DÍA 3. 26 DE AGOSTO. AMSTERDAM
Una de las mejores cosas que tiene este hotel-barco es el desayuno, por la variedad. Lo malo es que tienes que fregarte tus cacharros, pero se desayuna bien. Así que después de ducharnos tras hacer cola y arreglarnos, nos damos un festín para coger fuerzas y patear por Amsterdam. Recorremos los canales de nuevo, por casi la misma ruta que el día anterior, y andando, andando, llegamos hasta la explanada de los museos sorteando como podemos a las bicis endiabladas.
Vemos por fuera el Rijksmuseum, que de verdad impone por fuera, aunque no entramos. Tiene una importante colección de pintura por lo que dicen. Cerca de allí está el letrero grande de "I am Amsterdam" para hacerte unas fotos, y el Museo de Van Gogh, al que tampoco entramos. En la zona hay músicos callejeros que lo hacen muy bien, una fuente muy bonita donde la gente juega con los perros, etc
No muy lejos de allí está el parque de Volenpark, donde descansamos un rato mirando al lago antes de volver hacia el centro de la ciudad. Paramos a comer en un restaurante italiano, todo muy rico, y volvemos al barco a echar una reparadora siesta.
Por la tarde, volvemos andando hacia la ciudad, cenamos algo y acabamos la jornada viendo un partido de fútbol en una cervecería irlandesa. Tras tres cervezas de esas de medio litro, y algo tostados, nos vamos de vuelta al hotel.
Una de las mejores cosas que tiene este hotel-barco es el desayuno, por la variedad. Lo malo es que tienes que fregarte tus cacharros, pero se desayuna bien. Así que después de ducharnos tras hacer cola y arreglarnos, nos damos un festín para coger fuerzas y patear por Amsterdam. Recorremos los canales de nuevo, por casi la misma ruta que el día anterior, y andando, andando, llegamos hasta la explanada de los museos sorteando como podemos a las bicis endiabladas.
Vemos por fuera el Rijksmuseum, que de verdad impone por fuera, aunque no entramos. Tiene una importante colección de pintura por lo que dicen. Cerca de allí está el letrero grande de "I am Amsterdam" para hacerte unas fotos, y el Museo de Van Gogh, al que tampoco entramos. En la zona hay músicos callejeros que lo hacen muy bien, una fuente muy bonita donde la gente juega con los perros, etc
No muy lejos de allí está el parque de Volenpark, donde descansamos un rato mirando al lago antes de volver hacia el centro de la ciudad. Paramos a comer en un restaurante italiano, todo muy rico, y volvemos al barco a echar una reparadora siesta.
Por la tarde, volvemos andando hacia la ciudad, cenamos algo y acabamos la jornada viendo un partido de fútbol en una cervecería irlandesa. Tras tres cervezas de esas de medio litro, y algo tostados, nos vamos de vuelta al hotel.
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