viernes, 30 de septiembre de 2011

ARGENTINA 2011 (13ª PARTE)

DÍA 13. 29 DE SEPTIEMBRE. USHUAIA

Si os ha tocado alguna vez levantaros a las 2.30 de la madrugada, después de haber dormido apenas tres horas, sabréis que uno se levanta con el cuerpo y la cabeza tocados. Pues eso nos ha pasado esta mañana, ya que para las 3 estábamos haciendo el check-out en el hotel de Buenos Aires y agarrando un taxi hacia el aropuerto de vuelos domésticos, el Jorge Newberry. Justo nada más montarnos, como sardinas en lata, ha empezado a caer una tormenta impresionante que ha parado a los 20 minutos, justamente cuando llegábamos al aeropuerto (85 pesos la carrera).
Allá hemos facturado enseguida (nos han hecho abrir las mochilas, porque había regalos que por el escáner se veían extraños), hemos tomado un cafetillo, y rápidamente para el avión a intentar dormir. Nuestro vuelo era Buenos Aires-El Calafate, aunque haciendo escala en Ushuaia, el culo del mundo como le llaman, y donde nos hemos bajado. El vuelo ha sido un poco pesado, por el horario, y por la duración, casi cuatro horas. Después de mal dormir ya que las dimensiones de los aviones de LAN no son grandes, a las 9.00 nos hemos plantado en Ushuaia,la ciudad habitada más austral del mundo.
Íbamos bastante bien forrados con ropa de invierno, pero nada más salir del pequeño pero coqueto aeropuerto de Ushuaia, de madera y con tejado a dos aguas, hemos sentido el frío. Ya lo había anunciado el comandante del avión, aunque para él las condiciones metereologícas erán "óptimas", con 2 grados y el cielo cubierto. No quiero ni pensar qué temperatura se considera aquí mala.

Hemos cogido otro taxi al hotel, la Hostería Mirabeagle (44 euros la noche para dos), y nos ha cobrado 25 pesos (4,5 euros). La verdad que está muy bien, es un alojamiento de madera, con calefacción a tope y muy chulo, aunque algo alejado del pueblo. Hemos llegado, hemos dejado el equipaje y nos hemos ido andando hacia la pequeña ciudad, de apenas 60.000 habitantes. Las vistas son espectaculares, con el canal Beagle asomándose y los Andes nevados que rodean todo el pueblo.

Hemos empezado a andar con la idea de desayunar en Ushuaia, pero mientras andábamos por los caminos de tierra (sólo está aslfaltado el centro), se nos han ido uniendo perros que no llevaban correa. Al final íbamos con cinco que no hacían más que ladrar y jugar entre ellos, pero no nos daban mucha seguridad. Ha habido un momento que parecíamos los flautistas de Hamelín, asi que hemos parado un taxi y nos ha llevado a la céntrica Avenida San Martín, el corazón de Ushuaia, donde están las tiendas, restaurantes...

Tras tomar un desayuno americano (café, pan y huevos revuelto por 27 pesos, los precios no son más baratos que en España), hemos reservado para mañana una salida en barco al Canal Beagle con la empresa Las Tres Marias, con mucha tradición en esta excursión. La ofrecen muchas empresas, pero iremos en el barco sólo diez personas (en vez de 30 ó 40), e iremos a una isla a la que sólo pueden viajar ellos ya que el propietario es un famoso buzo que ha escrito varios libros con mucho prestigio. Nos ha costado 180, precio similar a otras empresas, con barra libre de café, mate, alfajores, licor... Veremos a ver.

De allí nos hemos vuelto en taxi al hotel a dejar todo en las habitaciones y abrigarnos más, y hemos salido a comer al pueblo. Hemos probado vieiras y centollas con desigual resultado en un restaurante que se llama Geo. De allá, casi a las 5, hemos marchado al Museo Marítimo y del Presidio de Ushuaia, fundado en 1902. La entrada para extranjeros vale 50 pesos, y entras a la antigua cárcel nacional, llena de anécdotas. Ves las celdas, alguna se mantienen como estaban, recortes de periódicos, piezas... También un museo naval. Está bien, pero quizá es un poco caro para lo que ofrecen. También había una rèplica del Faro del Fin del Mundo que detalló Julio Verne en una de sus novelas y que existió en una isla cercana a Ushuaia.

Unas dos horas hemos estado en los museos antes de volver al centro a cenar, ya que en esta ciudad, fuera de excursiones o esquiar, no hay mucho que hacer. Pero encontraremos cómo entretenernos. Para despedir la jornada hemos ido a cenar a un restaurante muy recomendado que se llama La Rueda. Es tenedor libre de ensaladas de todo tipo, pasta y carne, en especial el cordero patagónico, asado de forma especial, como se hace por el norte de Navarra, y que estaba buenísimo. Todo por 85 pesos, incluido postre, más la bebida. Nada más terminar, sobre las 22.30, hemos cogido otro taxi de vuelta al hotel. El taxista nos ha comentado que en los últimos años ya no nieva tanto en la ciudad por el cambio climático, y que pueden llegar a estar a 15 o 20 bajo cero en invierno. Pero aunque es verdad que hace mucho frío, es seco, sin humedad, y se aguanta bastante bien con varias capas de abrigo, ya que venimos todos bastante bien equipados avisados de las condiciones del clima que nos esperan en estos últimos doce días del viaje.

Por cierto que hoy por la tarde nos han comunicado que se suspende el último vuelo que teníamos previsto, entre El Calafate y San Carlos de Bariloche, para el día 6 de octubre debido a las cenizas del volcán chilsno. Así pues, volaremos de El Calafate a Esquel, una ciudad que está más al sur, a una tres horas en autobús. Una incomodidas más, pero se supone que Aerolíneas Argentinas luego nos llevará en bus hasta Bariloche, así que, dentro de lo que cabe, al menos podremos visitar esta zona tan valorada por sus paisajes pero que ha quedado tocada por la catástrofe del volcán a principios de julio.

jueves, 29 de septiembre de 2011

ARGENTINA 2011 (12ª PARTE)

DÍA 12. 28 DE SEPTIEMBRE. BUENOS AIRES Y FIESTA GAUCHA

Madrugamos un poco más que estos días, a las 8.00, ya que a las 9.00-9.30 teníamos previsto salir con la excursión para ir a una estancia a conocer la forma de vida de los tradicionales gauchos en el campo. De primeras nos dicen que ha habido un error con la reserva y que se han olvidado de nosotros, pero encuentran a otra empresa y al final acabamos yendo con otra empresa a un tour similar, aunque en vez de al pueblo de San Antonio de Areco vamos a otro más cercano a Buenos Aires (80 km) y a una estancia que se llama Santa Susana.
Tarda un poco en salir el autobús y cuando nos montamos no podemos dar crédito, todos (bueno, casi todos) nuestros compañeros son jublados de Australia y Nueva Zelanda, así que menuda juerga que tenemos montada. De camino pasamos con el bus por el estadio de River Plate y por la carretera Panamericana, que cruza todo el continente, desde Alaska a Ushuaia. También por el borde del Río de la Plata, que es gigante. Si no sabes parece el mar, ya que es el río más ancho del mundo, con hasta 220 kilómetros de orilla a orilla en su punto más ancho haciendo frontera con Uruguay.
Cuando llegamos de la excursión (320 pesos en efectivo incluida comida y espectáculos), nos reciben en una gran estancia con vino tinto y blanco, zumos de naranja y unas empanadas buenísimas, todo ello sin límite. También está la opción, gratuita, de dar un paseo en caballo o en carreta de caballos, así que optamos por la primera de ellas mientras llenamos el buche y echamos unos tragos.
La experiencia de caballo está bien para los novatos como nosotros, aunque das un paseo muy corto por la finca, llena de caballos y vacas, y con un montón de gente más, así que los equinos van como por inercia unos detrás de otros. El mío no me hacía ni caso, así que reconozco que un pequeño momento de apuro sí que he pasado, entre otras cosas porque la rienda era muy corta y los pedales estaban muy altos; vamos, que parecía que iba en una minimoto de esas de la tómbola...
Después de ver un pequeño museo que tienen en la estancia (bastante pobre, por cierto), nos hemos sentado a comer y hemos entablado conversación con una pareja valenciana y otra argentina, todos muy simpáticos. Nos han dado ensaladas, carne de todo tipo muy rica, postre y barra libre de bebida. Tanto que nada más terminar la comida, y mientras empezaba a sonar la música de tango y folclórica, los abuelicos ya se habían arrancado a bailar, casi casi como en esas fiestas de Edad de Oro que organiza la Caja de Ahorros en el polideportivo.
Al margen de los bailes, lo mejor ha sido la demostración de un gaucho moviendo las boleras, ese utensilio de tres piedras cubiertas de cuero que utilizaban para cazar antiguamente como arma arrojadiza. De ahí nos han sacado afuera de la finca y varios gauchos han hecho ejercicios con los caballos, manejando al ganado, cogiendo anillas, acelerando... curioso, pero sín más. De ser más interesante no se hubiera dormido más de alguna abuelica afectada ya por el vino y a la que sólo le faltaba roncar.

Nosotros flipábamos con el pedo que se habían agarrado algunos. Mi compañero de autobús en la ida, un hombre de unos 70 años, ha conocido a una de su edad y se han pegado todo el viaje de vuelta agarradicos de las manos, primero, y luego de las entrepiernas hasta que se han dado un morreo. Yo estaba flipando.

Pero peor lo tenían Lan y Sergio, ya que en las filas de más atrás ha habido un par de mujeres que han echado la pela. Decían que se mareaban...; si, claro, y a mí los sábados me sienta mal la cena jejeje Tras hora y cuarto de camino, con el consiguiente cabreo del chófer por las vomitonas, hemos llegado a las famosas Galerías Pacífico, un centro comercial espectacular por dentro pero con productos fuera de nuestro alcance (bueno, menos un CD de Gardel que he comprado por 5 euros).
Hemos tomado algo más, alguna compra de última hora, -ya que por el sur todo es más caro y son ciudades más chicas, como dicen acá-, y hemos ido para el hotel. No hay ganas de cenar y a las 2.30 tenemos que levantarnos para coger el avión a Ushuaia, así que hay que dejar todo listo para poder descansar unas horitas.

miércoles, 28 de septiembre de 2011

ARGENTINA 2011 (11ª PARTE)

DÍA 11. 27 DE SEPTIEMBRE. BUENOS AIRES

Por segundo día consecutivo en este viaje no hemos madrugado, ya que nos espera una jornada tranquila. Hasta las diez no hemos bajado a desayunar al bar del hotel, Las Paces, y después nos hemos ido a dar un paseo hasta la calle Florida para cambiar dinero en su establecimiento que vimos allá. En teoría hay muchos, pero apenas hemos visto en estos días y en el único banco que hemos probado nos han dado largas. El cambio no ha sido muy bueno (1 euros 5,55 pesos, cuando está a 5,70), pero es lo que había y si sacas de cajero, con la comisión, te sale peor.
Tras cambiar pasta hemos cogido un taxi hasta Caminito, en el barrio de La Boca (16 pesos), que ayer vimos de pasada desde el autobús. Lo mejor de los taxistas argentinos es el palique que tienen, te cuentan anécdotas curiosas, hablan de política, de fútbol, de economía... y ninguno nos ha tangado. Días atrás nos comentaron que tuviéramos cuidado en Buenos Aires porque muchos taxistas simulan que les has dado un billete falso (sobre todo de 100 y 50 pesos), te dan el cambiazo y te dan el falso que luego nadie quiere, pero hasta ahora ha habido suerte.
Llegados a Caminito, lo primero que llama la atención es el colorido de los edficios y letreros, y los muñecos que lo adornan. Nos recibe un tipo igualito que Maradona (tiene hasta la misma barriga) para hacernos una foto con él, pero desistimos. Vemos el barrio, que son apenas dos cuadras, compramos alguna cosilla y nos sentamos a tomar algo en un bar con un espectáculo de tango en directo. Lo hacen bastante bien, aunque cuando lo ves por la tele el tango es mucho más espectacular.
La idea que tenemos ir caminado hacia Puerto Madero, que no está demasiado lejos (aunque en Buenos Aires todo está lejos), pero nada más salir de Caminito un hombre de avanzada edad que descansaba sentado en un banco nos dice que ni se nos ocurra ir andando, porque hay una zona en la que te quitan hasta las zapatillas. Y es que, el barrio de La Boca tiene fama de ser muy peligroso fuera del circuito turístico, y se ve que es verdad.
Así pues, agarramos un taxi que paramos en la calle, y nos lleva hasta Puerto Madero. Recomendados por el taxista, que habla de política y corrupción continuamente, elegimos restaurante, mientras nos dice que la presidenta, Cristina Fernández de Kirchner, está haciendo un país de vagos y prostitutas. Se ve que, con el objetivo de conseguir votos, el Gobierno argentino regala pensiones a todo el mundo aunque no hayan trabajado, y también a las mujeres cuando llevan tres meses embarazadas. Por eso nos dice el taxista que muchas niñas adolescentes "prefieren abrirse de piernas que levantarse a las 5 de la noche para laborar".
Tras un breve trayecto (12 pesos), llegamos al restaurante de Puerto Madero Siga la Vaca, un tenedor libre (buffet libre), donde hay barra libre de ensaladas y carne, además de bebida y un postre por 85 pesos (15 euros). Probamos bife de chorizo y lomo, asado de tiras y un montón más de cosas antes de irnos al hotel a echar la primera siesta de las vacaciones. En esos momentos está el Real Madrid jugando un partido de la Champions, pero entra el sopor y me quedo frito. El resto se sube al gimnasio y a la piscina a hacer un poco deporte para paliar tanto exceso estomacal.
Salimos poco antes de las ocho a dar una nueva vuelta por la ciudad, pero las tiendas ya están cerrando, se nota que decae mucho el ambiente por la noche, igual que baja el termómetro, ya que refresca mucho a última hora de la tarde por estas fechas en Buenos Aires. Después de ver un emocionante espectáculo de tango callejero, cenamos unos panchitos (así le llaman así a los perritos calientes) por 48 pesos, unas tarrinas de helado enormes (a 10 pesos 250 gramos) y volvemos al hotel a contratar una fiesta gaucha en el campo para mañana. Nos darán de comer, habrá demostraciones a caballo y también nosotros podremos montarnos. Un día diferente, ya que en la capital no nos queda mucho que ver y no nos vamos a Ushuaia hasta pasado mañana, eso sí, hay que madrugar mucho, como a las 2.30 de la mañana.

martes, 27 de septiembre de 2011

ARGENTINA 2011 (10ª PARTE)

DÍA 10. 26 DE SEPTIEMBRE. BUENOS AIRES

Hoy se nos han pegado un poco las sábanas, aunque adrede, y no nos hemos levantado hasta las 9.00, que ya era hora de no madrugar por un día. Hemos desayunado en el hotel y nos hemos lanzado a coger el Bus Turístico, que por 70 pesos te permite recorrer la ciudad y bajarte en veinte paradas diferentes durante todo el día. Lo coges las veces que quieras y te bajas donde te apetezca.
Hemos ido hasta la zona del Congreso, ya que allí había una de las paradas, pero como estaba lleno, nos han mandado al inicio del recorrido, la calle Florida. Había una cola enorme, y la chica que vendía los ticketes era como el caballo del malo, lentísima. Nos ha costado más de una hora coger los tickets y otro tanto montarnos, ya que en cada ticket te ponía el horario de salida, así que de nada ha servido que dos nos pusiésemos en la cola para coger entradas y otros dos en la cola de montarnos. Como hasta las 13.15 no salíamos, hemos aprovechado para comer por allí una especie de bocatas.
El recorrido es muy completo, pero también muy pesado, ya que el autobús, de estos descapotables de dos plantas y con auriculares para ir escuchando lo que ves, tarda 3 horas y 20 minutos en completar el recorrido. Hay cosas que merece la pena ver, pero otras que están metidas con calzador y hacen el viaje insoportable.
Tras ver la plaza de Mayo, la Casa Rosada (donde vive la presidenta) o el Cabildo, nos han llevado al barrio de La Boca, con sus casas hechas de chapa de colores. También hemos visto La Bombonera, el estadio de Boca Júniors, la zona de Caminito, Puerto Madero con sus rascacielos, Palermo o el Teatro Colón. Pero el bus va muy lento, y eso agota a cualquiera, sobre todo si el chófer para donde quiere a fumar, a comer algo..., en fin. Como curiosidad, hemos visto a un montón de gente cuyo oficio no es otro que pasear perros. Algunos llevaban más de diez, increíble.
 Pasadas las cuatro hemos regresado a la calle Florida, nos hemos tomado un café y nos hemos ido de tiendas tras visitar, ya con más tranquilidad, la plaza de Mayo, en la que cada jueves se manifiestan las Madres de Mayo. No hemos comprado muchas cosas, alguna camiseta de fútbol y poco más, pero era una calle muy animada.

A las ocho de la tarde hemos regresado al hotel (algunos se han ido al gimnasio) y nos hemos preparado para salir a cenar a un restaurante cercano, La Famiglie. Hemos cenado de maravilla y, de postre, nos hemos pedido el cubata de moda aquí, Fernet de la marca Branca con coca cola. Tiene 39 grados (originariamente tenía 45 pero lo rebajaron un pelín) y estaba fuerte, pero al final sabía rico. La jornada no ha dado para más, y para las doce de la noche ya estábamos en el hotel.
Después de habernos hecho la idea de lo que es Buenos Aires, y sobre todo de lo grande que es, mañana visitaremos con más tranquilidad las zonas que más nos han llamado la atención.

domingo, 25 de septiembre de 2011

ARGENTINA 2011 (9ª PARTE)

DÍA 9. 25 DE SEPTIEMBRE. DE IGUAZÚ A BUENOS AIRES

A las 7 de la mañana ha sonado el despertador, es la hora de moverse para tomar el avión hacia la capital de Argentina, Buenos Aires, donde viven, incluida la periferia, la mitad de los 40 millones de habitantes que tiene el país. Sin saberlo de par de mañana, nos esperaba por delante un día lleno de emociones y que hemos concluido extasiados.

Tras desayunar en el Hotel Yretá, a las 8.00 hemos pagado las habitaciones, aunque había un problema con el lector de tarjetas de crédito y hemos tenido que ir primero al cajero. Sergio, el taxista que nos llevó el otro día hasta Brasil, se encarga también de trasladarnos hasta el aeropuerto por cien pesos mientras nos cuenta una y mil anécdotas, como la tradición de celebrar todos los domingos un asado con la familia o las dos veces en las que, con el coche, se ha topado con pumas por la carretera.

Con tiempo de sobra llegamos al aeropuerto, facturamos las maletas con  la empresa chilena LAN (cuyo mayor accionista es, precisamente, el presidente de Chile) y esperamos hasta que nos toca embarcar a las 10.20. En 1 hora y 40 minutos, con puntualidad británica, llegamos al Aeroparque Jorge Newberry, el aeropuerto de Buenos Aires al que llegan los vuelos de cabotaje, es decir, los domésticos. Las vistas desde la ventanilla del avión son muy chulas con el río Uruguay, la frontera con este país y sobrevolamos también toda la capital argentina, impresionante.

Este aeropuerto, al contrario que el internacional, el de Ezeiza, está muy cerca del centro. Son unos 6 kilómetros y tardamos en un remise como 20 minutos en llegar (85 pesos). Así nos plantamos en el céntrico Monserrat Apart Hotel, un hotel impresionante y en el que, por nuestras pintas, llamamos la atención, ya que estamos rodeados de señores y señoras elegantes y de mucha clase.

Cada habitación tendrá unos 40 metros cuadrados, con una cama de matrimonio de dos metros de ancha, un sofá cama, frigorífico, microondas... y en la novena planta tenemos un pequeño gimnasio, jacuzzi y piscina climatizada, todo por 55 euros la noche para dos personas incluido el desayuno. De normal vale 500 euros la noche, pero pillamos una buena oferta y la verdad es que el lugar merece muchísimo la pena.

Estamos muy céntricos, a 50 metros de la Avenida 9 de julio, la más ancha del mundo, cerca del obelisco y del Congreso, pero antes de hacer turismo queremos comer, y nos movemos apenas 50 metros del hotel para llegar a La Vínería de Monserrat. Comemos muy bien, pero el servicio es lento y muchas de las cosas que pedimos no las tienen (445 pesos). De allá nos dirigimos hacia la feria dominical de antigüedades que hay en el cercano barrio de San Telmo. Es enorme y colorida, pero lo que se vende tampoco llama mucho la atención.

Además, tenemos prisa, porque esta tarde, a las 18.10 horas queremos ir al fútbol. Se juega un interesante partido en la propia ciudad entre el colista, Argentinos Júniors, y el líder, Boca Júniors. Primero preguntamos en el hotel por las entradas y nos dicen que hay una empresa de tours que tiene uno para esto, pero que cuesta 400 euros la entrada con el traslado. Le decimos que es muy caro, porque hay entradas (ya lo sabemos) desde 60 pesos, y nos dice que vayamos al campo y lo intentamos.

Con el tiempo justo, una media hora, cogemos un taxi hacia la calle Gavilán, junto al barrio de La Paternal, donde está el pequeño estadio de Argentinos (24.000 espectadores). Son más de diez kilómetros por delante, pero vamos en el coche de Vettel y en quince minutos estamos allá. Nuestro taxista parece recién sacado del rally Dakar, porque conduce como en los videojuegos, cambiando de carril casi sin mirar, y cuando no tiene sitio se inventa otro carril entre los que hay. Vamos los cuatro con los huevos de corbata, y cuando llegamos damos las gracias a Dios.

Nos cobra 40 pesos (7 euros) pero nos deja a tres cuadras del campo, el Diego Armando Maradona (aquí empezó El Pelusa) porque están cortadas las calles. Nosotros, como fuésemos por el barrio, empezamos a andar y nos juntamos sin quererlo con las barras bravas de Boca Júnior, que empiezan a ofrecernos entradas de reventa y a gritarnos lindezas. Nosotros, un poco acojonados, decimos que no, que ya tenemos entradas, y seguimos andando. Para más inri, Sergio y yo vamos de rojo, el color del rival de esta tarde y desde los autobuses donde están los hinchas nos grita algún que otro improperio.

Intentando evitar como podemos a los aficionados de Boca, llegamos a un control policial en el que nos cachean a todos, y a mí me quitan el mechero porque es un arma supuestamente arrojadiza. ¿Y ahora cómo me enciendo el cigarro, con la oreja? Antes de pasar el segundo control, rodeados todavía de aficionados y mientras nos siguen queriendo vender entradas (muchas son falsas y no nos fiamos), nos entra un poco la cordura y decidimos meternos por una calle para salir por el otro lado del estadio, ya que queremos ponerlos en las plateas, las tribunas donde van los hinchas normales, no los radicales.

Llegamos a la taquilla y aún quedaba alguna que otra entrada, más vale porque ya nos veíamos volviendo al hotel con las manos vacías. Hay de 100 pesos y de 120, así que cogemos las caras y nos vamos para adentro mientras resuena el campo con el grito de las hinchadas. Conforme entramos, pillamos unos de los pocos sitios que quedan y allí nos quedamos, con los calmados aficionados de Argentinos.

El campo es chiquito, pero impresiona ver a la afición local en uno de los fondos y enfrente, a toda la de Boca, que no para de animar con un montón de pancartas para intimidad al rival, como una que decía "Nunca hacemos amistades". El partido en sí resuelta aburrido, mucho juego físico pero poca calidad, aunque merece ganar el colista, que falla un par de ocasiones increíbles. El encuentro termina con 0-0, pero lo vivido en cuanto al ambiente y los gritos y cánticos de los aficionados no se nos olvidará en la vida. Había momentos en los que, al menos a mí, se me ha puesto la piel de gallina, creo que incluso me he emocionado, ya que era algo que quería vivir alguna vez en la vida.

La gente soltaba todo tipo de improperios, al árbitro y al rival, como el tradicional "me cago en la concha de tu madre", el novedoso "culorroto" o el "hijo de la reputa". Un show. Lástima que sólo hemos podido hacer fotos y algún vídeo con uno de los móviles, ya que nos habían aconsejado no llevar cámaras, ni teléfonos buenos ni dinero. También que tuviésemos cuidado, porque hay veces que los aficionados de arriba mean (sí, mean) a los que están  debajo.Lander por si acaso se había llevado el chubasquero...jeje

Cinco minutos antes de que acabe intentamos salir del campo, pero la policía (abajo en la foto sale un vehículo antidisturbios) nos lo impide, ya que primero van a desalojar a toda la hinchada de Boca, la van a escoltar hasta su barrio (La Boca se llama) y media hora después dejarán salir a los aficionados locales, entre los que nos encontramos. Es raro, pero dicen que es la única forma de evitar que haya enganchadas entre las dos aficiones.

Después de casi 40 minutos y en medio de un gran cordón policial, salimos, pero nos cuesta horrores coger un taxi, y son 11 kilómetros hasta el hotel. Un hombre nos dice que no quieren parar porque se piensan que somos hinchas de Argentinos (¿será por ir de rojo?). Tras un buen rato logramos coger un taxi que en 17 minutos nos deja en el hotel (43 pesos).

El día ha sido muy largo, pero inolvidable, así que cenamos en el restaurante anexo al hotel. Tiene buena pinta y la comida está exquisita (rissotto, txipirones, carpaccio..., todo por 294 pesos) y para las once de la mañana nos vamos a dormir. Esta noche queremos, por fin, descansar hasta tarde, así que mañana no hemos quedado hasta las diez para recorrer la gran Buenos Aires.

sábado, 24 de septiembre de 2011

ARGENTINA 2011 (8ª PARTE)

DÍA 8. 24 DE SEPTIEMBRE. PUERTO IGUAZÚ

Para la jornada de hoy tenemos reservada la visita al lado argentino de las cataratas de Iguazú, donde se ven más de cerca, ya que el lado brasileño es para hacerte una idea panorámica de la extensión de esta maravilla. A las 8.00 ya estamos arriba y nos sorprende un día espléndido, con el sol apretando con fuerza de par de mañana. Tras desayunar copiosamente, salimos a las 9.30 desde el hotel rumbo a la estación de omnibus (autobús).

Allí compramos los billetes para ir al parque, 10 pesos la ida y otros diez la vuelta por persona cuesta en el bus llamado El Práctico. Aquí la inflación es enorme. Hace un año valía el billete 7, por lo que ha subido un 45%. La entrada al parque valía 75, y ahora 100 (un aumento del 33% en apenas un año).



En unos veinte minutos llegamos al parque, sabedores de que nos espera una larga caminata. En total recorremos cerca de 15 kilómetros hasta las 17.30 de la tarde. En primer lugar vamos hacia la Garganta dl Diablo, pero como hay mucha cola para coger en tren ecológico decidimos ir a pata 2,5 kilómetros. Después de un rato llegamos a la parada de la estación, de la que tenemos como 1.5 kilómetros de pasarelas para llegar al salto más increíble de Iguazú, con 70 metros de cascada. Cuesta llegar bastante, ya que la gente va despacio y son pasarelas angostas, pero cuando te plantas allí te das cuenta de que es algo único en el mundo, indescriptible.

El caudal de agua hace que apenas puedas hablar cn la persona que tienes al lado, y mires donde mires es espectacular. Pasamos como media hora haciendo fotos, pero el viento sopla tanto que hace que la bruma del agua merme las vistas.Aún así, es un lugar mágico que hay que ver al menos una vez en la vida.
A lo tonto nos dan las dos de la tarde, así que paramos a picar algo en un restaurante de fast-food del parque. Nos cuesta barato (unos 25 euros los cuatro), pero comemos bocatas y poco más. De pronto nos damos cuenta de que esta tarde. y de que hay que acelerar el ritmo porque apenas hemos visto algo. Así que decidimos ver primero el circuito superior, increíble, y después el inferior, donde en algunos puntos llegar a mojarte con el agua de laas cataratas. A la innata belleza del lugar hay que sumarle que asoma un arcoiris enorme, por lo que la panorámica quita el hipo y seguro que nunca se nos va de nuestras retinas.

Acabamos de recorrer las pasarelas, y después de ver un buen grupo de coatíes, cogemos el bus de vuelta al hotel. Toamamos algo y salimos a cenar por el pueblo. Nos ha recomendado mucha gente ir a la Parrilla Pizzería Color, ya que tienn de todo y de calidad. Para variar pedimos un bifé de chorizo, una pizza y una parrillada de pescado fresco de los cercanos ríos Paraná e Iguazú. Entre otras delicías nos sacan pacú y surubí, dos peces tipicos de aquí y que tienen un sabor exquitisito. Nos ponemos las botas, pagamos 79 euros con postres, y como el propietarios nos da un vale para tomar una caipirinha en un local cercano vsmos para allá.

Se agradece el detalle, aunque la caipirinha está un poco fuerte. También nos habían regalado la entrada a una discoteca de la ciudad (aquí se llaman boliches), pero, pensando con la cabeza, decidimos irnos para el hotel, ya que mañana a las 8 hay que salir para el aeropuerto para desplazarnos a Buenos Aires. Son las once, pero ya estamos muertos.

viernes, 23 de septiembre de 2011

ARGENTINA 2011 (7ª PARTE)

DÍA 7. 23 DE SEPTIEMBRE. TRES PAÍSES EN UN DÍA

Aunque Puerto Iguazú nos recibió ayer con un calor sofocante, durante la noche ha caído aquí el diluvio universal, una tormenta impresionante, con unos truenos de asustar y mucha, muchísima agua, tanta que nada más levantarnos, sobre las 8, hemos temido tener que suspender la excursión al lado brasileiro de las cataratas de Iguazú. Como no habíamos quedado con el taxista del hotel hasta las diez, hemos ido a desayunar y a esperar a que mejorase el día.
El desayuno era tipo buffet, bastante completo, con fruta, café, bollos y medialunas, tostadas, jamón, queso, zumos, yogurt... Nos hemos demorado como media hora y a las diez hemos bajado al vestíbulo y hemos conocido a Sergio, nuestro guía, taxista y compañero durante todo el día. Nos ha llevado directamente hasta Brasil, pasando la frontera argentina. Primero te sellan el pasaporte desde el coche (en el lado argentino) y unos kilómetros más adelante, tras cruzar el río, llega la aduana brasileña. Ahí ni nos hemos bajado de coche. Nuestro chófer se ha bajado con nuestros pasaportes y a los dos minutos ha regresado ya con el sello. Todo eficiencia.

En más o menos media hora hemos llegado a la entrada del parque. Ya no llovía, pero el día seguía triste, muy nublado, y eso nos iba a impedir ver esta maravilla de Iguazú en todos su esplendor. Hemos pagado la entrada, 110 pesos argentinos (unos 19 euros, cuando el año pasado costaba 7) y nos hemos ido para adentro. Se puede pagar con tarjeta y casi con cualquier moneda: pesos, reales de Brasil, dólares, euros...

Nuestro taxista nos ha dicho que la visita dura unas 3 horas, y que nos esperaba a la salida, ya que sólo son 800 metros de recorrido por pasarelas desde las que ver las cataratas. En la entrada se coge un bus que te lleva, tras unos siete u ocho kilómetros, hasta la parada del único hotel que hay dentro del parque. Ahi empiezas ya a bajar una rampa y a quedarte con la boca abierta. No se ve como si fuera un día soleado, pero es realmente espectacular la cantidad de agua que hay por ahí y las caídas enormes, algo que hay que ver una vez en la vida.

Poco a poco vamos avanzado, y tenemos la suerte de ver algún que otro animal, ardillas, caracoles enanos, y un simpático coatí que no tiene miedo a los extraños. Así, poco a poco, llegamos hasta el final del recorrido, donde se encuentra la caída más grandes, la llamada Garganta del Diablo. Tenemos la mala suerte de que empieza a chispear y no podemos verla en pleno auge, pero el paso por esas últimas pasarelas es increíble. El agua de la cascada cercana te baña, y eso, unido al viento, hace que pienses que vas a echar a volar en cualquier momento. A pocos metros vemos también cómo cae el agua, impresionate como se la 'traga' hacia abajo el salto.


Después de justo tres horas, y tras comprar algún recuerdo, volvemos a coger el tren hacia la entrada y allá nos espera Sergio. Por la mañana le habíamos preguntado por la posibilidad de pasar la frontera de Paraguay y visitar Ciudad del Este, y decidimos ir. Nos dice que aquello es el paraíso de las compras, sobre todo la electrónica, que vale la mitad que en Argentina y que por eso mucha gente va allá a comprar y luego lo vende más caro. También dice que es el paraíso de la falsificación (le llama trucha) y que hay muchos chinos y árabes.  Nos animamos a ir.

De camino nos lleva a comer a un tenedor libre en Brasil, una churrasqueria donde puedes comer todo lo que quieras por 60 pesos (10,5 euros) más bebida. Aquello está lleno, pero la verdad es que hay de todo para comer: ensaladas, pasta, guisos, carne de todas las clases y un montón de postres. Así pues, nos ponemos las botas y salimos hacia Paraguay a las 15.30 de la tarde. Habíamos pactado con Sergio pagarle 180 pesos por ir a Brasil, pero al ampliar la excursión nos dice que hay que darle otros 180, lógico.


A la que vamos llegando a Paraguay, el guía nos cuenta lo mal que està Argentina en general. Dice que "está enferma de corrupción", que Brasil es mucho más rico y que todo funciona mejor gracias a la labor del expresidente, Lula Da Silva, y que Paraguay es lo peor de lo peor. Nos dice que hay muchos robos, que no hay leyes, ni semáforos... No le gusta mucho se ve. En la frontera no hay que hacer ningún trámite, pero nada más llegar a Ciudad del Este aquello parece otro mundo, un país asiático, diría yo. Gente por todos los sitios comiendo en la calle, un tráfico horrible, todo tiendas con gente que te ofrece falsificaciones.


Aparcamos en un sitio que guarda un niño colocando banquetas y que te lo deja a cambio de dinero, así también cuida del coche, porque uno no se puede fiar. En Paraguay es una hora menos, pero para las 16.30 cierran ya las tiendas. Él nos lleva a dos tiendas de electrónica que dice que son de fiar, ya que también en esto hay mucha falsificación. Tienen los últimos modelos de todo (fotos, ordenadores, gps...), pero los precios son poco menos que en España, así que no nos fiamos. Sí compramos algùn recuerdo, pero poco más. Hay policía privada con fusiles en la mano al entrar a las galeriás comerciales, lo que da cuenta de que hay mucha inseguridad.

Enseguida regresamos para Argentina pasando por Brasil. Serán unos 40 kilómetros, pero hay cola en las dos aduanas, y eso hace que tardemos una hora en llegar. Pero antes de venir al hotel hemos pasado por una tienda de deportes y otra de artesanía para hacer alguna comprilla. Ya de regreso hemos descansando un poco y nos hemos vuelto a ir a correr un rato por la ciudad, 40 minutos, pero aquí es un deporte de riesgo, como ya dije ayer. Nos duchamos y nos arreglamos, dudando si salir a cenar o hacerlo en el hotel.

Al final nos quedamos a cenar en el hotel y a ver un rato la tele. Quizá mañana sí salgamos a dar una vuelta por la noche por aqui, un país en el que, por cierto, nadie quiere a Messi. Piensan que con la albiceleste no mete la pierna como en el Barsa, y añaden que "os lo regalamos con un lazo". Cualquiera lo diría viendo lo que hace allá en España.

ARGENTINA 2011 (6ª PARTE)

DÍA 6. 22 DE SEPTIEMBRE. LLEGADA A PUERTO IGUAZÚ

Nuestro primer objetivo del día hoy era visitar el Museo de Alta Montaña de Salta, el más importante de todo el norte de Argentina, pero aunque hemos madrugado y desayunado pronto para estar ahí antes de las diez de la mañana, no abre hasta las once (aquí se toman todo con bastante tranquilidad). Así pues, camhiamos dinero y entramos a ver por dentro la catedral (donde están los restos de un héroe de la independencia, Güemes) y regresamos al hotel a recoger las maletas, ya que a las 13.40 horas cogemos el avión con Aerolíneas Argentinas a Puerto Iguazú, donde veremos las espectaculares cataratas.

Hablamos con el conductor de un remise y nos comenta que nos lleva a los cuatro al aeropuerto por 35 pesos (6 euros), así que le decimos que sí. Tardamos como quince minutos en llegar al pequeño aeropuerto de Salta, inaugurado en 1999 con Menem como presidente. Apenas hay gente, así que como ya teníamos reservados los asientos sólo nos queda facturar las maletas. Nuestra primera experiencia con Aerolíneas Argentinas ha sido buenísima, a pesar de que no tiene muy buena fama.

De paso, y como hay tiempo, aprovechamos también para que nos impriman en LAN los billetes para estos días, ya que nos han retrasado un día el vuelo de Ushuaia a El Calafate. Ha habido que hacer cambios de hoteles, pero parece que lo hemos apañado bastante bien.

Hacemos tiempo tomando algo y, con mucha puntualidad, nos subimos al avión. Es pequeño, con cuatro asientos por fila, pero con muchas comodidades. Nos dan a leer un periódico, El Argentino, tenemos pantallas de televisión en cada asiento para ver documentales y series, y nos dan una pequeña comida. Un bocadillo de jamón y queso, bebida, café y, por fin, probamos los alfajores, un dulce buenísimo típico de aquí que en apiencia se asemeja a un polvorón, pero que mucho más rico, relleno de dulce de leche.

Antes de lo previsto, en una hora y 40 minutos, llegamos a Puerto Iguazú. Ya desde el avión se nota el cambio de paisaje, impresionante. De los secarrales del Noroeste al paisaje amazónico de aquí, todo rodeado de vegetación selvática. También nada más bajarnos apreciamos ya que el calor es bastante más intenso. Cogemos otro remise y por 100 pesos (16 euros) nos lleva al Yreta Apart Hotel, situado en el pueblo a 25 kilómetros del aeropuerto.

El apartamento que tenemos reservado, a dos cuadras del centro (110 euros la noche para los cuatro con desayuno) está muy bien. Tiene un salón-comedor-cocina de unos 30 metros cuadrados, un baño grande y dos habitaciones también grandes, además de terraza. Lo primero que hacemos es salir a ver el pueblo, que apenas tiene 30.000 habitantes, aunque muy enfocado al turismo, con restaurantes, tiendas, hoteles...

Comemos algo en un restaurante de comida rápida, vemos algunas tiendas y decididimos comprar algo en el supermercado para cenar esta noche y comer mañana en el apartamento de forma cómoda. Nos cuesta todo algo más de 300 pesos (pizza, empanadas, milanesa, yogures, cerveza....)

De vuelta al hotel los chicos optamos por ir un ratillo a correr, aunque aquí eso es jugarse la vida. Casi nl hay luz por las calles, al pavimento le faltan trozos por todos los sitios como si fuera un queso de agujeros, y para colmo, hay varios perros cabrones que no hacen más que ladrar y amagar con seguirnos.

Lan y Sergio prueban la piscina, reservamos transporte para ir mañana al lad brasileño de las cataratas, cenamos y vemos un rato la tele, aunque enseguida empieza a pesarnos el cansancio y poco a poco vamos abandonando el salón para echarnos a los brazos de Morfeo.

ARGENTINA 2011 (5ª PARTE)

DÍA 5. 21 DE SEPTIEMBRE. DE PURMAMARCA A SALTA

Hoy hemos dormido en una cabaña con todas las comodidades, aunque hemos comprobado en nuestras carnes que la oscilación térmica es enorme. Por la noche hacía mucho frío, y nos hemos tapado con un par de mantas y hemos dormido con la calefacción encendida.

En teoría, hoy no tenemos prisa para levantarnos, ya que nuestro guía no viene hasta las 9.30, pero para las 7 ya estábamos en pie. Hemos desayunado lo de siempre por acá (café, mediaslunas, tortas y dulce de leche para untar) y hemos preparado el equipaje para seguir recorriendo el norte del país.
Más o menos puntual ha llegado a recogernos al hotel el guía, Santiago (vamos los cuatro solos con él en una Berlingo), y hemos pagado la habitación. Por cierto que nos dan una factura y nos dicen que es posible que al salir del país nos desgraven el 21% de IVA presentando la factura (no lo sabíamos ni lo hemos leído en ningún foro, pero si nos lo devuelven, encantados de la vida).
Tras hacernos las primeras fotos del día en el espectacular Cerro de los 7 Colores (aquí las montañas tienen colores de todo tipo, por los sedimentos marinos, el hierro, el cobre…), nos dirigimos al pueblo de Tilcara y a la pucara (10 pesos la entrada), unos restos arqueológicos preincaicos que al haberse reconstruido han perdido bastante gracia.
Mientras seguimos el viaje, y durante todo el día, lo más enriquecedor de todo es lo que nos va contando el guía sobre los usos y costumbres de Argentina. Nos dice que, por ejemplo, los políticos dicen que no hay apenas inflación en el país cuando hay informes que hablan de 20%. También señala que los argentinos son perezosos para trabajar y que se hacen obras, como líneas de tren, que se han inaugurado y ya no han funcionado más.
Por la denominada Quebrada de Humahuaca, un valle con un paisaje espectacular, llegamos a Humahuaca, una población de unos 14.000 habitantes con población indígena y todo sin asfaltar. Tiene una iglesia curiosa, también la torre del ayuntamiento y un monumento a la independencia que corona la ciudad. Allí mismo comemos, estofado de llama al roquefort y locro, un plato hecho con maíz, alubias, verduras, carne y que pica bastante.
Como postre, el guía nos da a probar unas hojas de coca, que no hay que masticar, sino que hay que dejar en el moflete y que ayuda a hacer la digestión. Para hacer 53 gramos de cocaína se necesitan 350 kilos de hojas, así que no tiene ningún efecto. Según Santiago, es como si piensas que por comer un kilo de uva te vas a emborrachar.
Tras comprar algunos recuerdos en Humahuaca nos dirigimos al pequeño pueblo de Uquía, que tiene un retablo dorado y unos curiosos cuadros de los llamados ángeles arcabuceros que hicieron los pueblos originarios de allá. Es curioso que cuando se hizo la restauración desparecieron tres de los doce cuadros, y hoy sólo quedan nueve, valorado cada uno en 3,5 millones de dólares.
Antes de llegar a las inmediaciones de San Salvador de Jujuy, siempre muy cerca de la frontera con Bolivia, nos hacemos una fotos junto a la Paleta de los Pintores (llamados así los cerros por su colorido) y en la línea imaginaria que dibuja el Trópico de Capricornio.
Dado que San Salvador, capital de la provincia, no tiene mucho que ofrecer, cambiamos la ruta y volvemos a Salta pero en vez de por la autopista por la denominada cornisa, una carretera sinuosa, con mucha vegetación (algo que no habíamos visto hasta ahora) y tres pantanos.

Sobre las siete de la tarde, ya cansados del viaje, llegamos a Salta y reservamos en una de las peñas famosa de aquí que nos recomienda el guía. Se llama la Panadería del Chuña. Hoy en día las peñas tienen ya espectáculos contratados, pero el origen viene de restaurantes donde la gente se animaba a coger una guitarra y a cantar, luego se le unían más músicos…

A las 9 de la noche llegamos a la peña, y mientras cenamos (la verdad que no ha sido la mejor cena de las que llevamos y sí la más cara) empiezan los espectáculos. Nosotros estamos hasta la 1.00, más o menos, y vimos a un solista, al grupo imán, bailes folclóricos y un ventrilocuo, pero nos cuentan que eso se puede alargar hasta las 2 o más; vamos, hasta que aguanta la gente. La cena nos cuesta 600 pesos (algo más de 100 euros los cuatro) y nos vamos para casa a descansar que mañana también tenemos tarea, ya que volamos dos horas a Puerto Iguazú.