martes, 7 de septiembre de 2010

ASIA 2010 (17ª PARTE)

DÍA 17. 7 DE SEPTIEMBRE. PHUKET (TAILANDIA)

Hoy, por fin, hemos visitado las famosa islas Phi-Phi y, de paso, hemos conocido a otro de los fenómenos más característicos de este país, el Monzón. Hemos pasado ratos de miseria absoluta con la lluvia, pero las islas merecen la pena, y no quiero ni pensar lo que serán en un día soleado, una pasada. La arena es fina y blanca; el agua, en los primeros metros de costa, es azul clara y a la vez deja ver el fondo; los paisajes selváticos, como en la serie de Perdidos, y además hay miles de peces de colorines. Una experiencia que sin duda merece la pena, aunque en estas fechas la lluvia puede, nunca mejor dicho, aguarte la fiesta.


 Para las 7.00 de la mañana ya estábamos en pie, y después de ver el cielo nos las prometíamos felices. Pensamos que el tiempo nos daba una tregua, no es que brillase el sol, pero no había muchas nubes y algún rayo parecía intuirse en la distancia. Con esos ánimos hemos bajado a desayunar y a las 8.20 ya estaba nuestra furgoneta en el hotel para recogernos junto a otros cuanto turistas de varias nacionalidades.

El viaje hasta el puerto ha durado apenas diez minutos, hemos tenido suerte porque los de nuestro hotel hemos sido los últimos en montarnos y nos hemos ahorrado tener que ir recogiendo a la gente por sus hoteles. Sobre las 9.00, nos montábamos en nuestra lancha rápida unas veinte personas. Nosotros hemos optado por ir adelante (en la proa, creo que se llama), al aire libre para ver bien los paisajes y que nos diera el aire, evitando los mareos. Después de una hora, más o menos, hemos llegado a la íncreíble Maya Bay, donde se rodó la película La playa. Es como en las postales, una joya paisajística, aunque estaba infestada de turistas y eso le quita un poco de magia; y eso que es temporada baja, no quiero ni pensar lo que será en enero o febrero. El agua, además, estaba caliente y hemos hecho una pequeña incursión en la isla, aunque enseguida se ha puesto a jarrear y ya no nos ha dado tregua hasta el final de la excursión. Ha diluviado durante prácticamente cinco horas y en la lancha, que era semicubierta, había goteras, por lo que íbamos todos como parajaritos, congelados.
Después hemos visto desde la lancha la Cueva de los Vikingos y otra pequeña cala antes de hacer esnorkel. Han parado la speed-boat a pocos metros de la orilla, y ahí nos hemos lanzado al medio de mar a ver peces de colores. Ha sido una de las mejores cosas de la excursión, ya que desde el barco nuestro conductor lanzaba pan donde estábamos, y venían cientos de peces a comer a nuestro lado. Aunque seguía lloviendo a mares, dentro del agua no importaba y se estaba muy calentito.
Tras media hora, nos han llevado a Phi-Phi Don, otra isla donde todas las excursiones paran a comer un buffet incluido en la excursión: había espaguettis, arroz, aros de cebolla y carne con salsa, además de sandía y piña de postre. La bebida, salvo el agua, no estaba incluida, pero no ha estado mal. A la una del mediodía ya habíamos comido y nos dirigíamos a la siguiente parada: la isla de los monos. Algunos se han bajado a darles plátanos (es una minicala) y uno, al menos, se ha llevado un buen arañazo. Nosotros, entre la lluvia y que queríamos evitar cualquier arañazo o mordedura de los macacos, los hemos visto desde el barco.

Desde allí nos hemos dirigido a nuestro último destino, Khai Nai. Está como a una hora y se hace un paco largo el trayecto, sobre todo cuando la lancha pega unos botes que parece una montaña rusa. El mar estaba picado en algunas zonas y la barca parecía que volaba.  Además, íbamos calados, algunos hasta tiritaban. Al llegar a Khai Nai, nos hemos refugiado en el primer bar que hemos visto a tomar un buen café caliente a precio caro, pero hubiéramos pagado lo que pidieran para entrar en calor. Teníamos una hora para ver la isla, cuando había pasado la mitad del tiempo ha habido suerte, ya que la lluvia ha parado y hemos podido darle una vueltilla al islote. Hemos estado echando pan al mar y venían los peces como locos, también hemos visto erizos de mar, una especie de medusa gigante... y el agua seguía siendo limpísima, así que el menos hemos tenido un rato de disfrute y hemos empezado a secarnos.

Cuando mejor lo estábamos pasando, ha llegado la hora de volver a embarcar, y en poco más de media hora ya estábamos en el puerto, donde nos esperaba la furgoneta para traernos al hotel. La excursión le hemos hecho con Siam Seacanoe, creo que se llama la empresa, y la verdad es que la gente que iba en el barco, los currelas, eran super simpáticos, siempre con una sonrisa en la boca. Además, te daban refrescos gratis durante todo el viaje. Eso sí, supongo que todas las empresas serán similares, incluyendo las mismas cosas y visitas. Al llegar al hotel, sobre las 4.30, lo primero que hemos hecho ha sido darnos una ducha caliente, y qué bien nos ha sentado, nos hemos recuperado, aunque el cuerpo sigue jotero, como si fuésemos todavía en el barco, sentimos vaivenes de vez en cuando.

Tras arreglarnos, nos hemos ido a cenar pronto, -estamos hechos unos guiris y para las 7.00 ya hay hambre-, y luego de compras. MJ se ha hecho con un bikini que tenía ojeado desde hace días, y también hemos comprado, por fin, el bálsamo de tigre, un producto muy conocido en Tailandia, tipo medicamento, que sirve, según dicen, para aliviar las picaduras de insectos, para lumbago, dolores musculares, quemaduras..., esperemos no tener que probarlo. El tarrito grande nos ha costado como unos 95 baths, aproximadamente.

A estas alturas, las 9.30, ya estamos en el hotel, un poco cansados de tanto ajetreo y casi rezando para que mañana, nuestro último día en la playa, haga por fin un día en condiciones. Sabíamos que septiembre es época de lluvias aquí, pero que llovía la mitad de los días o menos, o si no, un ratillo por la mañana y otro por la tarde. Nos habían dicho que casi todos los días había ratos de sol..., pero creo que hemos tenido mala suerte. Seguimos esperando.

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