viernes, 10 de septiembre de 2010

ASIA 2010 (20ª PARTE)

DÍA 20. 10 DE SEPTIEMBRE. CHIANG MAI (TAILANDIA)

Hoy ha sido un día intenso gracias a la excursión que contratamos ayer, y aunque la mayoría de las actividades no han merecido demasiado la pena, otras sí. Para las 7.30 ya estábamos desayunando en el comedor del hotel un buffet más limitado que en días anteriores, pero suficiente, y para las 9.00 ya estábamos de camino en la furgoneta después de haber recogido a nuestros compañeros de excursión, entre ellos una pareja española de Madrid muy simpática.
La primera parada, a pocos kilómetros de Chiang Mai, ha sido en una granja de orquídeas, con flores muy llamativas de colorines, y en un pequeño mariposario, o como se llame, donde estos animales campan a sus anchas. Curioso, pero no para dedicarle más de media hora. Después, nos han llevado al río para hacer un descenso en una barca de bambú, también una actividad un pelín flojilla, ya que dura poco y tampoco ves demasiadas cosas, salvo río y apenas animales, si eliminamos los insectos. Por si acaso, nos han recomendado dejar la cámara y la mochila en el coche. Otros grupos iban con salvavidas, nosotros no, aunque todavía no sé por qué.
La siguiente parada, de una hora, ha sido en una cataratas enanas, vamos que se ve que paras ahí porque pilla de camino, ya que la caída es de apenas tres o cuatro metros, y el Nacedero del Urederra le da mil vueltas. Lo único bueno es que abajo te puedes bañar, pero ha llovido últimamente y el agua estaba un pelín color chocolate, así que no nos hemos metido.

Después ha llegado, sin duda, lo mejor del día y una de las cosas más divertidas de todo el viaje, montar en elefante. Primero te hacen subirte a una especie de plataforma para, desde allí, situarte a la altura de la silla que lleva incorporada el animal. En principio, no hay ningún problema, ya que llevas un "conductor" o domador que guía al elefante subido en su cuello, pero aún así se pasan momentos de tensión ya que se tambalea una barbaridad, no siempre hace caso aunque va despacio y el recorrido tiene unas pendientes embarradas con un desnivel que rondará el 20% o más. Así que había que agarrarse más que fuerte, como en una montaña rusa.. Además, nuestro animal (tiene 37 años)  ha sido durante la primera mitad del recorrido el más insumiso, se paraba donde quería a mear, a comer, había momentos que parecía que no quería arrancar en medio de una gran bajada...

Después se ha tranquilizado un poco más, en la zona llana, y así hemos llegado hasta otra plataforma donde por apenas 20 baths (50 céntimos) podías comprar como una docena de plátanos pequeños para darle de comer al animal. Nada más comprarlas, nuestro domador me ha hecho ponerme en su sitio para darle las bananas mientras él se bajaba al suelo a hacernos fotos con nuestra cámara. Como ya el otro día le di a un bebé elefante, más o menos lo tenía dominado. Pero era darle un plátano y a los 5 segundos otra vez levantaba la trompa hacia donde estaba yo para que le siguiera dando, así que hasta que se los ha zampado, en apenas un minuto. El guía, un chaval joven, se ha portado muy bien y nos ha hecho un montón de fotos desde todos los ángulos, aunque se nota que se dedica a llevar elefantes y no a hacer fotos.
Después, cuando tocaba regresar al punto de partida, he tenido la suerte (al principio pensé que la desgracia), de que el guía se montase al lado de MJ y me dejase a mí ir sobre el cuello de elefante manejándolo de alguna forma, aunque él iba atrás hablándole. Yo pensaba que iba de coña, ya que en el resto de elefantes nuestros compañeros iban todos atrás, y que enseguida me cambiaría el sitio, pero qué va. He ido todo el regreso sobre la cabeza del animal. Agitaba un montón la cabeza y sus pelos, duros como escarpias, se me clavaban por todas las piernas, pero ha sido una sensación única y que no olvidaré nunca. Al principio iba con mucho miedo y con las piernas en tensión, mientras con los brazos me agarraba a la silla de atrás. Y eso que era en llano, pero cuando pensaba que teníamos que volver a pasar por las cuestas del principio, me entraban los sudores fríos.He tenido suerte, porque apenas se ha hecho el remolón en la vuelta y no se ha parado en las ascensiones. Y no sé cómo lo hacen, pero en algunos tramos parecía imposible pasar, no había espacio.
Además, el paquidermo de al lado iba con una cría que hacía lo que le daba la gana, asi que la madre se paraba continuamente, y una vez que se ha caído el bebé (se ha dado un golpe terrible), se han empezado a revolucionar todos los elefantes y pensábamos que la habíamos liado, pero no, ha habido suerte. Al final yo iba ya casi sin agarrarme y acariciándole la cabeza, pero por desgracia cuando más he empezado a disfrutar se ha terminado una experiencia que merece mucho la pena.


A la salida vendían una foto que nos han hecho subidos en el elefante con un marco muy chulo que está hecho con caca del animal reciclada (deben tener mucha materia prima, porque menudos regalitos dejan los amigos a su paso). Es un bonito recuerdo, y creo que el precio era de 150 baths. A pocos metros de allí hemos comido con los compañeros de excursión en un buffet sin gran variedad pero la comida estaba buena, sobre todo el arroz picante y el pollo con salsa picante, aquí todo es picante.

Nada más terminar, la siguiente actividad era dar un paseo de unos veinte minutos en un carro tirado por bueyes. Ha sido una de las cosas más sosas del día, pero nosotros no la habíamos contratado, así que no nos íbamos a quejar de nada, digo yo. Antes de volver al hotel, algo antes de lo esperado, hemos ido hasta el campamento donde vive una tribu del norte de Tailandia y que, parece ser, llegó aquí desde China pasando por Laos. Son las conocidas mujeres jirafa, que llevan un montón de anillos dorados en el cuello. Según nos han dicho, pueden llevar hasta seis kilos en el cuello, una barbaridad.

Al parecer, antiguamente llevaban los anillos para protegerse el cuello de los animales, y al llevar los collares tienen un cuello super alargado. Hoy en día ya lo hacen sólo por belleza, aunque no toda la tribu los lleva. Nos han dejad coger un collar y la verdad es que pesaba un huevo y la yema del otro, no sé cómo pueden soportar tanto peso. La guía nos ha dicho que el primer anillo se pone a los cinco años, y luego otro más cada dos años.

La realidad es que el campamento está muy montado para el turismo y las propias chicas (no hemos visto ni a un hombre) te venden artesanías y otras cosas, pero es muy curioso. A pesar de que mucha gente cree que no pueden quitarse el collar porque se les rompería el cuello, no es verdad, lo que pasa que se les queda tan alargado (en las fotos de abajo, sin y con collar), que por estética no se lo quitan. Allí había también mujeres con unos pendientes gigante que les deforman las orejas, las tenían muy grandes.

Esta visita ha sido la última del día antes de regresar al hotel, despedirnos de nuestros compañeros de expedición y echarnos un rato a descansar, que mañana nos espera otro día largo repleto de actividades y esta noche queremos salir de compras a tope. Antes, seguramente, nos demos un masaje tai. Te enredan todo el cuerpo, desde los dedos de los pies hasta las orejas, a ver qué tal. ¡Ah!, que no se me olvide comentar una anécdota de la conducción aquí, en Chiang Mai. Nuestro chófer de hoy parece que se las sabe todas, ya que es capaz de andar medio kilómetro de desvío para evitar un semáforo en rojo y volver por el otro lado; lo bueno es que le salía bien la jugada, porque siempre adelantábamos a varios coches. Además, llegando a la ciudad, cuando había un atasco enorme, coge el tío y se ha subido con la furgoneta por la acera, más ancho que largo, y se ha saltado el atasco. Un fenómeno.

Después de reposar un rato y cambiarnos de ropa, hemos sacado un hueco en nuestra apretada agenda (es broma) para darnos, por fin, un masaje. Nos habían dicho que el thai, por todo el cuerpo, duele un poco, así que MJ ha optado por el de los pies, aunque al final le han enredado hasta la cabeza. Yo he optado por el tailandés. Empiezan por los pies, apretando músculos y tendones, suben por las piernas haciendo un estiramientos increíbles y después te dan la vuelta, enredándote la espalda (ahí sí que dolía, te clavan las rodillas con mucha fuerza) y bajando de nuevo hasta los pies. También te tocan los brazos, las manos, todos los dedos, la cabeza y, finalmente, te pones de espalda a la masajista y te estira la espalda y te saca toda las tabas, igual que en el cuello. Es una experiencia muy agradable, porque notas cómo manejan tu cuerpo, aunque duele un pelín eso es verdad. Sales como nuevo, aunque los gemelos los tenía doloridos, ya que aprietan siempre con mucha fuerza. Te ponen una toalla para que notes menos la presión, y antes de tumbarte en la camilla te cambias de ropa, poniéndote un pantalón ancho tai que te llega hasta casi los sobacos (como Julián Muñoz) y una camiseta también tipo tailandesa de manga corta y muy fina.
Como ya sabíamos, muchos masajes en este país acaban con Happy end (final feliz) en el caso de los hombres, vamos, con sexo. En mi caso, aunque no hemos ido a un cuchitril, sino a un sitio serio y muy higiénico, también me han dejado entrever, con mucha sutileza, si quería un Happy end. La verdad es que me he quedado un poco flipado, pero por lo que veo aquí es algo normal, y hay mucha demanda, si no no se haría. También por la calle, en las entradas de los bares, ves un montón de chicas en minifalda con hombres mayores, y no tan mayores. Y eso que la prostitución está prohibida, que si no... A nosotros nos parece que esto le quita encanto a un país precioso, pero se ve que deja mucho dinero y atrae a muchísimos turistas. Otra cosa que nos ha chocado en los últimos días es la cantidad de lady boys (travestis de chicos a chicas) que hay, una pasada. Y está super asumido, vamos, que trabajan igual que el resto de los mortales sin tener que dedicarse necesariamente al negocio del sexo. Ahí están más avanzados que en España.

Después del masaje, hemos ido a pagar la excursión a Chiang Rai y el triángulo de oro (frontera con Laos y Birmania) que reservamos ayer. La chica se ha estirado un poco más y nos ha dejado el precio en 85 baths persona (21 euros). Es regalado, ya que son trece horas de viaje hasta el punto más al norte de Tailandia. La única pega es que no se podía pagar con tarjeta de crédito, como en muchísimos sitios en los que hemos estado. Ese es un fallo que tiene Tailandia, pero también Indonesia.


Más tarde hemos regresado al Night Bazar para hacer el grueso de las compras y regalos para la familia y amigos. Hoy era el día, ya que mañana llegaremos tarde de la excursió y quizá no tengamos ganas de nada. Como ya sabíamos más o menos lo que queríamos, hemos decidido, y creo que ha sido un acierto, comprarle prácticamente todo al mismo venderos, y así lograr un mejor precio. Ha sido una negociación larga ya que hemos comprado muchas cosas. Le podíamos haber sacado todo por menos dinero, pero es que el hombrecillo era muy gracioso, te decía todo el rato que "por favor, por favor" no rebajases más. Nos ha caído bien y no le hemos apretado mucho más las tuercas, aunque cada precio tenía que consultarlo con su boss (su jefa), que estaba en el puestecillo de enfrente. Luego otra odisea era encontrar las tallas entre tantas cosas que tenía, vamos que nos hemos pegado un buen rato allí. Al final no sabía cómo agradecernos que le hayamos dejado semejante compra, y como todos los tailandeses cuando estás en su negocio, nos saludaba con las dos manos juntas y bajando levemente la cabeza a la vez que decía "apulha", o algo parecido, que debe de significar gracias.

Finalmente, hemos sacado mucho mejores precios aún que lo que cuenta la gente en los foros de Internet, asi que se ve que tantos días por aquí, y haber pagado ya el pato con antelación, nos ha dado mucha práctica. Para terminar el día, hemos regresado a Casa Antonio, ya que ayer cenamos muy bien y hoy casi mejor por apenas 20 euros, entre otras cosas, un solomillo de buey que estaba exquisito, se deshacía en la boca. Ha sido la despedida a nuestro antepenúltimo día en Tailandia, un país que dejaremos con mucha pena el domingo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

me da pena que monten a un pobre elfantito