lunes, 30 de agosto de 2010

ASIA 2010 (9ª PARTE)

DÍA 9. 30 DE AGOSTO. BALI

Nos levantamos pronto, igual que el día anterior, para seguir con nuestras excursiones por Bali. Nos da pena, mucha, irnos de este espectacular hotel de Ubud, aunque ayer por la noche vimos una especie de lagartijas rondando la habitación y un montón de hormigas. Es lo que tiene dormir en medio de la nada, aunque el hotel era seguramente el más auténtico que hayamos visto en nuestra vida.

Nuestro primer destino es el templo de Taran Ayun, al que llegamos tras media hora de camino en coche. Después de haber visto tantos, lo cierto es que es difícil sorprenderte. En éste, hay uno muy alto al que se puede acceder por unas escaleras estrechas, proporcionando unas bonitas vistas de la zona. El complejo también tiene muchas zonas de agua, de hecho, justo al lado pasa el río Ayung, el más grande de la isla.

De allí hemos ido hasta Bedugul para ver el gran lago que hay en las cercanías y, más tarde, tras una escarpada cuesta con multitud de sinuosas curvas, hemos llegado a las cascadas de Git Git. Allí ha venido un guía en inglés, le hemos dicho varias veces que no, pero al final nos han dicho como que era obligatorio, aunque resulta que no lo era. Lo peor es que al acabar se ha desdicho del precio inicial, 5 euros, y decía que nos había dicho 10. Tras discutir, le hemos pagado pero dejándole bien claro que era un timador. Las cascadas, hay varias, son muy bonitas, y el paseo de alrededor también lo es, incluso en una de ellas te puedes bañar.


Lo malo es que el sabor de boca que nos ha quedado es malo, y es que son ya muchas las veces que nos han intentado timar, y nos estamos hartando ya un poco de Bali. Todo el mundo se aprovecha de los turistas, y se valen de que es poco dinero para que no armemos un cristo grande. Pero la moral aquí no existe, y eso hace que los visitantes tengamos que estar siempre con siete sentidos, luego contaré por qué. De ser un sitio paradisiaco ha pasado, para nosotros dos, a ser un destino con grandes paisajes y riqueza natural pero con una gente muchísimo menos agradable que la de Tailandia. Desde luego, será muy difícil que volvamos, y es una pena.

Nuestra siguiente parada la hemos hecho en los arrozales de Jatiluwih, donde hemos comido por 12 euros cada uno el mismo buffet, más o menos, que el día anterior. He probado un montón de salsas, y creo que todas picaban bastante, aunque a mí me encanta. También me he animado con un postre que llaman Black rice (arroz negro). Cuando lo hechas al cuenco parece morcilla, pero luego le echan una crema similar a la leche y parece, en el sabor, arroz con leche. Estaba muy bueno. Cuando nos han traído la cuenta, un poco harto ya de todo, la he revisado por encima y me he dado cuenta de que, de nuevo, nos habían cobrado 3 euros de más. Le he dicho que “na, nai”, y entonces me ha pedido perdón tres o cuatro veces. Pero si cuela, cuela.


 Con el estómago lleno, hemos tenido que cubrir un buen trecho para llegar hasta nuestra penúltima visita. El viaje, como todos, ha sido interesante, y es que, mires donde mires, todo en la isla es verde y la gente te sorprende a casa instante desde el coche. Hemos visto hasta cinco personas montadas en una moto, a mujeres llevando en la cabeza de todo, gente transportando cualquier cosa… Al final hemos llegado a Alas Kedaton, un templo más pero que tiene de especial que hay 800 monos, al igual que en el Monkey Forest de Ubud, campando a sus anchas y unos murciélagos en las copas de los árboles que son de tamaño como Batman, más de un metro de alas con ellas extendidas. Impresionantes. Una mujer de 42 años pero que aparentaba 60 se ha ofrecido a hacernos de guía, pero para eso había que pasar luego por su tienda. Cuando las cosas se piden con amabilidad y sinceridad, da gusto. Se atrevía un poco con el español, nos ha hecho fotos, espantaba a los monos que se acercasen y nos ha explicado todo lo que sabía. Al final hemos acabado comprándole un cenicero de madera de recuerdo como agradecimiento a su tiempo. Así, sí.


La última parada ha sido el templo de Tanah Lot, famoso porque se llena durante la puesta de sol, a partir de las 5 de la tarde. Con lo cual, estaba lleno. Esta zona está sobre varias rocas en la playa, y la verdad es que las vistas son increíbles. Cómo no, también hay que pagar por entrar, algo que cansa mucho. Se supone que es el mar y unas rocas lo que quieres ver, y te cobran por eso, cuando, además, no te dejan entrar a los templos. Unas vistas bonitas para guardar en la retina, y también te puedes bañar en el mar.

Lo peor, sin duda, del día, ha venido cuando nos íbamos de allí al hotel, que está en la zona más turística de Bali. Nosotros lo tenemos en Legian, pero está unido con Seminyak y Kuta, todo turismo y playa. Antes de llegar le hemos dicho al guía que nos parase en un sitio a cambiar dinero, 100 euros. El chico ha empezado a darnos billetes pequeños, de 2 euros, le hemos dicho a ver si tenía más grande, y ha dicho que no. Cuando nos lo ha dado, lo hemos contado y faltaba pasta, entonces la ha contado él delante nuestra y estaba bien. Como no nos fiábamos, la he vuelto a contar y volvía a faltar. Él ha vuelto a contar y bien, y a la que nos íbamos, de nuevo faltaba dinero, 27 euros. Vamos, que hay que estar muy al loro con algunas casa de cambio, son unos auténticos sinvergüenzas. Y encima eran dos críos, a los que me han entrado ganas de dejarles un recuerdo. Hemos decidido llevarnos los euros y cambiar en otro sitio sin trileros.


Al final hemos llegado al hotel, el Tanaya Bed and Breakfast, que está en la calle principal. Tenemos la habitación deluxe por 43 euros la noche incluido desayuno y el hotel está nuevo, con una habitación grande, aire acondicionado, un baño grande, televisión de pantalla plana…, y encima está todo limpísimo. Tras descansar un rato hemos salido a dar una vuelta, pero vamos, esto es como Salou o Playa del Carmen, tiendas, restaurantes, tiendas, restaurantes, sitios de masajes, restaurantes… eso sí, en media hora me han ofrecido como cuatro o cinco personas distintas, sentadas en las aceras, marihuana. Yo flipo, o sea que entrar droga al país es pena de muerte, pero luego te la ofrecen en cualquier esquina. Y supongo que si la venden será porque alguien la compra. En fin.


Tras ver tres o cuatro menús en varios restaurantes, hemos terminado cenando en uno que se llama Blue Skyz. Estaba lleno de guiris, y eso siempre es buena señal. Hemos comido una hamburguesa completa y un sándwich completo gigante, con bebidas y postre, por menos de 12 euros, así que igual mañana repetimos. En cuanto a las compras, aquí hay tiendas de marca buenas y también las típicas falsificaciones. Hay relojes Breitling muy chulos, por ejemplo, por 13 euros. Por unas Nike muy mal falsificadas me pedían 65 después de probármelas, y me ido descojonándome de la risa. Nuevamente nos vamos pronto a la cama, que mañana queremos aprovechar el día de playa, el último en Bali. Kuala Lumpur, la capital de Malasia, nos espera

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