. Tiene de todo, pero las maletas de tamaño medio valen 70 o incluso 80 euros, así que pasamos. Total, para lo que queda de viaje...

Volvemos al hotel y arreglamos las ruedas, pero al salir se parten, ya vemos que no está solucionado. Nos despedimos de la gente del hotel y arrastramos la maleta hasta el embarcadero del ferry sufriendo y dando el cante por el ruido. Nos montamos y dicen que en media hora llegamos, pero a los 15 minutos me empiezo a marear un montón. Más vale que en cuarenta minutos llegamos, porque un poco más y echo la pela. La maleta ya está partida del todo (las ruedas, digo), la cogemos y en el mostrador de turismo del ferry nos dicen dónde coger un taxi, saliendo a la izquierda. Por 80 pesos nos lleva. El otro, el de Playa del Carmen, nos había dicho unos 550...

En cinco minutos ya estamos en el Park Royal Cozumel. Todo el personal es amabilísimo, nos reciben con un zumo y nos explican todo. Nos llevan hasta la habitación y es grandísima y espectacular. Sacamos todo lo de las maletas, ya que es el último destino, y así ordenamos un poco. Damos una vuelta por el hotel: una pasada las piscinas, el mar, los jardines, los bares con todo incluido… Comemos en el buffet super bien y nos vamos a bañar.

Visitamos el jacuzzi y la piscina entablando relación con el camarero, que se llama Luis, y luego jugamos a volley con varios turistas mexicanos y venezolanos como nosotros que nos invitan a ir a la noche al karaoke a divertirnos Antes nos tomamos tres piñas coladas y dos daikiris mirando al Atlántico y al mar Caribe. Esto sí que es vida...

Si esto no es el paraíso, se parece mucho. Después vamos a recepción a hablar con el de los tours. Nos dice que el snorkel vale 25 dólares los dos, y los delfines, 90 dólares por barba. Para ello al día siguiente hay que aguantar una chapa comercial para hacerte socio de un club y pagar no sé cuánto… aceptamos, como el 90% de los huéspedes.

Nos duchamos y vamos a cenar, todo muy bueno. Después llegamos al karaoke, donde estaban los geniales Henner y Raúl, a los que habíamos conocido en el volley, con sus respectivas mujeres. Cantamos con mucho ímpetu varias canciones, intercambiamos direcciones (Henner ya se iba para Miami), hablamos un poco y a dormir después de cinco tragos cada uno. (Por lo menos...)


DÍA 21. COZUMEL. 14 DE SEPTIEMBRE

A las 8.35 nos levantamos para desayunar y asistir a la charlita promocional, que dura como hora y media.

Eso sí, estamos sin desayunar y como han cerrado el buffet, tenemos que desayunar nachos y perritos calientes en el snack. De allí nos vamos a la piscina infinita, y a la otra, tomamos daikiris y jugamos a volley en la piscina y en la arena. Nos hacemos fotos en el mar, hablamos con un matrimonio de Toluca y vamos a cambiarnos para ir a cenar al restaurante italiano.

La comida está muy buena (yo rissotto de camarones y los dos res a la pimienta roja, como solomillo, además de postres, tiramisú). Es un restaurante muy elegante, pero demasiado formal, con velas y todo. Acabamos y vamos al casino. Nos reparten dinero ficticio para jugar y perdemos todo enseguida, no es lo nuestro y no nos gusta. Nos vamos a tomar el aire y conocemos a los hijos de Raúl, Alan, y el pequeño, Sebastián, que se está quedando dormido en el sofá del hall. Al final volvemos al casino y resulta que con el dinero ficticio podemos pujar por varios objetos: alcohol, camisetas, colgantes…Nosotros no tenemos un clavo, así que rumbo para la cama.


DÍA 22. COZUMEL. 15 DE SEPTIEMBRE.

Nos levantamos a las 9, vamos a reservar el snorkel para las 11.00 y a desayunar. Después, para hacer tiempo, vamos a escribir a casa por Internet. Estamos esperando desde las 10.50 hasta las 11.45 para ir, pero como no vienen a buscarnos, nos vamos para la piscina mosqueados. Decidimos alquilar el snorkel gratuito del hotel, que dura una hora, y vemos mogollón de peces de colores.

Después vamos un rato a la piscina a tostarnos y subimos a la habitación a ver un rato el partido del Madrid contra el Zurich. Bajamos de nuevo y volvemos a la piscina infinita. Allí coincidimos con Raúl y su familia y estamos hasta las 19.00 hablando y fotografiando el atardecer. Nos vestimos y bajamos a cenar al buffet, que era mexicano por ser el Día de la Independencia. Yo como tinga, pollo con mole, empanada, papas, cochinita pibil y para postre, tarta con motivos de la bandera mexicana. De allí nos vamos a ver el show mexicano que hay en el teatro del hotel con bailes regionales y, como colofón, la azafata viene a buscarme para salir de voluntario a hacer el friki. Tengo que montar un caballo de madera, beber tequila, dar un grito mexicano y bailar alrededor de un gorro, todo con sombrero mexicano y poncho puesto. No gano (tengo dura competencia, cuatro personas más), pero me defendiendo, jeje

Cuando termina vamos con la familia de Raúl en taxi a ver el espectáculo de la Independencia en el ayuntamiento de San Miguel de Cozumel. Nos asustamos un poco porque nos dicen que hay amenaza de bomba de un grupo protestante; hay mucha policía vigilando y el ejército también (hace unos años en Michoacán hubo un atentado ese mismo día y murió bastante gente). Vemos la actuación de un grupo musical y luego el alcalde lee el famoso grito de la independencia de Miguel Hidalgo.

Más tarde hay un espectáculo pirotécnico. De allí vamos a la feria con la familia de Raúl y jugamos al camellero. Vemos un rato los mariachis y enseguida nos volvemos al hotel. De regreso Raúl nos regala un llavero con motivos del DF. Apenas nos conocen y te hacen un regalo; eso nos emociona un poco. También me da una tarjeta con sus datos personales, les invitamos a España y ellos nos dicen que tenemos abiertas las puertas de su casa para cuando queramos. Quedamos, eso sí, para despedirnos al día siguiente.


DÍA 23. COZUMEL. 16 DE SEPTIEMBRE.

Nos levantamos a las 8.45 para despedirnos de Raúl. Ellos se van y es nuestro último día allí. Desayunamos con Alan. Estamos un rato en la piscina y nos despedimos deseándonos buen viaje y que ojalá volvamos a vernos. Estamos un rato más en la piscina, aunque a ratos se nubla un poco. Yo me voy a consultar internet, cojo unos nachos y trozos de pizza, y a la piscina otra vez después de reservar en el restaurante mexicano para cenar esa noche.

Subimos a cambiarnos y vemos que ya nos han hecho la habitación y entregado mi sudadera de la lavandería. Bajamos a comer un buffet italiano y yo pruebo de todo (cogí cuatro kilos en vacaciones).

La tarde la pasamos íntegramente en la piscina infinita y en el jacuzzi, tomando los últimos daikiris de las vacaciones (sin alcohol) y haciendo las fotos de rigor, incluidas las del atardecer. A las 19.00 subimos a la habitación, nos duchamos y organizamos un poco las maletas antes de bajar a cenar al mexicano. Teníamos hora para las 21.00. Yo como una cazuela de mariscos y fajitas, y ella, arrachera y sopa de camarones. Tomamos la última piña colada en el lobby, nos hacemos alguna foto y a la habitación para las 22.30, para terminar de hacer las malditas maletas e irnos a dormir.

DÍAS 24, 25 Y 26. COZUMEL-CASA.
17, 18 Y 19 DE SEPTIEMBRE

Nos levantamos a las 7.00 para acabar de hacer las maletas. Bajamos enseguida a desayunar y prácticamente no hay nadie. Intentamos arreglar la maleta otra vez, pero en cuanto salimos por la puerta muere otra vez. Pagamos la lavandería (72 pesos), nos quitan las pulseritas y cogemos un taxi hasta el ferry (80 pesos). Llegamos pronto, yo me quedo medio dormido esperando por la pastilla contra el mareo y mi novia compra varios collares (5 por 5 dólares).

En el ferry vamos a cubierta y casi ni me entero, voy medio sopa. Llegamos a Playa del Carmen y pacto con un taxista que nos lleve de Playa al aeropuerto de Cancún por 500 pesos. Tarda 45 minutos. Al llegar un hombre nos dice si nos puede ayudar, decimos que buscamos el mostrador de Aviacsa, y nos dice que esa compañía lleva dos meses ya sin operar. Tremendamente nerviosos, preguntamos en información y nos dicen lo mismo (maldita sea, y no han hecho ni avisar). El hombre va de lado a lado buscándonos un vuelo y sólo podemos coger por horario uno, que es de Aeroméxico pero que vale para ir a DF 2.700 pesos cada uno (unos 165 euros, el otro nos había costado 40). Al menos podemos volar. Facturamos a toda leche y casi sin tiempo nos montamos en el avión con el susto todavía en el cuerpo.


Llegamos al Distrito Federal arrastrando las dos maletas porque a mi novia le han dejado una rueda dañada. Queremos reclamar a la compañía por lo del vuelo y damos un montón de vueltas: policía, información, reclamaciones, y al final llegamos al mostrador de Aviacsa.

Comemos en un Mc Donald's del aeropuerto (150 pesos) y esperamos tres horas hasta coger el vuelo con dos maletas, la mochila de la cámara, las de los regalos que pesaban un huevo…y el gorro mexicano de postre. Al montar en el avión nos toca en los cuatro asientos de medio, los peores, y encima en los dos centrales, los más incómodos. Nos dan la cena, yo me tomo una pastilla para dormirme mezclada con calimocho, veo un rato la película de Ángeles y Demonios y duermo un par de horas pero hay muchas turbulencias y el avión parece una montaña rusa. A las 13.00 horas, después de casi once horas de vuelo, llegamos a París, donde hacemos escala. Esperamos, comemos unos bocatas y llegamos a Londres. Vamos al hotel, cenamos en el mismo Mc Donald's del primer día del viaje y a dormir. Estamos ya con la depresión postvacacional. Del paraíso a la cruda realidad en unas horas.

Al día siguiente llegamos a las 12.00 al aeropuerto de Londres tras varias peripecias para sacar dinero con el taxista (el cajero estaba escondido en una tiendilla). Comemos algo en el aeropuerto y a las 16.00 cogemos el avión para casa hechos un trapo. Llegamos a Bilbao y allí nos espera la familia para llevarnos de vuelta a casa, otras dos horitas de coche. Por fin, porque el viaje de vuelta había sido agotador y reconforta ver a los tuyos. Se les echa mucho de menos, aunque un sueño menos que nos queda por cumplir.

MÉXICO 2009 (7ª PARTE)

DÍA 18. MÉRIDA-PLAYA DEL CARMEN. 11 DE SEPTIEMBRE

Nos levantamos pronto de nuevo, a las 7.45. Hacemos las maletas y nos bajamos a desayunar otra vez al hotel. Con la tripa llena cogemos un taxi a la estación de autobuses CAME y una vez allí, los billetes hasta Playa del Carmen (288 pesos cada uno).

Apenas hemos tenido que esperar para montarnos en el autobús. Eso sí, teníamos casi cinco horas de camino por delante. Yo duermo un poco y me bajo a estirar las piernas en la parada de diez minutos que hacemos en Valladolid, a mitad del camino. Al llegar a Playa del Carmen decidimos ir andando al hotel, que está cerca, con tan mala suerte que las ruedas de mi maleta se rompen del todo (ya iban tocadas de tanto trajín). La recepcionista el Hotel Nina nos cobra diez dólares más de lo pactado (faltaría algún impuesto, 35 euros/noche), pero nos da unos brazaletes para poder acceder a una piscina y a un reservado en la playa, que parece Benidorm.


Desde luego, visitar Playa del Carmen no es visitar México. La esencia del país aquí se diluye y es una ciudad que podría confundirse tranquilamente con cualquier municipio costero de España. Sólo hay tiendas, una calle principal, hoteles, millones de guiris y marcha nocturna. Para eso me quedo en Canarias o en Salou, pero no me meto once horas de vuelo entre pecho y espalda. Eso sí, respeto a quien lo hace, pero yo no lo haría. Lo que me sabe malo es que digan que han estado de vacaciones en México. Es como cuando alguien te dice que conoce España porque estuvo un fin de semana de juerga en Ibiza. En fin..., nosotros a lo nuestro.

Comemos un bocata en la calle principal, en un Subway (131 pesos) y llegamos al Hotel Tucán, donde está “nuestra” piscina, pedimos una toalla y tomamos un rato el solo tras dar un pequeño paseo por la playa. Tenemos tan mala suerte que en la piscina se pone a diluviar, así que decidimos irnos de compras para comprar una maleta. Tomamos unos refrescos y recorremos varias calles hasta llegar al Supermercado Mega. Todo es regalado (los caramelos halls valen cuatro pesos, 0,25 céntimos de euros) y compramos una crema para calmar las picaduras de insectos.
A la salida compramos los billetes para ir el día siguiente a Xcaret, (con el transporte nos cobran 101 dólares por persona, caro pero es lo que hay). Volvemos al hotel a cambiarnos, vemos un documental sobre el 11 de septiembre en la tele y nos vamos a ver de dónde sale el ferry a Cozumel para cogerlo en dos días. Vemos los horarios y los que hay para ir en autobús hasta el aeropuerto de Cancún el último día. Después cenamos en la 5º avenida en un local donde hay un trío cantando y que se llama Karen’s (nachos y pizza de salami, 260 pesos). Nos regalan unas piñas coladas. Antes de volver al hotel compramos por fin el sombrero mexicano que le había prometido a mi hermano. Cómo no, de tres colores: roja, verde y blanco, la bandera.


DÍA 19. PLAYA DEL CARMEN. 12 DE SEPTIEMBRE.
Nos levantamos a las 7.30 para ir a Xcaret (un parque natural que tiene de todo) con un tour contratado con la empresa Tours Ixe. Desayunamos frente al hotel Nina, aunque es un desayuno un poco desagradable porque el local no está del todo limpio. Yo tomo café y mi novia molletes con miel (y hormigas rojas que se suman al festín). Ambos tomamos batidos de plátano gigantes; están muy buenos. A las 8.20 viene a buscarnos el chico de la agencia, pero tardamos como una hora en recoger a todos y llegar a Xcaret, demasiado tiempo porque está muy cerca (es aconsejable ir en taxi por cuenta propia).

Al llegar otro guía nos explica qué hacer y nos quiere vender de todo: crema biodegradable, cámaras de fotos desechables y nos dice que no dejásemos de hacer actividades acuáticas: snorkel 41 dólares, paseo marino 45, y nadar con delfines 149 dólares, una pasada. Si nos lo paga él, encantados.

Las entradas son algo caras (unos 80 euros), pero más tarde ya entendimos el porqué. Tenemos una super comida buffet gratis, no había visto algo así nunca, y optamos por La Caleta, donde hay pescado y marisco. Como salmón, pescado empanado, un montón de camarones (langostinos), hay carnes de todo tipo, sopas, verduras, ensaladas y unos postres magníficos con unas vistas inmejorables al mar. También hay un pajarillo gorrón por ahí que hace gracia porque se comer los restos y hasta pela los langostinos, un buscavidas.

También la entrada incluye el alquiler de un equipo de snorkel gratis (te quedas el tubo), dos refrescos por persona y un 10% de descuento en las actividades (salvo en los delfines), además de un espectáculo que se sale ("Está padrísimo", como dirían allí).

Empezamos viendo el poblado mexicano, el juego de pelota, los jaguares, los pumas, una playa paradisíaca increíble, los delfines y vamos al río subterráneo. Para mí eso es un poco martirio ya que no me caben las aletas y el chaleco es, luego lo vi, XXXXL. Me roza la piel por todos los sitios. También vemos a los famosos voladores de Papantla y vamos un rato a la playa, donde pierdo las gafas de sol al meterme al mar y dar vuelta con el neumático. Buceo para recuperarlas pero está todo muy profundo. Al menos veo decenas de peces de colores, algas… un paraíso.

Tras comer cogemos el paseo en barca, vemos el acuario y las tortugas, otros animales, nos hacemos fotos con una pareja de guacamayos y a última hora vemos el show de caballos, charros, lazos…, qué destreza. De allí, a las 18.20, nos vamos al teatro gigante para ver el show sobre México. Sin duda lo mejor, tanto que acabo comprando el dvd (eran tres) para tener un bonito recuerdo.

Primero explican cómo era el México de los mayas (juego de pelota, hockey con bola de fuego..), luego se recrea la llegada de los españoles y la conquista y, finalmente, bailes regionales de los diferentes estados mexicanos: Veracruz, Michoacán, el norte… Es una pasada a pesar de que estamos muertos. Participan cerca de 300 artistas y el show acaba con un baño de patriotismo con todo el público cantando con ferviente pasión el "Viva México". A pesar de que algunas fuentes desaconsejan Xcaret, a nosotros nos parece una cita ineludible.
Hago unas 1.500 fotos, con eso digo todo. A las 21.20 cogemos la furgoneta para volver, aunque tenemos que esperar veinte minutos al resto de gente y tardamos media hora en llegar. Estamos tan cansados que caemos rendidos en la cama para las 22.30 y sin cenar. Una jornada, sin duda, agotadora.

MÉXICO 2009 (6ª PARTE)

DÍA 16. CAMPECHE-MÉRIDA. 9 DE SEPTIEMBRE

Nos levantamos a las 9 de la mañana para prepararnos y dejar el hotel con pena. El desayuno es abundante (zumo de kiwi también), y nos entra dentro del precio de la habitación. Nos hacemos unas fotos con el mar de fondo y pedimos un taxi a la estación de autobuses. El hombre, que también es guía turístico, dice que los europeos somos muy cultos y curiosos, y a mí me comenta con sorna a ver si soy mexicano al preguntarle por qué hay una estatua en homenaje a los niños de Chapultepec en Campeche.

Cogemos los billetes para Mérida (136 pesos) a las 10.15 y nos dicen que el bus sale a las 10.20, aunque parte con algo de retraso. Para las 13.00 ya estamos en Mérida y el calor es también sofocante. Cogemos otro taxi para ir al Hotel Colonial (35 euros/noche), en pleno centro, y enseguida llegamos (40 pesos). Nos dan las habitación 302, pero lo bueno es que hay ascensor, aire acondicionado y una piscina interna con el techo abierto. También está incluido el desayuno, aunque pensábamos que no.

Decidimos ir a comer enfrente del hotel, a un restaurante típico de comida yucateca que nos recomiendan (cada estado, como en todos los sitios, tiene una gastronomía propia y exquisita). Creo que se llama Chaya Maya, o algo parecido. Yo pido xitic pic (pescado envuelto en hoja de plátano) y ella "algo" relleno de huevo (215 pesos). Nos echamos un poco de siesta y vemos en la tele que un hombre acaba de secuestrar un avión en Cancún (luego se supo que no llevaba explosivos, sólo cajas de zumo...). Nos vamos a probar la piscina y allí metidos nos tomamos unos cubatas de bacardi limón con coca cola (80 pesos los dos), nadamos un rato, nos arreglamos y vamos a dar una vuelta después de contratar una excursión, el día siguiente, hasta Chichen Itzá, (incluida la comida 350 pesos cada uno).

Nada más salir del hotel nos engatusan para entrar a una tienda y acabamos picando. Pago 600 pesos (30 euros) por una hamaca. Aunque me pedía 950, tengo la sensación de que me han estafado, aunque el hombre tenía su gracia y se lo había ganado con su insistencia. En otras tiendas las veo más baratas, aunque la calidad también puede ser distinta, porque hay de muchos tipos y tejidos. Seguimos viendo tiendas y la verdad es que hay cosas interesantes. Vemos el zócalo, la iglesia de noche, todo iluminado y unos bancos muy curiosos. Por supuesto, como en el resto de ciudades, no faltan los banderines ni las referencias patrióticas para el Día de la Independencia.

Nos tomamos un agua de mandarina y otra de sandía (están riquísimas y las dos cuestan 25 pesos) y tras sentarnos un rato vamos a un bar a cenar donde hay 2x1 en cerveza por el partido entre México y Honduras. Para las 21.15 estamos en el hotel, vemos el final del partido y un documental sobre la caída de Hitler mientras a nosotros se nos caen los párpados. Con lo que soy de trasnochar...


DÍA 17. MÉRIDA Y EXCURSIÓN A CHICHEN ITZÁ. 10 DE SEPTIEMBRE


De nuevo nos pegamos un gran madrugón, ya que hay que coger la excursión y Chichen Itza está a una hora y 45 minutos de Mérida. Por suerte tenemos el desayuno incluido en el precio y hay mucho donde elegir. Tartas de queso, flanes, piña colada…, todo muy bueno. A las 9.15 viene a buscarnos el guía, Juan, con turistas mexicanos, estadounidenses… En la furgoneta vamos cómodos, los dos en un asiento para tres, y el viaje es más o menos ameno.

Durante el trayecto Juan nos va explicando qué tipo de vegetación hay y cómo son las casas mayas (donde duermen en hamacas y están hechas de adobe y hojas de palma, que hacen que mantenga siempre la temperatura). Son 120 kilómetros de viaje. Llegamos a Chichen (la entrada son 110 pesos) y el calor es, un día más, asfixiante, así que no disfrutamos tanto de la visita como en Palenque. En el sol no se puede aguantar y sólo queremos beber agua. Vemos por fuera la pirámide famosa de Kukulkán (una de las siete maravillas), el juego de pelota, el templo de las calaveras, el observatorio astronómico… pero no se puede acceder a ningún edificio, sólo de fuera. Compramos dos figuras muy chulas a la salida (300 pesos) y nos regalan una pequeña de la diosa del amor.

También, a unos metros, vemos el cenote sagrado, que es impresionante aunque está lleno de mierda y nos decepciona un poquillo por el color, para nada azul transparente. A las 14.15 nos llevan a comer a una hacienda que está muy cerca de las ruinas. Tenemos el buffet pagado, pero hay que costearse las bebidas y las propinas (esto último es una constante en México). Yo pruebo un pescado empanado que está muy bueno, al igual que el pudding de postre.

De regreso a Mérida nos preparamos y vamos a dar una vuelta. Tomamos unos helados y alquilamos una carreta de caballos (220 pesos) para recorrer el centro histórico y el famoso Paseo Montejo. Hay allí unas casas y mansiones impresionantes y un monumento a las culturas precioso que incluye los escudos de todos los estados mexicanos (me suena que son 32). También compramos plata en una joyería y vemos un espectáculo de música y poesía en la plaza de Santa Lucía antes de cenamos en un Burger King algo rápido.

MÉXICO 2009 (5ª PARTE)

DÍA 15. PALENQUE-CAMPECHE. 8 DE SEPTIEMBRE

Nos levantamos a las 6.45, cogemos las maletas y desayunamos algo suave en el Trotamundos, junto a la estación. Nos vamos con pena de no haber usado la piscina, pero bueno. A las 8.00 salimos en dirección Campeche, que nos quedan cinco horas y media de viaje y no hay muchos autobuses hasta el estado vecino. Vemos dos pelis, una de ellas El orfanato. Los asientos son comodísimos y el vehículo, como casi todos los que hemos cogido, es de la línea ADO. A las 13.45 o así llegamos a la estación de Campeche, que no es muy grande tampoco. Nuevamente hay una humedad en el ambiente que no se puede parar.

Cogemos un taxi (40 pesos) y nos deja en el hotel, a pocos metros del Golfo de México y con unas vistas espectaculares. Es el Ocean View. Es un pelín caro para ser México (45 euros), pero cuando entras ves que merece la pena. Tiene aire acondicionado, secador por fin, café e internet gratis y es chulísimo. También tiene piscina y dos pistas de tenis.

Tras dejar las maletas vamos a comer a un restaurante cercano de comida basura. Se llama Church’s Chicken, creo recordar. Nos sacan una hamburguesa gigante, tres patas de pollo fritas, un bollo, patatas y una ensalada para cada uno, además de toda la bebida que queramos (todo por 245 pesos; aquí sería la ruina). Como es lógico, no nos comemos ni la mitad. Al llegar al hotel yo me duermo media hora (la comilona merecía una pequeña digestión) y después nos bajamos a la piscina (aquí le llaman alberca) a darnos un chapuzón. No es grande pero estamos solos y pasamos un buen rato haciendo el mono. A las 17.00 salimos a conocer Campeche, ya que no tenemos demasiado tiempo. Es un viaje contrarreloj.

Hace tanto calor que tras ver la plaza y la iglesia entramos a un Italian Coffee (8o pesos). Damos una vuelta por la ciudad viendo tiendas y antes de entrar al espectáculo de luz y sonido tomamos un nuevo refresco en un bar de al lado. La gente es amabilísima y es una especie de taberna de chiquiteo, pero mexicana.


A las 20.00 comienza el espectáculo (parecía que se iba a suspender porque estábamos pocos) y, sin más. Cuenta la historia de la ciudad pero es algo pesado (110 pesos). Lo mejor es que ves parte de las murallas y baluartes, como el de San Francisco, que rodeaban la antigua ciudad, además de las famosas Puerta de Tierra y Puerta de Mar. De allí vamos a cenar a El principal, que está en el quiosco, de belle epoque. Tenemos la suerte de que al lado están ensayando un baile típico regional. Volvemos andando al hotel por el malecón con la luna llena iluminando el paisaje y las olas del mar poniendo voz a la noche. En definitiva, otro día inolvidable. Y ya van...jeje

MÉXICO 2009 (4ª PARTE)

DÍA 12. SAN CRISTÓBAL DE LAS CASAS. 5 DE SEPTIEMBRE

A las 7.15 llegamos a la estación, medio mareados y con bastante frío. Decidimos ir andando al hotel, que está a pocas cuadras y llegamos enseguida. La chica nos da la habitación y nos vamos a dar una vuelta por San Cristóbal de las Casas. Desayunamos chocolate con churros y contratamos las excursiones para tres días por 1.400 pesos (San Juan Chamula y Zinacantán para hoy, el Cañón del Sumidero para mañana y Misol Ha, Agua Azul y Palenque para el lunes). Así nos ahorramos el bus a Palenque y, además, el taxi, porque el guía nos dejará en el hotel, eso dicen al menos en la agencia Trotamundos.

Sacamos dinero en una sucursal del Banco Santander (5.000 pesos, unos 290 euros) para pagar las excursiones y tirar hasta Mérida. Pagamos y decidimos comer en un restaurante que está en frente y que se llama El Argentino. Para primero comemos un queso tostado y después yo un asado en tiras y ella una arrachera. Estaban buenísimas, hace tiempo que no comíamos una carne tan buena, ni en España (510 pesos, 31 euros).

De allí nos vamos a un The Italian Coffee que hay y nos tomamos un par de cafés raros. Vienen dos niñas harapientas y al principio muy graciosas, pero nos mosquean porque intentan tomarnos el pelo. Primero nos piden 10 pesos por cinco figuritas y cuando aceptamos dicen que diez pesos cada una. Encima nos quieren dar una rota (quebrada dicen ellas) y les decimos que no. Nos da un poco de pena porque queríamos darles dinero o comprarles algo, pero su estrategia de marketing era poco ortodoxa y se fueron. A las 15.00 ya estamos en la agencia para recorrer, en apenas media hora, dos pueblos indígenas (tzotziles), Zinacantán y San Juan Chamula.

En el primero el guía nos explica que los conquistadores religiosos españoles dividieron a los indígenas de la zona en siete etnias o grupos, una por cada una de las siete comunidades religiosas. A cada una le pusieron una vestimenta y en Zinacantán llevaban flores bordadas en la ropa en el caso de las mujeres. Nos enseñan cómo trabajan con un telar, nos dan a probar tres licores (uno blanco muy fuerte) y nos enseñan su cocina, cómo hacen tortas.... Luego nos damos una vuelta por el pueblo y los niños indígenas nos piden dinero por fotografiarnos con ellos (unos muy majos, pero otros con caras de poco gusto, como diciendo, “Dame para merendar”).


De allí nos llevan a San Juan Chamula. Un grupo de niñas se acerca y nos empiezan a regalar pulseras diciendo que son nuestras amigas. Eso después de decirnos a ver cómo nos llamábamos. Claro que luego nos esperaban, pero tenían su gracia, todo lo contrario que las de San Cristóbal.

Entramos a la iglesia y es una pasada, totalmente surrealista. No hay bancos para sentarse, sólo hojas de pino por todo el suelo y cientos de velas encendidas. También hay decenas de santos repartidos por toda la estancia y metidos dentro de urnas de cristal. La gente se reúne en grupos para rezar y pedir que desaparezcan sus enfermedades, ya que allí no van al médico.

Llevan botellas de coca-cola y echan gotas, tipo botafumeiro, como símbolo de ofrenda; según nos dijeron, como sustituto del licor de maíz negro que hacían antes. Nos comentan que siguen el calendario azteca (18 meses de 20 días y otros cinco días que son el norte, el sur, el este y el oeste, además del centro del universo). Para ellos el año cambia en febrero o marzo, aproximadamente cuando nuestra Semana Santa.

Llama la atención que todas las figuras de santos portan un pequeño espejo; así, cuando les rezan se ven reflejados y parece que su espíritu entra en comunión. Nos dicen que echan pino en el suelo porque durante la conquista a los indígenas no se les dejaba entrar a los templos, se les evangelizaba fuera, y se sentaban en la hierba. También comentan que cuando llegaron los españoles, los indígenas introdujeron pequeñas figuras de sus dioses dentro de las figuras cristianas para que pareciese que rezaban a las católicas, y no a sus deidades... (¡Qué ingeniosos!)

Es curioso que dentro de la iglesia sacrifican pollos y gallinas según la gravedad de la enfermedad que tengan ellos o sus familiares. Muchos en estos poblados son polígamos imitando lo que hacían los españoles para poblar su tierra con sangre hispana: mantener relaciones con todas las mujeres que puedan. Y los que no cumplen las normas de la comunidad son expulsados a otros pueblos.

Lamentablemente no nos dejan hacer fotos dentro de la iglesia porque creen que les una falta de respeto (te pueden quitar la cámara e incluso, pegarte). Cuando nos marchamos está cayendo una buena tormenta, y nos llama la atención que entre tanta pobreza haya carteles de Coca-cola o de Pepsi por todos los sitios. Es algo increíble. Parece que las idolatran.


Regresamos a la plaza principal, 31 de marzo, en San Cristóbal. Nos tomamos otro café en un bar de la plaza, el Bar Cocodrilo (tienen un disecado colgado allí que es impresionante) y nos vamos de regreso al hotel sobre las 19.30. La noche anterior, toda en el autobús, había sido muy dura, y a las 8.00 toca diana para seguir recorriendo el que es el estado más bonito y auténtico de México, el estado de Chiapas, conocido mundialmente por otras cosas, como el levantamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (el EZLN del subcomandante Marcos). Eso pasó hace quince años y hoy día esta ciudad es un auténtico remanso de paz.

DÍA 13. SAN CRISTÓBAL DE LAS CASAS. 6 DE SEPTIEMBRE

Para las 7.50 ya estamos en pie para coger la excursión al Cañón del Sumidero. Eso sí, para las 21.00 el día anterior una que yo me sé estaba sopa y yo también a las 22.30, después de ver el partido de clasificación para el Mundial: Costa Rica 0-México 3.

Desayunamos en el restaurante de un hotel de la calle Real de Guadalupe y cogemos la excursión al Cañón del Sumidero (400 pesos). Nos toca el mismo guía que el día anterior, un poco estiradillo, y vamos 14 personas, entre ellos varios españoles.

Por la carretera hay mucha niebla y en 45 minutos llegamos al embarcadero, situado junto a Chiapa del Corzo. Nos ponemos los chalecos salvavidas y nos montamos todos en una lancha con un piloto. El agua está muy sucia pero las vistas son espectaculares. En algunos tramos las montañas tienen hasta mil metros de altura y el río, el Grijalva, hasta 85 metros de profundidad.


Vemos varios grupos de cocodrilos, el famoso árbol de Navidad, una cueva con una virgen… Son 35 kilómetros de trayecto y al llegar a la presa se acerca una embarcación con refrescos. Damos la vuelta, y sin parar tomamos rumbo para casa, eso sí, sorteando la mucha mierda que vierten al río algunas comunidades cercanas. Cuando se detiene la lancha, ya sin viento, nos damos cuenta de que el sol calienta bastante.

En dos horas terminamos la aventura y nos llevan en la furgoneta a ver Chiapa del Corzo, que está a unos diez minutos. Tenemos una hora para ver la ciudad, pero no hay mucho que ver tampoco; lo mejor, sin duda, la fuente mudéjar de la plaza.

Volvemos a San Cristóbal y vamos a comer a Xocolat (calle Miguel Hidalgo), donde ya habíamos desayunado bastante a gusto el día anterior. Tomamos una pizza y unos nachos, que llevan frijoles (craso error) y no nos los terminamos (250 pesos).

Después aprovechamos la tarde para ver la ciudad, ya que es nuestro último día aquí: pasamos por la plaza 31 de marzo, vemos la catedral, el templo de Santo Domingo, el mercadillo que hay al lado y subimos al cerro de San Cristóbal (280 escaleras), que está cerca de nuestro hotel, Jardines del Carmen, y que ofrece una buena panorámica de la ciudad.

Se pone a llover y volvemos al hotel. Después, a las 20.00 horas, salimos a cenar por San Cristóbal. Cenamos en un bar con consignas zapatistas que se llama Tierra Adentro. Yo tomo chorizo a la diabla (la comida mexicana pica, pero no tanto, al menos para mí, que me encanta), y un chocoflán; mi chica quesadillas de jamón y queso. Nos dan un refresco de naranja hecho con agua de manantial y llamado Peñafiel, ya que allá no hay ni Kas ni Fanta. No sirven tampoco Coca-cola porque afirman que es una marca que explota los recursos naturales (manantiales) y ellos, de alguna forma, le boicotean en su local.

Nos vamos pronto a la cama, que al día siguiente salimos a las 6.00 de la mañana rumbo a Palenque, una ciudad pequeña del mismo estado, Chiapas. ¡Qué ganas!


DÍA 14. SAN CRISTÓBAL-PALENQUE. 7 DE SEPTIEMBRE

Nos levantamos a las 5.10 para ir a la excursión (300 pesos cada uno), pero hasta las 6.20 no llega la furgoneta, que va hasta arriba de gente y de maletas. Van cuatro guiris, un matrimonio mexicano de Baja California, un chico de Sinaloa, algún español más como una chica de Logroño que estaba en Guatemala de viaje…

Yo voy bastante apretado en la van y al parar a desayunar en Ocosingo (8.15 horas) le cambio de sitio a mi chica. Es buffet libre (140 pesos), pero la comida está orientada a guiris (esto es de lo más turístico de México). En total tardamos tres horas y media en llegar hasta Agua Azul, que tiene una cascadas chulísimas pero donde el agua está marrón por las lluvias. Compramos un colorido portafotos por 100 pesos y unos 50 minutos después llegamos a Misol Ha. Es sólo una cascada, pero es absolutamente espectacular (la de la foto). Sólo nos dan media hora para verla, pero nos metemos por detrás, por la roca, y nos calamos de agua por la presión con la que baja, ya que salpica muchísimo.

Hay que decir que el viaje en furgoneta por Chiapas de par de mañana ha sido impresionante, con niebla, unas montañas muy bellas, gente sentada a los lados de la carretera todo el rato y vendiendo cualquier cosa… Lo malo es que las comunidades ponen guardias dormidos (cemento en la carretera) cada pocos metros y como hay que ir muy despacio se tarda mucho en llegar.

Media hora después (13.50) llegamos por fin a Palenque (51 pesos ya pagados por la agencia). La humedad que hay aquí es terrible. Entre todos los de habla hispana contratamos a un guía, que se llama Nilo (50 pesos cada uno), y merece la pena. Nilo nos mete por la selva cercana y vemos algunos de los 1.482 templos que hay enterrados todavía en Palenque. Dice que no los excavan porque sería carísimo para el Gobierno, pero seguramente habrá grandes tesoros arquitectónicos entre la maleza.

El guía nos cuenta la leyenda de la reina roja y vemos dónde la enterraron, la tumba del famoso rey Pakal, que se casó con su hermana, cómo tenían baños de hombres y de mujeres, sistemas para bombear el agua, camas... También nos dicen que la tumba de Pakal se hizo primero y después, sobre ella, el edificio. Las vistas son espectaculares y, lo mejor, el ensordecedor ruido de los monos a lo lejos anunciando que viene lluvia. Gruñen casi como leones y no te dicen lo que es te empiezas a acongojar un poco...

Nos cuentan también la historia de la inscripción de la tumba de Pakal y la teoría del astronauta que se ha hecho sobre la tumba, vemos otros templos, el juego de pelota, etc. Es una sensación increíble la de haber pisado las ruinas de Palenque, un enclave del que tantas veces había oído hablar y leído cosas, y que tenía muchas ganas de visitar.


De regreso, el guía nos deja en la estación de bus de Palenque. Es pequeñísima y aprovechamos para comprar los billetes del día siguiente a Campeche (242 pesos cada uno). Cogemos un taxi al hotel (25 pesos) y salimos a comer algo, que desde el desayuno estábamos sin comer nada, no apetecía con tanta humedad.

Merendamos en el bar Trotamundos, al lado de la estación y a diez minutos andando del hotel. Yo como tacos de pollo, y mi novia una hamburguesa y fanta de fresa. De postre tomamos los dos ensalada de frutas. La atención es para cogerla con alfileres, pero la comida está muy rica.

De regreso al hotel, mandamos mails a casa y nos vamos a dormir tras la ducha. El hotel (Tulija Express, 45 euros por noche) está guay, con piscina y todo, aire acondicionado, habitación muy grande, moderna y limpia…, pero sin secador. Ninguno de los cinco hoteles en los que hemos estado hasta ahora tenía secador. Detalle importante, sobre todo para ellas.

MÉXICO 2009 (3ª PARTE)

DÍA 9. OAXACA. 2 DE SEPTIEMBRE

Nos levantamos para las 8.15 ya que la vecina de habitación no hace más que hablar y gritar (ha estado así toda la noche, yo creo que influenciada por Baco). Desayunamos en otro The Italian Coffee que hay por ahí cerca (yo frappé de moka y ella pastel de fresa y capuchino rompope, que lleva alcohol; todo 90 pesos). A las 10.00 cogemos el taxi a la CAPU, estación de autobuses (60 pesos) de allí, y al llegar compramos los billetes para Oaxaca en la ventanilla de la compañía ADO (290 pesos cada uno).

En un cuarto de hora nos montamos en el bus, 10.45, y salimos. El viaje, en el que vemos dos pelis, es un poco largo, aunque tampoco excesivamente pesado, y eso que son 320 kilómetros. A 20 kilómetros de Oaxaca nos retienen unos diez minutos unos piquetes porque hay huelga de un sindicato de maestros (todo quedó una anécdota). Al llegar, la estación nos es muy grande, lo que da más seguridad (he de confesar que con todo lo que cuentan sobre México siempre estás alerta). El taxista es muy majo, da seguridad y nos explica todo lo que hay para ver en la ciudad.

Llegamos al hotel, Hotel Francia (28 euros por noche) y sorprende que parece un viejo monasterio, con un patio con columnas, con techos muy altos, imágenes religiosas colgadas por algunas paredes… Decidimos salir a comer cerca, junto al zócalo, en un restaurante que se llama El Importador. Mi novia come crepes con jamón, yo quesadillas; ella pide té con canela de postre y yo banana split (280 pesos, algo caro para lo que solíamos pagar, pero regalado…).

También, por recomendación de las guías, decidimos comprar el billete para el viernes a San Cristóbal de las Casas (408 pesos cada uno, algo caro pero hay que tener en cuenta que son "sólo" 11 horas de autobús). Al hilo de los transportes, es curioso que en los autobuses, al subirte, te pasan un detector de metales para ver lo que llevas.

Por la tarde damos una vuelta por Oaxaca, hay bailes de danzón, payasos… Nos sentamos en una terraza y yo tomo una michelada por curiosidad y es bastante mala (cerveza con sal y salsa como de tomate). Después cenamos en uno de los restaurantes más prestigiosos y con mejores vistas del zócalo, el Asador Vasco, que sale en la guía. Comemos pulpo a la gallega de aperitivo y para segundo yo camarones (gambas grandes al ajillo en una tartera) y ella escalope a la milanesa. Después tomamos unos cafés muy buenos (yo capuchino con canela) y para postre, haciendo honor a la tierra, un pacharán Zoco que me sabe a gloria (558 pesos todo, unos 30 euros). Volvemos al hotel y me echo un cigarro agustísimo en el balcón de la habitación, que da a la bulliciosísima calle 20 de noviembre.


DÍA 10. OAXACA. 3 DE SEPTIEMBRE

Madrugamos de nuevo tras una mala (pésima) noche de descanso. El hotel está bien pero la habitación da la calle y la calidad de las ventanas hace que se oiga el tráfico como si no hubiera pared. Desayunamos unos cornflakes con sucarita en el restaurante del hotel (nos regalan un plátano, todo 90 pesos) y vamos a contratar una excursión con la agencia de turismo El convento, ya que es la que nos recomiendan. Nos recoge la furgoneta, nos lleva al hotel Camino Real (es impresionante) y pagamos dos excursiones allí (la de hoy 180 pesos) ya que la agencia tiene su sede en el hotel. Nos montan en la furgoneta con una pareja de mexicanos y otra de Bilbao y lo primero vemos el Árbol de El Tule, el más ancho del mundo y que tiene 2.000 años de antigüedad (5 pesos la entrada).

De allí nos llevan a Teotitlán del Valle, una pequeña población donde usan tintes naturales para teñir la lana y luego hacer maravillas. Nos enseñan el proceso (la cochinilla con el ph de cada persona toma un color, con los frutos secos se consigue otro…). Es muy chulo. Nos enseñan sus trabajos y nos dicen los precios, que son caros aunque algunos telares tardan siete meses en hacerlos, y la mano de obra encarece mucho el producto.

De allí nos dirigimos a las ruinas de Mitla (37 pesos persona) donde hay un templo bastante bien conservado. El guía nos explica su historia (mosaicos de los cuatro elementos, por qué las escaleras son tan pronunciadas: para subir de lado y no mirar de frente al dios cuando subes ni darle la espalda del todo cuando bajas...). Está bien, es interesante. Luego los dos Indiana Jones nos metemos en una tumba subterránea, que es muy profunda aunque con poca altura y huele muy fuerte dentro.
De regreso a Oaxaca charlamos con los chicos de Bilbao y con el guía y éste nos cuenta de dónde viene lo de gringos ("green-go", iros, verdes, en referencia al ejército extranjero) y otras historias de su país. Al llegar nos vamos a comer al zócalo a un restaurante que se llama Terranova. Comemos una botana oaxaqueña para los dos (queso, quesadillas, tasajo, chorizo…). No la podemos acabar porque es muy grande. Para postre tomamos un jugo (zumo) de papaya y otro de sandía. Son auténticos por el sabor.

Lo único malo es que los vendedores ambulantes no parar de dar la murga (les ofrezco una torta y no quieren, así que hambre no tienen). Vamos a ver el Museo Casa Juárez (allí vivió el ex presidente) pero está cerrado por las malditas huelgas. El Museo de las Culturas cierra a las 18.00 y no a las 19.00, por lo que también nos quedamos sin verlo. Al menos podemos visitar la iglesia de Santo Domingo, chulísima y cubierta de oro por todos los rincones. Contratamos también el espectáculo de la Guelaguetza en el Hotel Monte Albán, compramos cds con música mexicana, agua de horchata, una camiseta nike de México sin mangas (240 pesos) y escribimos por Internet a casa.

Vamos al Hotel Monte Albán y resulta que se ha suspendido el espectáculo ya que los bailarines no pueden llegar por la huelga. Nos devuelven el dinero y vamos a comer dos bocatas de jamón y queso, aunque vienen con muchos más ingredientes (140 pesos). Para las 22.30 ya estamos en la cama, como las abuelas...


DÍA 11. OAXACA-SAN CRISTÓBAL DE LAS CASAS. 4 DE SEPTIEMBRE

Volvemos al levantarnos pronto (esta noche hemos dormido un poco mejor) para ir de excursión después de desayunar en el hotel (90 pesos). Muy majo el camarero. Dejamos las maletas en la consigna y a las 9.50 viene a buscarnos el guía, Moisés Michelón. Con nosotros iba gente de México y Brasil, pero entablamos más relación con los mexicanos Manuel Salazar y su esposa.

Primero visitamos Monte Albán (monte blanco), que está en un alto, en un cerro cortado para construir la ciudad (la entrada 51 pesos). Vemos el museo de sitio y después las ruinas: el juego de pelota sin aros (al ganador lo sacrificaban porque era un honor), hacemos lo de la palmada y el eco, y vemos las ruinas tras comprar una máscara maya a un veterano artesano de Arrazola (250 pesos tras mucho regatear).
De allí nos llevan al pueblo de Arrazola, donde vemos un taller de alebrijes (muñecos fruto de la "alucinación divina", que es lo que significa). Esculpen la madera de los troncos, crean con muchas paciencia las figuras y las pintan. Más tarde vemos el ex convento de Culiapán de Guerrero, donde mataron al segundo presidente mexicano, Vicente Guerrero (14 de febrero de 1831). Vemos los muros, que están sin acabar, y comprobamos que allí se mezclan un montón de estilos arquitectónicos, incluso detalles de arte indígena, como la pila bautismal, con la cara triste de un querubín con rasgos indígenas (triste, se supone, porque habían llegado los conquistadores españoles). El guía nos cuenta que tiene mucha importancia el lugar porque en 1979 el Papa Juan Pablo II pidió perdón allí por la sangre derramada contra los indígenas por primera vez en representación de la Iglesia Católica. Toda la excursión cuesta 600 pesos.

Más tarde nos dirigimos a comer a San Bartolo Coyotepec (120 pesos el buffet libre). Probamos mole negro con carne, arroz con leche… Al terminar visitamos a una familia que hace decoración con barro negro, famoso allí y que obtiene ese color porque tiene mucho manganeso, y al calentarse y cocerse se pone negro. Son ocho horas de cocción cada pieza y si se pone 18 horas se queda como de metal, que es mejor para darle una utilidad como por ejemplo un jarrón con agua (los otros son de decoración). Compramos tres figuritas, pero había un montón, de todos los tamaños, y no eran nada caras. El problema es el viaje de vuelta y el avión, que se pueden romper.

De vuelta a Oaxaca tomamos un refresco en el hotel (80 pesos), damos una vuelta para escribir a casa un e-mail y mi novia le compra a su hermano una camiseta. Volvemos a cenar al hotel, y allí estaban Manuel y su mujer. Cómo no, compartimos mesa y nos invitan a ir a su casa del DF cuando queramos. Cogemos un taxi para ir a la estación de autobuses (50 pesos) y a las 21.00 tomamos el autobús a San Cristóbal de las Casas, una carretera llena de curvas y estrecha (mi novia dice que vio ciervos a menos de un metro del autobús mientras yo dormía). Y es que, me he dormido casi hasta las 3.00 y porque hemos parado en un bar de carretera, casi en plena selva, para ir al baño y tomar una cerveza.

Es curioso, ahora que me acuerdo, que una chica se haya subido al autobús a grabarnos a todos antes de partir con una cámara de vídeo. Suponemos que para tenernos a todos identificados por si pasa algo raro en el viaje. Es un detalle tranquilizador.

MÉXICO 2009 (2ª PARTE)

DÍA 7. PUEBLA. 31 DE AGOSTO

Madrugamos, a las 7.50, para hacer las maletas y salir hacia Puebla, una de las grandes desconocidas del país azteca. Está muy cerca del DF, a unos 70 kilómetros, y tiene como un millón de habitantes y una extraordinaria arquitectura colonial.

Cogemos un taxi en el hotel para ir hasta la terminal de autobuses TAPO. Vale 130 pesos (le damos 150 porque no tiene cambio). Nos indica un lugar seguro para bajar, cogemos los billetes (112 pesos cada uno) y a los dos minutos arranca el bus. Es super cómodo, con asientos gigantes y nos ponen una película y todo, Ironman. En una hora y cuarenta minutos, tras divisar el volcán Popocatepetl desde un Estrella Roja de primera clase, estamos en Puebla.

Allí cogemos un taxi seguro en una ventanilla (47 pesos, el precio varía según las zonas de la ciudad) y nos lleva hasta el Hotel Puebla Plaza (31 euros por noche). El taxista nos dice que la ciudad es mucho más segura que México DF, pero aunque se ve más pequeña, hay mucho tráfico también y mucha gente por la calle.

Llegamos al hotel, situado junto a la catedral, y nos sorprende que la entrada es preciosa, muy rústica, con balconcillos… la habitación también está bien pero no hay ni secador ni toallas. En fin, esto es México. A las 14.00 salimos a comer y conocer la ciudad. Puebla tiene un gran encanto, al menos el centro histórico.

Está dominado por casas bajas y coloridas. Comemos en la Pizzería Angelino (110 pesos) y después recorremos cuatro o cinco cuadras (manzanas) para ver el Museo de Amparo (gratis los lunes), que tiene una gran colección prehispánica. Al acabar tomamos un sundae en el Mc Donald's del Zócalo (21 pesos), visitamos la catedral, que es gigante y la ilustración del billete de 20 pesos (creo), y damos una vuelta por los alrededores.

Compramos por fin un secador en una especie de bazar (234 pesos) y echamos la siesta para recuperar fuerzas del madrugón. Ya por la noche vamos a cenar cerca del hotel, a una cantina que se llama La Matraca. Fue la sede del Correo de Puebla hasta el año 1822 dando servicio a la Corona de España y de la ciudad de La Habana. Ya funcionaba en 1580, según nos dijeron. Yo como una tartera de queso fundido con chorizo y tortas, y una cerveza Sol con tan buena suerte que en bebida hay dos por uno. Mi novia toma una ensalada mixta. Para postre, compartimos una cajeta de galletas, que están de dos en dos como rellenas de mermelada. Sin más (158 pesos la cena).

Ameniza la cena un músico, Arturo Zenemig, que canta muy bien. También se suben a cantar un par de espontáneos y también lo hacen bien (parecen todos profesionales). Cantan composiciones de Serrat, la de Antonio Banderas de la película de mariachis… En definitiva, pasamos un rato muy agradable antes de dormir.


DÍA 8. PUEBLA. 1 DE SEPTIEMBRE

Nos levantamos para las 9.00 y salimos a desayunar a un sitio que se llama The Italian Coffee (después descubrimos que era una franquicia que bien se podría importar a España). Yo como un pastel de chocolate y flan, y ella otro de queso. Además, yo bebo un frappé capuchino frío que estaba buenísimo, y ella un capuchino de medio litro por lo menos.

Hacemos tiempo para coger el bus al Africam Safari (208 pesos) en la oficina de turismo del zócalo. Lo cogemos a las 11.30 y nos lleva hasta allá, a 15 kilómetros de Puebla. Allí cogemos otro autobús para recorrer, con un guía, todo el parque, que está muy bien porque hay de todo tipo de animales: elefantes, monos, tigres, leones y así hasta 300 especies en total.

El circuito dura unas dos horas, luego un trozo se hace a pie y al final te llevan a un espectáculo de aves. Ahí me sacan a participar y me la meten doblada con un emú (un ave australiana), que viene por detrás a mi grito de “pajarito” ante el descojono del personal y el susto que me doy. A las 16.00 cogemos el bus de vuelta tras conocer a una familia mexicana que vive en Nueva York y que se muestra encantadora.

Comemos en el Mc Donald's (90 pesos) y a las 20.00 salimos a dar una vuelta, que hace buena noche. Mi chica se compra una sudadera (200 pesos) y hacemos fotos nocturnas del centro histórico de Puebla. Llama la atención que no se puede fumar ni en los porches de muchos bares y que Internet, por fin, es gratis en algún sitio: en la oficina de turismo del zócalo.

Decidimos volver a cenar a La Matraca tras el buen sabor de boca del primer día. Hay un gran ambiente y un tío que canta genial, se llama Lukas. Se lanza con "Bailar pegados", "Y nos dieron las diez...", también se suben espontáneos que quieren conquistar a sus chicas y hay, otra vez, dos por uno en cerveza. Yo como (tomo) ensalada de nopales y chicharrón, y ella queso con chistorra y tortas. Está todo muy bueno y cenamos por 195 pesos (apenas unos 10 euros). Nos vamos a dormir, que mañana cambiamos de ciudad. Nos vamos con la sensación de que un día en Puebla, si se aprovecha bien, es suficiente. Es una ciudad con un encanto especial.

lunes, 15 de marzo de 2010

MÉXICO 2009 (1º PARTE)

DÍA 1. CASA-LONDRES. 25 DE AGOSTO DE 2009
Después de casi seis meses de espera, por fin ha llegado el momento de hacer las maletas para cruzar el charco por primera vez. En los últimos años he viajado mucho, pero salvo Túnez (África), siempre había sido por Europa (Italia, Francia, Noruega, Rumanía, Grecia, Croacia, Rusia, Alemania...) y ahora toca conocer el Nuevo Mundo al que aludieron los conquistadores.

Salimos a las 11.00 de casa en la furgoneta del amigo Pérez. Llueve por el camino, como casi siempre que me ha tocado ir hacia Bilbao. A las 13.00 horas llegamos por fin al aeropuerto de Loiu y allí hay un atasco de mil demonios porque está el autobús del Athletic descargando el material para un vuelo europeo. Algo nerviosos por la aventura que íbamos a emprender, facturamos en media hora, pasamos los controles policiales y vamos a comer dos bocatas, uno de jamón y otro vegetal, para más señas. A las 14.20 empezamos a embarcar y a las 14.55 arranca el avión.

Yo me echo media hora de siesta a pesar de que hay muchas turbulencias en el vuelo y de que es difícil hablar con Morfeo. Llegamos a Heathrow, Londres, puntuales, a las 15.40, ya que es una hora menos que en España. Allí pasamos un largo control de pasaportes y vamos casi corriendo a recoger las maletas, no vaya a ser que las perdamos y la liemos parda para las primeras de cambio. Salimos tras un ratillo deambulando por el aeropuerto y lo primero fue echar un cigarro como símbolo de "todo ha ido bien".

Mientras fumo vemos taxis, preguntamos, y una chica nos manda al primero de la fila mientras se apunta en un folio el destino y otros datos de nuestro desplazamiento. El taxista, de raza negra, no sabe bien dónde está el Easy Hotel (25 libras la noche), aunque enseguida se entera. Eso sí, nos cierra con pestillo las puertas del taxi. No es un taxi negro de los típicos, sino una especie de furgoneta con cabina (decepción) y él puede escucharnos, al menos así traduzco el letrero que tiene puesto (¿Nos considerará peligrosos?). Tras 2,8 kilómetros llegamos al hotel, que parece la casa de Pin y Pon (sólo construida la planta baja), y nos dice que 11 libras la carrera (nos cobra 10 porque no tiene cambio. ¡Qué generoso!).

En el hotel la chica de recepción no se hace entender. Mejor dicho, no quiere, bastante tiene con saborear el chicle. Le pedimos, por favor, que nos reserve un taxi para el día siguiente a las 4.30 de la madrugada y tras cruzar tres angostos y laberínticos pasillos, al llegar a la habitación, sorpresa. Tiene apenas nueve metros cuadrados incluido un mini-mini-mini baño. Vamos, es la mitad que el camarote básico de un crucero. "Je, je", pienso, "ahora entiendo lo del precio".

Decidimos dar una vuelta por los alrededores para comer algo y encontramos, cómo no, un Mc Donald's (más vale malo conocido...). Comemos por ocho libras dos simples hamburguesas y seguimos andando. Nos sorprende la arquitectura de las casas, -todas iguales-, que los coches conduzcan al revés, que haya autobuses de dos pisos rojos como en las películas… Para eso es Londres, digo yo. Llegamos al hotel a las 19.00 horas, aproximadamente, y no tenemos ganas más que de dormir (tampoco hay tele en la habitación). Nos apañamos como podemos para ducharnos (con mi 1,89 se me hace complicado hasta girarme en el baño), y a la cama. Mañana será un día mejor.


DÍA 2. LONDRES-PARÍS-MÉXICO DF. 26 DE AGOSTO
El peor día de la aventura por el palizón del viaje iba a ser éste segundo. Y es que, no empezó del todo bien, al menos así le llamo yo a levantarse a las 4.00 de la madrugada. Nos espera un taxi puntual a la entrada y enseguida estamos en la Terminal 2 de Heathrow. Vemos los mostradores de Air France y, haciéndonos los guays, vamos a hacer el check-in con un máquina, pero no se puede, nos dan error los billetes. Viene un hombre de la compañía y nos dice que, como todos los plebeyos, tenemos que ir al mostrador. Checamos, tomamos un café machiato (muy malo y 4 libras los dos) y a volar a las 8.00, aproximadamente.

El vuelo a París está bien (se me había olvidado comentaros que en el precio se incluía esta escala), ya que nos dan de desayunar y llegamos en poco más de una hora al destino. Tres horas de escala más en el aeropuerto Charles de Gaulle (viendo tiendas y jugando a la Play 3 que hay por los pasillos) y, ya cansados, embarcamos rumbo a México, por fin, a las 12.50 horas.

El avión es gigante, tiene diez asientos por fila, y nos toca por la parte de atrás, a la izquierda, pudiendo estirar las piernas en el pasillo. Nada más arrancar nos dan de todo: almohada, manta, auriculares, antifaz, aperitivos si quieres…y dos veces de comer durante el vuelo, aunque es malísima, como todas.

Vemos un montón de películas y miramos el mapa del vuelo en tiempo real todo el rato, pero en el asiento no hay forma de coger postura. Duermo hora y media, o así, pero son más de once horas de trayecto, así que hay que armarse de paciencia. Me parece curioso, y un poco estúpido, que en vez de ir a México en línea recta demos un rodeo por Islandia para bajar luego a través de Canadá y Estados Unidos. Claro que por algo será, igual se ahorran el peaje...jeje

Por fin llegamos a DF y son las 6 de la tarde (siete horas menos que en España). Por la ventanilla se ve que aquello es gigante. El aterrizaje es un poco brusco, pero bueno, compensa el tocar tierra. En el avión rellenamos una tarjeta migratoria, algo de declaración de aduana y al llegar nos dan otro papel con información sobre los peligros de la Gripe A (allí le llaman influenza). Vamos pasando controles (los controladores, es curioso, van todos en sillas de ruedas), nos sellan la tarjeta migratoria y nos pasan las maletas por un escáner. Como los guardias están despistados intento pasar sin tocar el famoso semáforo de entrada (verde o rojo), pero me dicen. "¿Ya tocó el semáforo, señor?" Yo me hago el despistado, le doy al botón y afortunadamente sale verde. A los dos. Menos mal, porque si no te abren la maleta y te la miran de arriba abajo.

Salimos y entre un montón de gente veo a una de las dos personas que nos van a recoger en el aeropuerto y que nos hicieron sentirnos como en casa. Se llama José, oriundo de aquí, pero residente en México desde hace muchos años. Además, es el padre de una compañera de trabajo que se prestó gustosa a hacernos un poco (un mucho) más fácil la estancia allí.
Él andaba despistado y yo sólo lo había visto una vez en la vida y dos minutos, pero intuí que era él. Nos da un gran abrazo. Enseguida llega su hijo y los cuatro nos vamos a tomar algo a un bar que hay al lado. Salimos a hablar fuera (y a fumar, dentro tampoco se puede), y me preguntan a ver qué nos gustaría ver con un enraizado acento mexicano. Además, nos dicen que están las 24 horas al día a nuestra disposición para hacer lo que queramos. Increíble.

Salimos, nos montamos en el coche, que estaba en el parking, y empezamos a ver que, efectivamente, el tráfico en el DF es un auténtico caos: gente en bici en medio de la carretera, mil semáforos, desvíos para todos los sitios… conducir es un temeridad, pero nos cuentan que allí prácticamente regalan el carné de conducir. En el examen coges un coche, le das una vuelta a la manzana y ya está. Nada de teoría.

Por el camino al hotel nos van explicando todo (pasamos por el barrio de las prostitutas, Paseo Reforma, el Ángel de la Independencia, el Monumento a la Revolución…) Tardamos como una hora en encontrar el hotel y la gente superamable nada más bajar. Todo el mundo está por la calle, vemos un grupo de indígenas de Yucatán, hombres con gorro de cowboy… Pago la estancia, Hotel Corinto, de los cinco días (2.400 pesos, 145 euros) y nos vamos a la habitación a deshacer las maletas. Bajamos a cenar algo al restaurante aunque enseguida se nos cierran los ojos. Estamos muertos. Fumando un cigarrillo en la puerta entablo conversación con un empleado del hotel muy simpático. A las 22.30 (5.30 en España), es decir, 24 horas después de haber salido de Londres, nos vamos a dormir ya que mañana empieza el auténtico viaje y hemos quedado con Iñaki a las 9.30.


DÍA 3. MÉXICO DF. 27 DE AGOSTO
Para las 6.15 de la mañana no puedo parar en la cama por las ganas de conocer todo. Nos duchamos (no hay ni gel, ni secador), escribimos a casa por Internet para avisar de que todo ha ido bien, desayunamos (112 pesos los dos) y nos sentamos a esperar a nuestro superguía, que llega 15 minutos tarde (con el tráfico, no me extraña, allí es imposible calcular por tiempo, sólo por kilómetros). Nos lleva en coche por Reforma, vemos el Ángel y aparcamos junto al Palacio de Bellas Artes, que tiene una fachada chulísima. Entramos (35 pesos, más 30 por hacer fotos) y vemos murales espectaculares que relatan la historia de México (Rufino Tamayo y Diego Rivera, entre otros). Hay una gran exposición también de Tamara de Tempika. Yo no sé quién es, la pintura no es mi fuerte...

Después vamos andando hasta el zócalo. Hay mucha gente por la calle, mucho tráfico, decenas de joyerías con soldados con las armas custodiando… y llegamos a la plaza, que es gigante. Primero vemos el Templo Mayor (50 pesos), antigua Tenochtitlán, sus restos y el museo. Merece la pena porque son piezas de gran valor. Salimos, vemos el ambientazo en el zócalo, nos invitan a unos tacos de canasta (chile y papas) en un puesto callejero... Damos una vuelta por la catedral metropolitana, que es enorme también y vemos que se está celebrando una misa.

A la salida vemos que están preparando todo al detalle para el 15 de septiembre, su Día de la Independencia. De hecho, vemos hasta un reloj que marca la cuenta atrás para el 15 de septiembre de 2010, el bicentenario. Hay banderas mexicanas, un águila con la serpiente en la boca, una cara de Benito Juárez… De regreso al coche tomamos una cerveza marca Indio. Muy buena estaba, suave pero rica.

Cogemos el coche para ir a buscar a la novia del hermano de mi compañera de trabajo que estaba en la universidad UNAM dando un cursillo. Más de una hora de viaje para siete u ocho kilómetros. Volvemos por la misma calle de antes y el tráfico es insoportable en Insurgentes. Le recogemos y vamos a comer, por casualidad, a una cantina preciosa que se llama La Guadalupana. Comemos auténtica comida mexicana (yo chiles en nogada y mi novia quesadillas). Y empezamos a tomar cubas de ron. Para ser Bacardi blanco están bastante buenos (jeje). Contratamos a un cuarteto que hay en la mesa de al lado y nos cantan varias canciones, como El Mariachi Loco, México Lindo o El Rey. Nos hacen la velada muy agradable. Salimos como a las 8.00 de la tarde de la cantina, en la que se levanta el techo para airear, y nos vamos para la Zona Rosa a seguir bebiendo cubas.

Allí, al aparcar, el aparcacoches no dice si llevamos joyas o armas, y nosotros flipados. Va en serio. Nos dicen que estemos tranquilos, que los tiros "van siempre dirigidos". Bueno, se le escapa que de vez en cuando "alguno se desvía". Es curioso lo asumido que tienen allí el tema de las armas. Nos sentamos en el restaurante Freedom con una botella de ron y a última hora pedimos unos nachos (cojonudos) y unas costillas a la BBQ. A las 23.30, bastante contentillos, nos llevan para el hotel. Lo hemos pasado genial.

Un apunte. Cuando viajo suelo fijarme mucho en los precios que tienen los objetos de más consumo. Un litro de gasolina allí en México cuesta 7 pesos (menos de 0,50 céntimos de euro). Un paquete de Lucky Strike, 28 (1,5 euros, cuando aquí vale el doble). Sin duda, grandes diferencias entre dos mundos contrarios.

DÍA 4. MÉXICO DF. 28 DE AGOSTO
Hoy nuestro amigo nos ha dado fiesta por trabajo, así que decidimos desayunar, escribir un e-mail y buscar el autobús turístico, el Turibús. Tras preguntar dónde se coge, encontramos la parada en la puerta del viejo frontón de pelota de México, junto al Monumento a la Revolución y a pocos metros del hotel.

El problema es que esperamos durante hora y media y con incertidumbre por la gente extraña que pasa por alrededor. Vemos a un hombre que lleva una pistola debajo de la camiseta. Se le notaba porque la llevaba muy ceñida. Luego nos dijeron que seguramente sería un federal de paisano.

Cuando ya nos vamos aparece el bendito Turibús (125 pesos por persona) y hacemos un recorrido de más de tres horas por la ciudad. Eso sí, los auriculares no funcionan demasiado bien y el sol en el segundo piso calienta bastante. A las 16.00, ya cansados, llegamos al hotel y nos vamos a comer. Yo una hamburguesa, y mi novia un sándwich de jamón y queso, y una ensalada de pollo (220 pesos, 11 euros).

Nos echamos la siesta y a la tarde íbamos a quedar con nuestro amigo, pero no puede. Nos echamos unas cervezas en el bar del hotel, hablamos un buen rato con el camarero, Ismael, que nos invita a probar flor de jamaica (bebida roja y no muy buena de sabor) y con Odín, otro empleado. Decidimos cenar, yo filete con patatas y ella tacos de pollo, además de dos banana split (todo 340 pesos). Pronto nos vamos a dormir, que mañana queremos ir a Xochimilco a navegar un poco en trajinera.


DÍA 5. MÉXICO DF-XOCHIMILCO. 29 DE AGOSTO

Nos levantamos tarde para lo que acostumbrábamos (9.10), nos preparamos y a desayunar. Hoy más suave, yo chocomilk y ella café con leche y tres hotcakes, tortas calientes con mantequilla y miel, (buenísimas, 110 pesos). Como no funciona Internet en el hotel (40 pesos media hora), un empleado nos recomienda ir a una tiendilla cercana donde es mucho más barato (5 pesos media hora), aunque mucho más cutre el local. Nos montamos en el coche y nos vamos para Xochimilco.
Es una hora de viaje, aparcamos y compramos la comida en un mercadillo auténtico y lleno de colorido y cosas raras para nosotros. Yo pruebo carnitas y costillas, gambas enanas y hasta chapulines, que son escarabajos fritos (están buenos, crujientes y pican). También pruebo el pulque en un puesto callejero (8 pesos), aunque tampoco es nada del otro mundo. Huele a sidra pero parece sorbete de limón.

En el embarcadero (hay un montón de ellos) alquilamos una trajinera (barca) para los cinco que vamos (360 pesos más cinco de propina) y allí nos preparamos los tacos y todo el avituallamiento. Nos echamos unas cervecitas y también un par de bacardis con cola. Unos mariachis ponen su barca al lado y les contratamos para que nos canten varias canciones (Serenata Huasteca, Guadalajara…). Navegamos por todo el canal principal durante un buen rato.

Es muy bonito, la pena que llueve. Hay gente haciendo celebraciones familiares en una trajinera, fiestas de estudiantes con todos hasta arriba de alcohol, te venden comida en barcas, puedes apearte al baño… Parece, de alguna forma, Venecia y hay invernaderos de flores por todos los sitios. También vemos muñecos colgados de algunos árboles que imitan un lugar que hay por ahí cerca.

Volvemos a casa y, tras un ratillo, vamos a ver cómo baten el récord Guiness de asistencia a un homenaje a Michael Jackson en el Monumento a la Revolución. Está todo lleno de gente, imitadores, zombies, una pasada de fiestecilla (creo que dijeron 50.000 personas y por megafonía no hacían más que anunciar que se habían perdido niños). De vuelta al hotel, y antes de salir, Ismael me invita a un Tequila. La verdad es que el trato es genial. El tequila es algo más suave que en España, pero sigue sabiendo a rayos.

A las 21.30 vienen a buscarnos nuestro amigo y su chica y nos llevan a cenar a la zona de Satélite (Papa Bill’s), pero por el camino nos dan a probar Paloma (un refresco de tequila con limón, de 5 grados, que no está nada malo).

Allí quedamos con otra pareja de amigos de ellos. Cenamos costillas a la barbacoa en una cantina moderna y chula, nos hacen una demostración de cómo se elabora el aguacate... Lo malo es que apenas se oye nada por el jolgorio. Después de cenar jugamos a la Jenga (poner maderas de tres en tres unas encima de otras) y al que se le cae, bebe. Nos dan las 4.00 de la madrugada para cuando llegamos al hotel ya muy cansados. El cambio horario aún nos está afectando.

DÍA 6. MÉXICO DF-TEOTIHUACAN. 30 DE AGOSTO
Parece que nos hemos hecho al horario, ya que nos levantamos a las 10.00 y porque suena el despertador. Mi novia se levanta pochilla y desayunamos un poco (yo café y pan con mantequilla y cereales y ella melón con naranja, todo por 70 pesos). Llamo a mi abuela, que cumple los años, pero no coge. Vienen a buscarnos al hotel nuestro amigo y su familia y nos vamos a buscar a su padre y a otros amigos, Roberto y su hijo.

Nos dirigimos tras un rato a las impresionantes pirámides de Teotihuacan. Roberto, al que acabamos de conocer, nos paga las dos entradas, 102 pesos, ya que por entrar sólo pagan los extranjeros, no los mexicanos. José nos regala dos figuras de dioses hechas en jade muy chulas y nos vamos para adentro del recinto. Primero vemos el altillo donde los sacerdotes hablaban y donde se oye un eco que es una pasada, las palmadas rebotan por todas las paredes al estar en un sitio estratégico.

Después nos vamos desperdigando y nos quedamos los dos solos para subir a las pirámides de La Luna y el Sol. Cansa un poco subir, pero las vistas son espectaculares. Una de las cosas que no te puedes perder del país.

Cuando terminamos, tras la típica charla de todos los vendedores de souvenirs, vamos a comer a un restaurante impresionante que se llama La Gruta y que está dentro del recinto. Me tomo un tequila doble y sangrita con José y viene un trío de señores a cantarnos lo menos diez canciones. Allí comemos todos y puedo probar los escamoles, huevos de hormiga, que se pide Roberto para que probemos. Son caros y debe ser como un manjar. Yo pido carne a la tampiqueña, una especie de plato combinado muy bueno.

Vemos un show de bailes típicos y danzas prehispánicas, y nos volvemos a casa después de despedirnos de la gente, aunque tardamos como hora y media en llegar al hotel. 

Roberto nos deja en el hotel, nos despedimos y quedamos en vernos algún día en el futuro, ya que mañana partimos para Puebla. Sin cenar, ya cansados, nos vamos a la cama. Mañana dejamos el DF sin ir al fútbol ni a la lucha libre, ni a Chapultepec ni tampoco a la Virgen de Guadalupe, pero con la sensación de haber disfrutado mucho, de haber conocido las costumbres de los mexicanos (muy distinta) y a gente que es excepcional y afable. Sin duda, se necesita una semana para ver al detalle toda la ciudad, que tiene algo así como 21 millones de personas, como media España.