miércoles, 21 de septiembre de 2011

ARGENTINA 2011 (4ª PARTE)

DÍA 4. 20 DE SEPTIEMBRE. VUELTA AL NORTE

Hoy nos espera un largo día por delante, una excursión de cerca de 300 kilómetros hasta el altiplano, pasando por altitudes de hasta 4.170 metros sobre el nivel del mar casi paralelos al denominado Tren de las Nubes (por su altura), construido en 1921 para transportar mercancías entre Salta y el puerto chileno de Mejillones.
Salimos a las 7.30 en furgoneta hacia allá, asi que para las 6.30 nos levantamos para hacernos la mochila (dormimos fuera y dejamos la maleta en Salta), arreglarnos y desayunar. Vienen a recogernos y vamos con otros tres argentinos de excursión, una mujer de habla ingles y una pareja de Madrid. Curiosamente, la chica había vivido en Estella una temporada. El mundo es un pañuelo.
Después de unas dos horas de ruta (la gran parte por incómodos caminos de ripio, grava), y después de seguir paralelos a las vías del tren, nos damos cuenta de que el terreno es cada vez más árido. Nuestro guía nos dice que aquí llueve poco, y exclusivamente en  verano. Lleva sin caer una gota desde abril. También vemos que están rehaciendo la carretera, ya que un seísmo reciente echó abajo un buen tramo. El tren, por cierto, ya sólo se usa para explotarlo turísticamente y sólo sale dos días a la semana. En su construcción perecieron 95 personas, y vemos hasta tres cementerios a lo largo del recorrido donde enterraban a los fallecidos (muchos emigrantes yugoslavos de la Segunda Guerra Mundial) que no tenían familias aquí.

Nuestra primera parada es en el pequeño pueblo de Santa Rosa de Tastil, de 17 habitantes y a 3.100 metros de altura. Es muy humilde, con calles sin asfaltar, un bar tipo corral y mucho frío. Tomamos un café en unas sencillas sillas con pelo de llama llenas de polvo y seguimos el recorrido pocos kilómetros hasta las ruinas de Tastil, a unos 3.200 metros. Allí se asentó una civilización preincaica en el siglo V  y se ven perfectamente los muros y restos de piedras que usaban para vasija. La zona está llena de cardones, un tipo de cactus que pueden tener hasta 600 ó 700 años. En sitios con poca humedad crecen entre 1 y 2 centímetros al año, y los hay de 7 u 8 metros.
Después de otra hora de camino, habiendo rozado los 4.000 metros viendo llamas y vicuñas, llegamos al pueblo minero de San Antonio de los Cobres. Se fundó a la par que se construía el tren y hoy dia se dedica sobre todo a extraer litio. Se nota que estamos a 3.800 metros sobre el nivel del mar en la piel curtida de sus habitantes, con rosetones incluso los niños, parecen nepalís. Nos dicen que aquí el clima es extremadamente duro, pueden llegar a temperaturas de más 35 y de menos 25, pero lo peor es que en un solo día puede oscilar 41 grados, y hay que ser muy duro para aguntarlo.
Hoy, por ejemplo, brilla un espléndido sol, pero hace frío, y los habitantes van con gorros, ponchos... Comemos en un sitio muy humilde, se llama El Águila, una sopa de verduras, milanesa de carne de llama y un té de coca para postre por 50 pesos (8,5 euros). Aquí masticar hojas de coca es legal, pero sólo en las provincias de Salta y Jujuy, no en el resto del país, para combatir el mal de altura. En este pequeño pueblo de 4.000 habitantes, también con calles sin asfaltar, conocemos a Darío, un niño muy salado que acaba de salir del cole y viene a ver si cae algo. Le damos unos chicles y unos pocos pesos, y nos despide con efusividad.
La siguiente etapa del camino, casi dos horas más tarde, es en las Salinas Grandes, las más grandes del mundo y a 3.500 metros de altitud. Es un océano de sal ya en la provincia de Jujuy. Se extrae para comer tras decantarla en unas pequeñas piscinas y hay un grupo de artesanos haciendo figuras con la propia sal que nos llevamos de recuerdo.

El día avanza hasta que llegamos al punto más alto del día, el Puerto del Morado, a 4.170 metros, un lugar de parada para todos los turistas, que se hacen (nos hacemos) la foto de rigor. Nadie nota el mal de altura, pero no suele ser lo habitual. Pocos kilómetros más adelante paramos en la cuesta del Lipán, donde se ve una bajada increíble de 1.800 metros por una carretera llena de curvas sinuosas y un paisaje que quita el hipo.
Justo abajo de esa cuesta está la localidad en la que haremos noche. Se llama Purmamarca y, aunque sólo tiene 600 habitantes, está llena de hoteles y restaurantes para los turistas. Nuestra cabaña para cuatro personas, el Mirador del Virrey (90 euros con desayuno), está a dos kilómetros del pueblo. Tiene dos grandes habitaciones, un gran salón con cocina y un baño.
Apenas dejamos las cosas, nos vamos a recorrer el pueblo, compramos algún que otro producto de artesanía y nos vamos con los chicos que habíamos conocido de Madrid en la excursión a cenar. Cenamos por 90 pesos los cuatro (16 euros), pizza y bocadillos regados con ceveza. No son ni las diez de la noche, pero hace mucho frío y estamos derrotados, asi que cogemos un remise hasta el hotel por 10 pesos y apenas aguantamos un rato viendo la tele. Hay muuuuuuuuucccho sueño.

1 comentario:

Anónimo dijo...

los niños de estas zonas te piden dos pesos por salir en las fotos.Para q luego digan q no tienen escuela....