DÍA 14. 24 DE SEPTIEMBRE. NUEVA
YORK
Hoy dejamos Orlando, así que hay
que madrugar bastante, a las 6, para coger el vuelo hasta Nueva York. En veinte
minutos desayunamos algo en la habitación y cogemos el coche rumbo al
aeropuerto internacional de la ciudad para dejarlo allí con pena. Nos ha dado
mucha libertad. Vamos hasta la zona de coches de alquiler, pero resulta que la
compañía Sixt no aparece por ningún lado.
Al final, descubrimos que su sede
está a un par de kilómetros del aeropuerto, pero no ahí mismo, la encontramos a
la primera y nos quejamos, porque nadie nos avisó de ese, entre comillas,
pequeño detalle. Nos dicen que no somos los primeros a los que les pasa, y en
un par de minutos, tras comprobar que todo está bien, nos llevan en una
furgoneta hasta la misma puerta donde hay que facturar las maletas.
La segunda sorpresa llega ahí,
cuando nos cobran 50 dólares en la compañía United Airlines por facturar las
dos maletas, se ve que no estaban incluidas, pero no lo sabíamos. ¡Qué se le va
a hacer! Desayunamos un café de medio litro más negro que el tizón al que
atiborramos de leche en mini tarros y azúcar, y nos vamos para la puerta de
embarque después de pasar por un escáner corporal muy sofisticado, te hacen
levantar las manos y estar ahí tres segundos quieto, además de descalzarte. Al
menos hay wi-fi gratuito en la terminal.
Salimos puntualmente de Orlando a
las 9.26 y para las 11.40, antes de lo previsto, ya hemos aterrizado. Después
de estudiar las distintas maneras de llegar al hotel en Carlstatd (new jersey),
decidimos, aunque nos saldrá más caro, coger un taxi por comodidad. Cuesta 51
dólares, pero con peajes y propinas, 60 (unos 48 euros). En tren y bus hubiera
salido por unos 35 ó 40, pero vamos muy cargados, y encima hubiéramos tardado
más de una hora.
Llegamos al hotel, Econo Lodge
Meadowlands, cerca de donde se juega el US Open, y el hotel, aunque por fuera
no dice nada, tiene habitaciones muy cómodas y grandes, incluida nevera,
microondas, wi-fi, parking gratis y desayuno. No llega a 80 euros la noche, y
en Manhattan por menos de 180 euros no encuentras nada decente. Además, te
plantas en Times Square en 15 minutos cogiendo el bus al lado del hotel, por
4,25 dólares el viaje. Una opción económica, sin duda.
Llegamos a Manhattan, comemos en
un italiano, y nos vamos a la calle 47 a recoger el NY Pass, una tarjeta que
durante 7 días, por 140 euros, nos permitirá ver los sitios más emblemáticos de
la ciudad, además de descuentos y otras cosas (todos los museos, edificios,
cruceros por el río Hudson, tours…). Hoy ya hemos amortizado casi 70 dólares,
ya que hemos subido al Empire State Building, que vale 25. Se sube al piso 80 y
las vistas de toda la isla son espectaculares. Mucho peor es el sky ride, otra
atracción que se coge en el mismo Empire y que simula, incluso mueven los
asientos, un paseo aéreo por la ciudad. Vale 42 dólares, y sinceramente no
merece la pena pagar ni diez. En ambos pasar por un escáner, aquí con el tema
de la seguridad no se andan con bobadas.
En Nueva York vivimos lo que
transmiten las películas, la gente va corriendo por la calle, con prisa, todo
está lleno de gente, vendedores, chiringuitos y taxis amarillos, claro…, se
respira otro ambiente distintos a Florida, pero nos gusta también tras la
primera impresión. Eso sí, hace bastante más frío. Así que para cerrar el día
nos vamos a visitar Times Square, y Broadway, mientras anochece. Es una pasada ver todos los
letreros iluminados que hay por ahí, merece mucho la pena, sin duda, y dicen
que es uno de los lugares más visitados del mundo.
Como estamos cansados, para las 8
cogemos el bus de vuelta, en el que todos vamos sentados, tras comprar algo en
un supermercado para cenar en el hotel. En 14 minutos ya estamos en el destino,
cenamos y enseguida nos iremos para la cama, que el día ha sido agotador. Aún
nos quedan 5 días por aquí que queremos exprimir a tope, y para eso por la
noche es necesario descansar.
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